Nunca había dado un beso negro. Y no porque alguien me dijera que estaba mal, simplemente no había sentido esa curiosidad. Mi pareja y yo queríamos un descanso de la ciudad, así que nos fuimos al paraíso más cercano: Acapulco. Tal vez fue el calor, la relajación extendida o las cervezas, pero al poner un pie en la playa, mi ímpetu sexual se puso alerta y despertó.
Siempre he sido una obsesiva con los olores, los propios y ajenos, y para mi suerte la brisa destapó mi nariz aún más. Llegamos al hotel. Un engaño, por cierto, nada qué ver con las fotos (el padecer de los viajeros apresurados). Desperté bajo su axila. Después de aspirar muy fuerte, y sin detenerme a pensar, la lamí. Fue casi instintivo, también extraño porque antes, la sola idea me parecía asquerosa. Pero no pude evitarlo, olía delicioso, a sudor, a sal de mar y a él. Me excitó tanto que de inmediato bajé mi mano y empecé a buscar.
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Me encontré con su pene erecto. Me sentí húmeda. Comencé a masturbarlo. Poco a poco, a buen ritmo, de arriba a abajo. Mi ímpetu crecía. Me bajé y se la chupé. Lo masturbaba y lo lamía al mismo tiempo. Eso me calentó todavía más.
De un segundo a otro, sin planearlo siquiera, mi lengua pasó de sus testículos a su perineo. Y del perineo al inicio de su ano.
Sentir la punta de mi lengua vagando entre sus pliegues y entre sus nalgas me volvió loca de deseo. El aroma, la intimidad, la extraña conexión que experimenté en ese momento con él. Me sentí poderosa. Lo tenía frente a mí, a mi disposición, con las piernas abiertas y gimiendo de placer. Era yo quien llevaba el control, quien piloteaba esa máquina provocadora de orgasmos.
“Creo que esto está raro”, me dijo un poco incómodo y nos detuvimos. “Pensé que te estaba gustando”, contesté sorprendida. “Sí, pero me siento raro”. Con esa respuesta plagada de tabúes terminó el jugueteo sexual durante algunos minutos.
Le pedí que me permitiera explorar y que cuando se sintiera incómodo, pararía. Nos pusimos en la posición del 69. No me pidió que me detuviera. Terminé en su boca y él entre mis senos. El mejor orgasmo compartido.
Tumbados en la cama nos miramos. Habíamos pasado nuestros límites sexuales, sin tapujos, sin miedos. Placer puro.
Si quieres intentarlo, estos son algunos consejos para que tu primer beso negro sea un éxito:
Primero lo primero. Un beso negro o anilingus, es la estimulación erótica del ano con la lengua. La práctica, realizada de manera correcta, puede generar sensaciones sumamente placenteras. Sin embargo, uno de los grandes retos no es sólo provocar placer, sino sentir placer al hacerlo.
El ano es una zona sumamente sensible debido a las tantas terminaciones nerviosas que tiene. El beso negro facilita la relajación del ano y fomenta la excitación (lo recomiendo ampliamente a manera de sedante nervioso) previo al sexo anal o el fisting anal (introducción total o parcial de la mano).
Para muchísimas personas esta práctica sexual continúa siendo un tabú. En el caso de los hombres, puede llegar a relacionarse con la homosexualidad; con las mujeres, a un sometimiento denigrante o hasta humillante. En otros casos, la sola idea provoca cierta animadversión por tratarse de una “zona no higiénica”.
Si dejaste de lado los tabúes y vas a recibir un beso negro, lava muy bien el área para remover por completo cualquier olor o residuo fecal; lávalo después de la práctica.
La depilación de la zona es opcional, depende del gusto personal. Ojo, si te cortas durante la depilación, deja que la zona sane antes de llevar a cabo la práctica.
Hay quien prefiere evitar las bebidas gaseosas o los alimentos pesados para disminuir los gases involuntarios. Igual, depende de la persona y de la confianza que haya con la pareja.
Si tú darás el beso negro, lo principal y más importante es usar un protector de lengua o un preservativo. Esta idea te puede sonar poco atractiva, pero es la manera más efectiva de protegerte de alguna enfermedad de transmisión sexual como herpes, VIH o hepatitis. Lávate muy bien la boca antes y después de la práctica.
Recuerda hacerlo siempre con el consentimiento de tu pareja (si te dice que no, que mejor otro día, ni modo, a veces se gana, a veces se pierde). Prohibido dar mordiscos y estimular con las uñas largas. Hay que ser muy cuidadosos, se trata de una zona bastante delicada.
El jugueteo puede iniciar desde que toman el baño juntos y la manera más sencilla de hacerlo, según mi experiencia, es después del sexo oral, pues de ahí te puedes ir sigilosamente al ano. No olvides esto: Dar lengüetazos largos y pequeños.
Hacer movimientos circulares con la punta de la lengua alrededor de los pliegues del ano. Masajear con la lengua y chupar con la boca. Dicen que los besos tronados se sienten muy bien, yo todavía no los pruebo.
Si lo que quieres hacer es irte directo al punto, recomiendo dar un suave masaje en el ano con los dedos húmedos (usando dedales de látex y lubricante) para que al acercar la lengua no se sienta extraño.
Disfruta tu sexualidad y olvida los tapujos morales.