La Sydney Opera House cuando se pone ácida. Foto por el usuario de Flickr Francisco Martins
Este artículo apareció originalmente en VICE
Videos by VICE
Es difícil describir exactamente cómo se siente estar en un viaje de drogas alucinógenas (aunque, créanme, hemos tratado de explicarlo cientos de veces). El cerebro en psicodélicos se encuentra en un umbral entre la tierra y el más allá, detectando qué existe realmente mientras perciba cosas que están más allá de la realidad, y a veces llega a confundir cuál es cual. Y a veces, bajo la influencia, brota un pensamiento, una visión, un sonido que parece voltear de cabeza a todo el universo.
Eso es, en parte, el cómo se siente ver LSD: The Opera, un proyecto que se encuentra aún en ciernes. A veces, la música es discordante; en otras, es melódica y etérea. Si no lo pones atención a las letras de las canciones, se sienten casi como una alucinación, llena de ruidos inesperados y microtonos que no parecen existir en la naturaleza.
Anne LeBaron y Gerd Stern. Foto por Zalman Stern, cortesía de ‘LSD: The Opera’
La meta de LSD: The Opera es no sólo estimular la experiencia de tomar ácidos, sino recrear la tumultuosa historia de la droga. La ópera sigue en desarrollo —aproximadamente sólo un tercio de ella ha sido escrita, y sólo se han representado algunas escenas— pero lo que existe hasta ahora incluye la historia de Albert Hofmann, el accidental padre del LSD; los experimentos secretos de la CIA con la droga, conocida entre ellos como MKUltra; el primer viaje de mescalina de Aldous Huxley, como está descrito en su libro Doors of Perception; y el movimiento de Timothy Leary en los 60.
Estaba desesperado por saber más. Así que contacté a Anne LeBaron, la compositora y una de las libretistas de la producción.
Debería notar que LeBaron es una compositora bastante respetada. El periódico Los Angeles Times la llamó una vez una “compositora como transformadora” por su habilidad de crear realidades alternas con su música. La revista New Yorker la ha descrito como “una compositora inusualmente inventiva.” Ha trabajado en proyectos tan diversos como una ópera sobre Marie Laveau, una persona que hacía voodoo en Nueva Orleans (Crescent City), un monodrama autobiográfico sobre disturbios paranormales en su propio hogar (Some Things Should Not Move), y una “ópera de una mujer cyborg” (Sucktion), la cual borraba las distinciones entre ama de casa y aspiradora. Y ahora, agrega a su lista la ópera-como-viaje-de-ácidos.
Una representación temprana de “Bicycle Day,” una escena en ‘LSD: The Opera’ en la que Albert Hofmann experimenta el primer viaje de LSDVICE: LSD: The Opera presenta al LSD como una historia estructurada. ¿Dónde empieza esa historia?
Anne LeBaron: Albert Hoffman, un científico suizo, fue la persona que sintetizó el LSD por primera vez en 1943. Él era un científico extraordinario, muy respetado. Tomó una pequeña dosis todos los días por el resto de su vida.
Cuando [Hoffman] accidentalmente absorbió algo de LSD a través de sus dedos y se puso un poco puesto, decidió darse a si mismo una pequeña dosis, y se convirtió en la primer persona en tomar un viaje de ácidos. No tenía idea de cuánto subministrarse como dosis. En 1943, había una escasez de automóviles en Suiza, así que anduvo en bicicleta hasta su casa, y alucinó durante todo el recorrido. Y cuando finalmente se estrelló contra su casa, escribió en su diario que se sentía como si no se estuviera moviendo en lo absoluto. Estaba desesperado por conseguir un antídoto para la droga porque había tenido una sobredosis, así que pidió a gritos leche, y su vecino le trajo leche. Pero ella le parecía como una bruja horrorosa con una máscara. Y todo eso está en la ópera.
Todo eso suena fantástico, muy teátrico.
Es fácil clavarse en las cosas históricas y auténticas que pasaron, algo así como la historia “real”. Pero en la ópera puedes ir más allá, tomando algunas libertades con personajes tan fascinantes, e inventando algunos nuevos.
¿Qué otros personajes incluiste en la ópera?
Convertí al LSD en un trío de sopranos, y este trío de sopranos es una especie de factor unificante a lo largo de la ópera. El trío de LSD acompaña en su viaje a Hoffman. Hoffman no vuelve a aparecer, pero lo que le sucede al LSD después de eso es un proyecto secreto de la CIA llamado MKUltra. Era un proyecto que buscaba explotar al LSD para ver si podía ser un agente de control mental, un suero de la verdad. Esto empezó unos diez años después de que fue descubierto, o sea a principios de los 50. El gobierno estadounidense tenía miedo de que Rusia estuviera más adelantado en el desarrollo de un suero de la verdad, y quería usar el LSD como un arma. Hay una escena con la persona que dirigió el proyecto MKUltra, y puedes ver cómo el LSD se transforma de ser una droga hermosa a una que es explotada y abusada por el gobierno americano.
De ahí pasó a la contracultura. Todos saben eso; eso es en lo que pensamos, ¿no? Así que, por supuesto Timothy Leary—quien era un gran proselitista y un personaje bastante despreciable—tiene una escena. Y el gran escritor Aldous Huxley, quien escribió Doors of Perception basándose en sus primeras experiencias alucinógenas con la mescalina, y que después probó el LSD, también tiene una escena. Después hay una escena con Mary Meyer, quien fue la amada más querida por JFK, y quien conseguía LSD de Timothy Leary y lo llevaba a Washington, DC. Ella pensaba que podía convertirse en una guía en situaciones controladas, y que si podía lograr meter LSD a la Casa Blanca y dárselo a JFK, entonces eso llevaría a la paz mundial.
Como compositora, hablando del lado musical de las cosas, ¿cómo influencia la historia a la música?
Lo que siempre estuvo muy presente en mi mente, desde antes de que empezara, fue: ¿Cómo puedo escribir una ópera sobre LSD cuando toda la música contracultural es tan buena, y eso es lo que la gente asocia con el LSD? Y entonces tuve una epifanía, y esa fue el usar los instrumentos de Harry Partch. ¿Sabes algo de teoría musical?
No, la verdad no.
Existen 12 tonos por octava. En un piano, vas de C a C y alcanzas la nota C más alta, ya pasaste por 11 tonos y la C más alta es el tono número 12. 43 tonos, ¿no? Así que pensé en tener esos instrumentos de Partch con la escala de microtonos, combinados con otros instrumentos como un cuarteto de cuerdas, algunos instrumentos de viento, metal y percusiones, para hacer que las cosas sonaran como si estuvieras percibiendo algo que no fuera de este planeta.
Eso es brillante. Así que escuchas tonos que obviamente existen, pero que no son parte de la música que escuchamos cmúnmente —casi como una alucinación auditiva.
Exacto. Me dije a mí misma y a otros, “No puedo crear un sonido que sería como algo que escuchas cuando estás bajo la influencia del LSD.” ¿Pero sabes qué? Creo que al final lo logré. Y lo digo porque así me sonó cuando lo escuché. Y eso ha sido corroborado por otras personas. Así que escogí los instrumentos de Partch para que me ayudaran a sacarla del mundo que conocemos y ponerla en un lugar medio psicodélico, por falta de una mejor palabra.
Instrumento de Harry Partch, cortesía de ‘LSD: The Opera’
Sé que han representado algunas escenas de la ópera recientemente, y leí la reseña de Mark Swed en el LA Times. Él escribió que había un “espíritu feminista” en la ópera, especialmente con este trío de sopranos que te llevan por la historia. ¿Fue esa una decisión consciente?
Eso es muy interesante. Mark me platicó sobre su punto de vista sobre el espíritu feminista y yo le dije “¿De qué hablas?” Y él dijo “Está súper claro.” La mayoría de los hombres en esta ópera son patanes, escoria o basura, y las dos mujeres que son la luz que alumbra el camino son Laura Huxley, la esposa de Aldous Huxley, quien le canta hasta que pasa al otro mundo cuando muere —le escribí una parte hermosa— y Mary Meyer, quien tenía esta gran idea de que nos podría ayudar a alejarnos de la Guerra Fría y mover todo en una dirección más positiva. Y, por supuesto, el trío LSD —que es otra especie de guía espiritual feminista.
Por supuesto que nunca pensé en esto de manera consciente, como “Vamos a tener un espíritu feminista en esta ópera,” pero estaba preocupada porque cuando me mandaron el libreto por primera vez, no había ningún personaje femenino. Las mujeres tuvieron muy poco que ver con la invención y los viajes posteriores de LSD. En la contracultura, toda la actividad fue masculina —los Timothy Learys, Allen Ginsburgs, Aldous Huxleys—y las mujeres definitivamente estaban en el trasfondo. Cuando me dieron el libretto hace dos años, quería hacer más grandes a los personajes que ya estaban ahí —y Laura Huxley ya estaba así, así como Mary Meyer ya estaba ahí. Y fue como una epifanía el hacer al LSD como un trío de sopranos, y el crear al LSD como un personaje dentro de la ópera.
¿Pero por qué hacerlo una ópera? La ópera no me suena como una forma artística muy asociada con los alucinógenos.
Mis dos libretistas [Gerd Stern y Ed Rosenfeld]—[Gerd] tiene 86 años, y él conoció a Timothy Leary, conoció a Allen Ginsburg; alguien lo llamó alguna vez el Forrest Gump del mundo psicodélico—si ellos platicaran contigo, te dirían que el punto del libretto s mostrar cómo el LSD llevó a un balance entre lo bueno y lo malo. Entre lo positivo y lo negativo. Sigo insistiendo que tenemos que demostrar a través de las acciones, no podemos simplemente contar las cosas. No podemos solamente comentar sobre ello; tiene que ser a través de lo que vemos y sentimos.
Puedes ver algunas escenas de LSD: The Opera en lsdtheopera.com.
Esta entrevista fue editada por motivos de extensión y claridad.
Sigue a Arielle Pardes en Twitter.