Imagina que estás con otra persona escuchando un disco de Phil Collins y comentas que la canción “Sussudio” te gusta. En mitad de la noche, esta otra persona entra pegando saltos a tu habitación con “Sussudio” a todo volumen. Cuando le preguntas qué demonios está haciendo, responde algo parecido a “pero antes has dicho que la canción te gustaba, pensé que te gustaría escucharla siempre, en cualquier momento”.
O imagínate que es tarde y le preguntas a alguien si le apetece un poco de zumo recién exprimido y fresquito. Mientras seleccionas, cortas y exprimes cuidadosamente unas naranjas, te das cuenta de que ese alguien se ha dormido, o quizás haya empezado a beberse el zumo pero no ha querido terminárselo todo. No obligas a esa persona a beberse el zumo, ¿verdad?
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Ahora sustituye “Sussudio” y “zumo” por sexo. Las situaciones pueden ser bastante diferentes. Pero no obligar a una persona a hacer una cosa –ya sea escuchar Phil Collins o obligarla a beber zumo de naranja– es algo que simplemente forma parte de las habilidades sociales que hemos aprendido y son necesarias para vivir en sociedad. Así que, ¿por qué no hacemos lo mismo cuando se trata de sexo?
Todos y todas tenemos historias en las que un fallo de comunicación propició que una experiencia sexual fuera, como mínimo, confusa o incluso indeseable. Quizás seguiste adelante con algo porque sentiste la presión de hacerlo; quizás la otra persona estaba tan borracha que no podías saber lo que de verdad le apetecía; o quizás después de llevar años acostándote con la misma persona diste por supuesto que probar algo nuevo y distinto en la cama sería totalmente aceptable.
La buena noticia es que hay una manera de establecer con claridad si todas las partes involucradas en un acto sexual participan porque quieren y en total libertad: se llama consentimiento.
¿Que es el consentimiento? El consentimiento se define como el acuerdo verbal para participar en un acto sexual. El consentimiento es una manera de establecer si todas las partes involucradas en la relación sexual lo hacen a gusto, de forma sana y consciente. Porque lo contrario de a gusto, sano y consciente jamás es aceptable. De hecho, muchas veces es peligroso.
¿Por qué necesitamos el consentimiento? Desgraciadamente, el sexo no consentido forma parte del día a día de nuestra cultura. Según la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, una de cada cinco mujeres españolas han sufrido violencia sexual en algún momento de su vida y, a mayor escala, una de cada dos mujeres europeas. El Código Penal español hace referencia a la edad de consentimiento y, en su reforma de 2015, la elevó de 13 a 16 años.
Con tal de combatir el sexo no consentido y acabar con la cultura de la violación, debemos ampliar y crear unas pautas precisas hacia la cultura del consentimiento.
Combatir la cultura de la violación con la cultura del consentimiento
Según las estadísticas, “aproximadamente cuatro de cada cinco violaciones fueron cometidas por alguien que la víctima conocía. El 82 % de los asaltos sexuales fueron cometidos por un conocido. El 47 % de los violadores son amigos o conocidos. Un 25 % es gente íntima”. Estos datos son la muestra de que hacen falta unos límites que dejen claro qué constituye una relación sana y una insana. Ver que tantas violaciones y agresiones sexuales sucedan entre gente que ya tiene algún tipo de relación hace pensar que educar sobre el consentimiento pueda asegurarnos que estas relaciones nunca crucen a territorio violento.
Acabar con la cultura de la violación y de la agresión sexual significa dirigirse a esos posibles infractores. No se trata de educar a las mujeres –y a la gente en general– sobre cómo no ser violadas, sino de educar a todo el mundo a cómo no hay que violar y abusar. Aprender a pedir permiso y saber comunicar cómo queremos que nuestros cuerpos interactúen es la idea básica sobre la cual hay que construir un movimiento fuerte para llegar a unos derechos sexuales fundamentales.
Las sutilezas del sexo
Hay situaciones en las que una persona sigue adelante con un acto sexual o fuerza físicamente un acto sexual después de que le hayan dicho ‘no’: esto es un claro acto de violación y violencia sexual. Pero a veces la línea entre el sí y el no puede parecer confusa, o sutil. Esta es la razón por la que establecer consentimiento verbal es absolutamente esencial.
Con la emoción del momento también se nos puede hacer difícil pensar con claridad. Por ello, es muy importante tener, de antemano, buen conocimiento sobre qué es el consentimiento. Como con cualquier otra cosa, con la práctica, el proceso dialéctico de pensar y pedir y recibir permiso se convierte en algo más y más simple y natural. Y hay cosas peores que practicar cómo tener buen sexo.
Cuando se trata de sexo, entran en juego todo tipo de presiones sociales, especialmente para la mujer. Muchas veces, las mujeres acceden a tener relaciones sexuales porque se sienten culpables al decir ‘no’, se sienten presionadas por su pareja o no están del todo seguras de cómo parar esa situación que se está dando. Creando un sistema abierto de comunicación hay más oportunidades para que la gente se sienta empoderada para poder dirigir su experiencia tal y cómo mejor le sienta.
El principal objetivo del sexo es que todas las personas involucradas lo disfruten por igual. El término consentimiento proviene de la palabra consenso, la cual significa acuerdo mutuo, una forma infalible de asegurar la igualdad.
¿Quién debe recibir consentimiento?
Es importante remarcar que el consentimiento debe ser alcanzado en todo tipo de parejas y para cualquier tipo de relación sexual; besar, tocar, al igual que para la penetración. Tanto si se trata de una, o varias, pareja(s) de una noche, o con la que llevas 43 años, el consentimiento es algo que nunca debe olvidarse ni darse por hecho. Darte la vuelta en la cama que hace diez años que compartes con una persona y esperar que tu pareja, que no está interesada, satisfaga tus necesidades es sexo no consentido. Despertarte después de una noche de sexo salvaje y consentido y asumir que querrán repetir por la mañana es sexo no consentido. Hay que marcar una línea severa entre el placer y el abuso.
Cómo recibir consentimiento
No os preocupéis, recibir consentimiento es fácil.
- Es responsabilidad de la persona que busca o inicia el sexo o cualquier acto sexual –ya sea besar, tocar, etc.– obtener consentimiento. La persona que recibe el sexo nunca puede ser culpada o responsabilizada por las acciones del otro.
- Asegúrate de que la persona en cuestión sea capaz de dar consentimiento: si está drogada, muy borracha, durmiendo o inconsciente, no se le considera capaz de dar consentimiento.
- Haz preguntas tipo, “¿estás a gusto?”, “¿te mola?, ” ¿te puedo tocar aquí?”, “¿está bien esto?”. Si la respuesta es no, silencio, neutral o cualquier cosa que no sea un ‘sí’, debes parar de inmediato.
- Cualquier tipo de presión para que la persona diga que ‘sí’ invalida la respuesta.
- Y cada vez que se empiece una nueva relación sexual, o algún tipo de actividad sexual, asegúrate de recibir consentimiento.
- Durante el sexo presta atención a las expresiones físicas y verbales de tu(s) pareja(s). Si en algún momento parece que le está doliendo, no está contenta, o esta molesta, pregunta si está bien y espera a recibir un ‘sí’ antes de continuar.
Cómo dar consentimiento
En la cultura del consentimiento, ‘sí’ siempre significa sí y ‘no’ siempre significa no. Siempre tienes derecho a decir no, a parar, a esperar, etc. y a ser oído. Tu cuerpo es tuyo y tú eres la única persona que decide qué hacer con él.
- Dar consentimiento se hace dando un ‘sí’ claro.
- Silencio, no responder, ‘quizás’, indecisión o ‘no’, no es consentimiento.
- El ‘sí’ puede cambiar a ‘no’ en cualquier momento y esa persona no está en ningún modo obligada a seguir.
Recibir consentimiento total de alguien es como completar un puzzle. Cuando recibes un ‘sí’ afirmativo o un ‘claro que sí’ o, por ejemplo, un ‘joooooder, sí!’ puedes estar seguro de que la puerta está totalmente abierta y que todas las partes involucradas podrán participar de lleno, sin dubitaciones, sabiendo que la otra persona está a gusto. Si lo piensas, recibir consentimiento muchas veces, básicamente, es ser un buen amante: comunicarte, observar, y estar interesado en el placer de tu pareja. Y ¿quién no quiere tener unas cuantas estrellitas doradas colgando de la cabecera de su cama?
Traducción de Núria Curran i Valls