Las mil y un maneras de intimidar a la gente

Foto por Bruno Bayley

Todo comenzó en el patio del colegio, donde un abusón sudoroso y mayor te insultó a gritos, haciéndote sentir como un idiota. Años después, aún te intimidan: en la calle cuando es de noche, en las entrevistas de trabajo, cuando juegas un partido de fútbol o cuando alguien te dice algo grosero en un bar. En todas estas situaciones eres la víctima en lugar de ser el agresor, eres el que retrocede mientras se dibuja una horrible sonrisa en el rostro de tu verdugo. ¿No te gustaría que hubiera una manera de cerrarle la boca y obligarlo a hacer una retirada humillante? Claro, no a golpes, porque si lo haces así podrías terminar en la cárcel o con una paliza de muerte, o ambas. Tienes que ganar esta pelea sin siquiera tener que pelear.

El problema es que no todos tenemos la habilidad natural para intimidar, aunque la práctica hace al maestro. Y ya que una investigación directa en este campo puede llegar a ser peligrosa, se me ocurrió hablar con algunos individuos muy hábiles para ahuyentar a los abusones.

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VICE no promueve el uso de la violencia o de actividades ilícitas. Tampoco recomienda que te pongas en una situación de peligro.

Jimmy Tippett Junior (derecha) con Dave Courtney (izquierda) y Jimmy Tippett Senior (centro)

EL MAFIOSO

Jimmy Tippet Junior es miembro de una familia mafiosa, es considerado como uno de los malos más famosos de Gran Bretaña, al igual que sus amigos. Su padre, Jimmy Tippett, es el antiguo líder de su zona y fue conocido como el “Gobernador de Lewisham”, desde la década de los 60 hasta la década de los 80. Jimmy Junior salió de la cárcel el año pasado tras cumplir condena por haber participado en el robo a una joyería por valor de 250 mil libras esterlinas (unos 320.000 euros). Hoy en día se mantiene alejado de las armas, el dinero, las drogas y los delitos que antes formaban parte fundamental de su vida.

¿Sabes qué es lo que intimida a la gente? Ser demasiado amable. Si quisiera intimidar a alguien, sería lo más amable posible, porque mientras más agresivo seas, menos funciona. A mí me da risa la gente que grita y amenaza con frases como: “¡Voy a matarte! ¡Voy a romperte las piernas!” Yo sería de lo más amable y encantador. Así, la persona se iría a casa, buscaría en Google información sobre mí y los que me rodean, y leería todo lo que he hecho.

Cuando era adolescente, me comportaba como un bastardo despreciable y violento. No habría dudado en apuñalar a alguien. Si hubiera querido intimidar, hubiera buscado al tío más grande y duro de la región y lo habría atacado de la forma más violenta posible, de este modo todos sabrían quién soy. Ahora no haría eso, pero antes sí.

Todas las cosas malas que he hecho me han convertido en lo que soy. Soy un hombre con mucha confianza. No me preocupa nada ni nadie, en ningún lugar ni en ningún momento. Olvídate de la fuerza, la confianza es lo más importante. Por eso soy amable cuando hago las cosas. La historia que has acumulado forja la persona que eres. Yo llegaría y diría : “Mira, así están las cosas. Ya sabes quién soy”. Prefiero hacer eso antes que amenazar a la gente.

Si alguien me debiera una gran suma de dinero y tuviera que cobrarle, iría yo mismo, le invitaría un café y me comportaría de forma muy amable. Pero llevaría a dos grandullones aterradores para que se quedaran por ahí a mi lado. Así, la persona los vería, se iría y me investigaría. Lo haría pedazos.

Es como en el Tetris —hay que juntar las piezas para deshacerse de ellas. Siempre me ha funcionado bien. Nunca me ha fallado. La vida es un juego. Todos los días despiertas, te vistes, te subes a un escenario y haces lo mejor para superarte.

Soy muy terco. Me niego a perder. Hago lo que sea necesario. Nunca me gana nadie. Si me ganas usando las manos, volveré con un bate. Si me golpeas con un bate, volveré con… bueno, ya no hago esas cosas.

UN DETECTIVE DE HOMICIDIOS Y NEGOCIADOR

Bob Bridgestock fue un policía ejemplar que convencía a la gente para que no saltara de lo más alto de los edificios y disuadía a los maniacos para que no mataran a sus rehenes. Durante sus 30 años de servicio en la policía, se encargó de 26 investigaciones de homicidio. También investigó tiroteos desde automóviles en marcha, secuestros y sistemas de extorsión.

La regla de oro es tratar a la gente del mismo modo que te gustaría que te trataran a ti. Pero a veces tienes que tomar las riendas. Eres alguien con autoridad. Algunas personas no van a escuchar nada de lo que digas. No importa si están en lo cierto o en un error, simplemente no te harán caso. Primero te prueban para ver tu reacción. ¿Cederás? ¿Te mantendrás firme? Si te mantienes firme, están en problemas. Debes de ser firme aunque solo se trate de hablar con la gente.

La negociación en una toma de rehenes es un nivel completamente distinto. En algunos aspectos, si amenazan con matar a alguien, es como si esta persona amenazara con saltar de un puente o clavar un cuchillo en su propio cuello. He lidiado con personas con el pecho desnudo y un pañuelo atado en la cabeza, inclinados frente al filo de una espada samurái y diciendo: “Si cruzas la puerta, voy a clavarme esta espada”. Y uno piensa: “Bueno, mira, aquí afuera hay una ambulancia. Si lo haces, te va a doler mucho. Es probable que no mueras. Si lo haces, voy a tener que entrar. No me voy a ir a ninguna parte”.

He ido en camiones blindados para ponerme frente a la ventana de alguna persona armada que estaba gritando que iba a abrir la llave del gas para suicidarse y matar a todos los rehenes. Sería fácil rendirse, pero no. Es una situación en la que piensas: “Mira, no nos vamos a ir; no vas a matar a nadie; se cerró el paso del gas en toda la calle para que no hagas nada. El camión está blindado, así que no nos vas a hacer daño”. Después de un rato se cansan y ceden.

Por suerte, nunca he estado en una situación en la que he perdido y alguien ha muerto —ya sea que se suiciden o que estén secuestrados o algo similar. No sé cómo me lo monté.

Hablar con alguien es diferente. El silencio es una parte importante en las conversaciones. Hace que la gente se sienta incómoda. Conozco a algunos abogados que le dan patadas a su cliente por debajo de la mesa cuando empiezan a confesar para recordarles que se callen.

Ilustración por Cei Willis

UN PORTERO DE DISCOTECA, ANTIGUO ULTRA DE UN EQUIPO DE FÚTBOL

Phil, antes era ultra de un equipo de fútbol y ahora es portero de discoteca a tiempo parcial. Le “encanta pelear”. Asegura que la edad, las heridas y la necesidad de conseguir un trabajo estable le enseñaron a resolver un conflicto sin recurrir a los golpes, más o menos.

Tiene que parecer que no tienes miedo y que estás dispuesto a todo. Hace unos años, salí a divertirme por la noche y vi a un sujeto que tenía fama de ser muy duro. Me había metido coca y me puse a tocarle los huevos.

Comencé a coquetear con su novia delante de él y cuando se cabreó, le pregunté qué era lo que iba a hacer al respecto. Pasó de mi. Un rato después, cuando lo vi en la barra, lo empujé, cogí su bebida y se la tiré en los zapatos. Me quedé ahí delante de él, sonriendo.

Se volvió a ir y yo volví a sentirme satisfecho conmigo mismo. De pronto, cuando estaba sentado, me golpeó en la nuca con una silla. Lo sacaron a la fuerza antes de que pudiera pillarlo, pero le advertí al imbécil que iba a averiguar dónde vivía.

[En esta parte del relato de Phil, le comenté que al parecer sus tácticas fueron un completo fracaso. Phil insistió que fue una prueba de que el sujeto tenía miedo de pelear frente a frente y lo que yo tenía que hacer era callarme y dejarlo hablar.]

Me lo encontré unas semanas más tarde pero esta vez yo no estaba drogado. No me dieron ganas de molestarlo otra vez, entonces simplemente me acerqué y le pedí que me invitara a un trago, y lo hizo. Cuando me pasó el vaso, le dije que estaba encantado de que fuéramos amigos. Con eso fue suficiente.

Si trabajas como portero de discoteca, es necesario que vayas al gimnasio para parecer fuerte. Es mejor que te vean como un tío enorme. También debes aprender algunas llaves y meterte en algunas peleas antes para tener confianza. Practica artes marciales o algo por el estilo. Que no te de miedo invadir el espacio personal de la gente, empújalos y no los dejes pasar.

Asustarlos y decirles cosas raras también sirve. Por ejemplo, si alguien quiere discutir contigo y te está molestando, pregúntale de qué signo es, pero grítalo. Luego pregúntale también gritando cuánto le mide la polla.

Foto por Moby

UN GUARDIA DE SEGURIDAD DE UN SUPERMERCADO

Danny nació en Nigeria y llegó a Inglaterra con una visa de estudiante buscando una vida mejor. Ahora trabaja en un supermercado de un barrio pobre y superpoblado de Londres, donde pillar ladrones de tiendas está muy abajo en la lista de prioridades de la policía. El supermercado no es nada comparado con lo que había vivido en Lagos, aunque poco después se dio cuenta de que su propio estilo de justicia nigeriana le iba a ser muy útil.

Había un chico que venía de vez en cuando, robaba algunas cosas y huía. Un día me metió en problemas, algo que no me pareció nada divertido. Como siempre, metió algunos productos en su carrito —tomates, arroz y demás— y una botella de whisky en los pantalones. Yo lo estaba viendo desde la cámara. Salí de mi oficina en cuanto llegó a la caja registradora. Cuando llegué, ya se había ido sin pagar la botella. El gerente estaba furioso pero yo le dije: “Ya volverá”.

Regresó unas semanas después. Lo mismo de siempre, pilló un whisky. Ni siquiera esperé a que llegara a la caja registradora. Apenas metió la botella a los pantalones, me acerqué y le dije: “Oye, ¿podrías darme eso?”, y él me respondió: “lo voy a volver a dejar en la repisa”. Después le dije: “No, no, no, ¿tienes dinero para pagar todas las botellas que te has robado?”

Entre el otro guardia y yo nos lo llevamos a la oficina del director. Lo registramos pero lo único que llevaba era unos cuantos céntimos. Le dije: “¿Cómo vas a pagar el whisky con céntimos? Voy a tener que quitarte algo. Si nos pagas, te devolveremos tus cosas. Me gustan tus zapatos”. El tipo se estaba comportando como un idiota, así que le dije: “También me gustan tus pantalones, incluyendo el cinturón, y si te los voy a quitar, tendré que noquearte antes porque no quiero pelear”. También quería quitarle los calzoncillos pero no me gustaban. Se quitó las cosas y luego le pegunté: “¿Vas a volver para pagar lo que debes?” Dijo que volvería en un momento. Era enero y hacía demasiado frío. Entonces le dije: “Date prisa”.

Un día llegó otro chico e hizo lo mismo de siempre, robar artículos y asustar a la gente. Lo detuve. En la oficina le dije: “¿Tienes con qué pagar?”. Claro que no tenía. Cuando lo registré, lo único que tenía era su pasaporte, así que me quedé con él. Creo que sigue en la oficina del director. Nunca lo volví a ver.

Foto por Giorgi Nieberidze

UN NARCOTRAFICANTE

Marlon tiene 30 años y una larga trayectoria como narcotraficante. La intimidación ha sido parte de su vida diaria desde que empezó a vender marihuana cerca de la orilla del canal Grand Union, en Inglaterra, en la década de los 90.

Si estás tratando con un comprador en la calle, hay un equilibrio de poder. Es muy fácil intimidar a alguien que ya se ha puesto en una situación vulnerable al decidir comprar drogas.

La mayoría de las veces no es necesaria la violencia para asustar a alguien, solo necesitas amenazarlo con usar la violencia.

Depende de quién sea tu objetivo. Antes, tenía unos vecinos que espiaban desde las ventanas pero era fácil asustarlos, simplemente les decía que se largaran, que mantuvieran sus cortinas cerradas y que no salieran de casa.

Mi negocio depende del control del crédito que les doy a mis clientes. Utilizo diferentes niveles de intimidación. El primer nivel es ser amable. Como si fuera un empleado del banco que se encarga de cobrar. Llamo constantemente y envío mensajes de texto. En general, no necesito más para hacer que los chicos de clase media me paguen. Después, si eso no funciona, los amenazo con la violencia. Normalmente con eso basta.

La mayoría de la gente se congela cuando está frente a frente con la violencia a sangre fría. Solo necesito darles una hostia en la cara para sacarlos de su zona de confort. La rapidez con la que pasas de ser un amigo a un enemigo es lo que asusta a las personas. He visto a hombres que se mueren de miedo solo con eso.

Si un dealer me debe dinero y no tiene cómo pagarme, sabe que le espera una hostia. Si alguien me roba, sabe que le espera una paliza. Aunque lo parezca, no es al azar. Pero nada de esto es comparable con lo que pasa con los que luchan conmigo por el territorio. No se trata solo de números o armas, también se requiere confianza, necesitas un elemento sorpresa; eso es lo que intimida a la gente.

El poder es hacer que la gente sepa que no vas a ceder. La última vez que alguien quiso ganarme en mi juego, entramos en guerra. En cuestión de horas ya habíamos secuestrado a dos enemigos y volado las ventanas de la casa de algún familiar cercano de alguien de su banda con una escopeta recortada. Seguimos atacándolos hasta que se rindieron.

Pero la intimidación no solo se trata de violencia. Si tienes información secreta sobre alguien, puedes amenazarlo. Este juego se trata de amenazar con darle información a la policía o al departamento de inmigración, o de amenazar a los familiares que viven en el extranjero. Es un juego sucio; todos lo saben.

Esta sección fue escrita por Max Daly.

UNA DRAG QUEEN

De día, Mercedes Bendses supervisor de trabajadores de la construcción; de noche, es parte de la escena drag de Brighton. Mercedes ha tenido que lidiar con un gran número de borrachos con miradas lascivas y hombres morbosos. A ella le gusta utilizar una serie de armas que no son exclusivas de un solo género para enfrentarse a los misóginos, ya sea en su trabajo o en el bar.

Las drag queens pueden ser aterradoras. Yo también lo soy. Claro, no lo hago por gusto, solo lo hago cuando es necesario. Hay algo perturbador en alguien que parece tan femenino pero que puede agredirte físicamente como lo haría un hombre. Las mujeres son muy buenas para torturar la mente, mientras que los hombres son buenos para golpear. La combinación de estas dos armas logra un efecto muy poderoso.

Yo solía trabajar en un bar de Brighton, Inglaterra, en el que se hacían despedidas de soltero y de soltera. A este bar entraban hombres heterosexuales que en general se habrían burlado de los gais. Si no llevara puesto mi disfraz, habrían podido intimidarme. El disfraz es como una armadura que me da una ventaja.

Las obras también pueden ser lugares muy agresivos. Pero solo se trata de ladrar lo más fuerte posible. La mayoría de los que realizan trabajos físicos y quieren causar problemas suelen ser personas muy simples. Para intimidarlos, solo tienes que decir unas cuantas palabras.

Lo más importante es la forma de hablar. Mi actitud es directa. Te cerraría la boca con una sola frase, corazón. Cuando empecé a trabajar, me hacían muchos comentarios, pero les respondía tan rápido que los callaba de una manera divertida.

Cuando alguien intenta algo conmigo —que ha pasado muchas veces—, simplemente le doy la vuelta. Nunca he sido tímida en ese sentido. “Vamos, corazón. Hay que hacerlo. Sácalo”. Y en ese momento se vuelven unos pequeños niños nerviosos. Por ejemplo, una vez un tío negro se puso detrás de mí y me empezó a tocar. Me di la vuelta y le dije: “Nunca lo he hecho con un negro. ¿Te gustaría intentarlo?”

He provocado muchas peleas en los bares porque la gente me intimida por mi sexualidad. Una vez en un bar, llegó un tipo con un grupo de amigos. Al parecer le gusté mucho. Y de pronto, así de la nada, empezaron a pelearse. Su hermano se enfadó porque me estaba prestando demasiada atención. Gritaba: “Mi hermano no se va a ir a casa con una drag queen”. El barman también entró a la pelea y empezó a golpear a todos en la cara. Yo me metí completamente disfrazada.