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Contra la búsqueda de la felicidad

Contra la búsqueda de la felicidad

En la última semana de diciembre de 1999, un grupo de investigadores envió un correo electrónico a amigos, colegas y varios de los contactos en sus listas de correo para preguntarles sobre sus planes para la víspera de Año Nuevo. Registraron qué tan grande era la fiesta a la que esas personas planeaba asistir, cuánto esperaban divertirse y cuánto tiempo y dinero dedicarían a la festividad. Esta encuesta no fue, como podría parecer, un intento por encontrar la más alocada y estridente fiesta de fin de año, sino un intento de captar la naturaleza fugaz del placer y la felicidad.

De las 475 personas que respondieron en ese estudio de campo, el 83 por ciento se sintió decepcionado con su noche. Lo mucho que esperaban divertirse y la cantidad de tiempo que dedicaron a prepararse, predecía su decepción.

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Cualquiera que haya esperado ansiosamente días especiales como cumpleaños, vacaciones, días festivos o, digamos, “el spring break“, sabe que estos placeres tan anticipados pueden resultar en una decepción. La felicidad, el placer y la diversión que esperamos no están a la altura de la realidad. Este fenómeno tiene un nombre: la paradoja del hedonismo o, a veces, la paradoja de la felicidad. Se trata de la observación extraña pero persistente de que el placer a menudo se desvanece cuando lo buscas deliberadamente. En pocas palabras, si te esfuerzas demasiado por alcanzar la felicidad, el resultado es la infelicidad.

“Si estás resoplando, bufando y tratando con todas tus fuerzas de atrapar mariposas, simplemente volarán lejos de ti y no las podrás atrapar”, dijo Dan Weijers, profesor de filosofía en la Universidad de Waikato, Nueva Zelanda,  y coeditor del International Journal of Wellbeing. “Pero si te sientas en silencio, preferiblemente en posición de loto, la mariposa podría posarse en tu hombro por sí misma; la mariposa es la felicidad”.

La paradoja del hedonismo es especialmente frustrante debido al énfasis que se pone culturalmente en ser feliz, no solo como el estado emocional ideal, sino como un indicador del éxito personal y profesional individual. “[Una] de las piedras angulares del pensamiento occidental es la suposición de que la búsqueda explícita de la felicidad es y debe ser una fuente primaria de la motivación humana”, escribieron los autores del estudio sobre la fiesta de fin de año. Pero dado que buscar la felicidad de manera explícita suele ser contraproducente, el hacerlo puede provocar caer en lo que un artículo de investigación llamó una “espiral de búsqueda de la felicidad”.

Ahora que las personas vuelven a la vida después de más de un año de confinamiento y buscan niveles elevados de felicidad y placer, la paradoja del hedonismo es un recordatorio amistoso de que es completamente normal que esa ambición nos dé el resultado opuesto. La investigación psicológica puede ayudar a explicar por qué: La paradoja surge de una mezcla entre expectativas elevadas, pérdida de atención en las actividades significativas, nociones individualistas de la felicidad y posiblemente la naturaleza misma del placer en sí. Aún así, simplemente con saber que la paradoja hedónica existe es posible encontrar formas de evitar estrellarse con ella.

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En una serie de sermones en la década de 1700, el filósofo y obispo Joseph Butler fue uno de los primeros en describir la paradoja del hedonismo. Dijo que si la felicidad propia “nos absorbe por completo y no deja lugar para ningún otro principio, en definitiva es imposible alcanzar la felicidad o algún tipo de gozo”. A mediados del siglo XIX, el filósofo John Stuart Mill escribió algo similar en su autobiografía: “Pregúntate si eres feliz y dejarás de serlo”. Casi 100 años después, el psicoanalista Viktor Frankl escribió en su libro El hombre en busca de sentido: “La felicidad no se puede perseguir; debe sobrevenir”.

Esta antigua intuición ya ha sido validada por docenas de estudios psicológicos. Cuando el deseo de ser feliz se convierte en el objetivo absoluto, con seguridad las personas se sentirán menos felices. “Y correrán mayor riesgo de desarrollar problemas clínicos del estado de ánimo, lo cual es un hallazgo ineludible”, dijo June Gruber, profesora asociada de psicología y neurociencia en la Universidad de Colorado, en EUA.

Los psicólogos han tratado de desentrañar por qué los intentos deliberados de alcanzar la felicidad nos hacen infelices. Pero, en realidad, se trata menos de una paradoja y más de una “ironía empírica”, como señalaron el filósofo Weijers y su estudiante de doctorado Lorenzo Buscicchi en un artículo de The Conversation: “Normalmente, las cosas valiosas se logran al esforzarse por ellas, pero según la sabiduría ancestral, la felicidad no sigue esta norma”.

Hay varias explicaciones, y es probable que todas influyan. Una es que las personas buscan la felicidad de manera incorrecta, porque no son muy buenas para predecir lo que realmente las hará felices. Alexander Dietz, profesor de filosofía en la Universidad de Cardiff, en Reino Unido, llama a esto el recuento de la incompetencia. Por ejemplo, las personas pueden pensar que obtener un ascenso las llevará a la felicidad. El problema aquí es que centran su atención en el momento en que reciben la noticia de su promoción y cómo se sentirá ese momento, y luego asumen que ese sentimiento de felicidad durará indefinidamente, cuando en realidad se desvanecerá muy pronto.

Los psicólogos sociales Daniel Gilbert y Timothy Wilson han descrito un fenómeno similar llamado dtg//GILBERT%20&%20WILSON%20%282007%29%20PROSPECTION.pdf” target=”_blank” rel=”noopener”>empleando simulaciones mentales a las que podrían faltarles pistas contextuales importantes o que han sido influidas por cómo nos sentimos en el momento. “Por ejemplo, una persona hambrienta puede creer erróneamente que disfrutará desayunar espagueti al día siguiente, y una persona saciada puede creer también erróneamente que le desagradará cenar espagueti al día siguiente”, escribieron Gilbert y Wilson en un artículo de 2007.

Cuando las personas intentan explícitamente alcanzar la felicidad, suelen experimentar las actividades, eventos o interacciones como un medio para un fin emocional. “Las actividades tienden a hacernos más felices cuando las llevamos a cabo solo por el placer de hacerlas, sin el objetivo expreso de querer que nos hagan felices”, dijo Iris Mauss, psicóloga social de la Universidad de California, en EUA.

Si vas a un concierto y tu motivación es escuchar la música, es probable que alcances ese objetivo con solo acudir al concierto. Pero si tu objetivo para ir al concierto es “ser feliz”, entonces escuchar la música ya no es la razón principal para asistir. Esto distrae tu atención de lo que estás haciendo (experimentar un concierto) y te lleva a examinar cuidadosamente si estás feliz o no en un momento dado. Entonces terminas haciendo comparaciones entre tu estado emocional actual y un estado hipotético “más feliz”.

“Durante ese momento, es mejor no pensar en ello”, dijo Weijers. Si quieres considerar el efecto que tiene en tu felicidad lo que haces, dijo, puedes recordarlo más tarde, saborear y sentir gratitud por lo sucedido y reflexionar sobre si contribuyó a tu felicidad en general. Si lo haces después de que ya haya pasado el momento, es mucho menos probable que arruines la felicidad que ya experimentaste.

“La felicidad es algo que en general tiende a invadirnos cuando no estamos pensando en ella”, dijo George Loewenstein, profesor de economía y psicología en la Universidad Carnegie Mellon, en EUA. “Enfocarnos en ser felices y comenzar a medir nuestra felicidad es una forma de autoconciencia que es contraproducente”.

Otra causa importante de la paradoja hedónica es que, cuando la felicidad es el objetivo principal, las personas tienden a establecer estándares de felicidad bastante altos para sí mismas. Los estándares altos hacen que sea más fácil decepcionarse. “Cuanto más deseamos la felicidad, más nos obsesiona la idea de no alcanzarla”, dijo Gruber. “Notamos una diferencia entre dónde estamos y dónde queremos estar, y eso puede generarnos angustia”.

Irónicamente, esto puede empeorar en las situaciones más felices, ya que las altas expectativas de felicidad surgen en momentos que se supone que son placenteros, como una fiesta de cumpleaños o la víspera de Año Nuevo; mientras que en circunstancias difíciles o problemáticas, como una pandemia, las personas, por lo general, no tienen altas expectativas o altos estándares de felicidad.

Esto es algo que Epicuro sabía bien. Aunque se cree que el epicureísmo promovía un estilo de vida indulgente, Epicuro en realidad era un filósofo ascético. Creía que la clave de la felicidad era lograr un equilibrio entre tus deseos y tu capacidad para satisfacerlos. Si tienes deseos desmedidos, te dispones a sufrir una decepción. Por eso comía y vivía de manera muy sencilla. Si solo encuentras placer en las comidas copiosas y lujosas, ¿qué sucede cuando no las tienes? Epicuro comprendió esta parte intrínseca de la paradoja: las expectativas espectaculares crean desilusión.

“La felicidad es en gran medida una cuestión de expectativas, no una cuestión de la experiencia objetiva que alguien tiene”, dijo Loewenstein.

En última instancia, la paradoja puede ser un subproducto de la naturaleza de la felicidad y el placer en sí. Dietz dijo que una interpretación del placer es que se produce cuando nuestros deseos son satisfechos: nos sentimos felices cuando queremos algo y luego lo conseguimos. Pero ahí está el problema. “Si lo único que deseas es el placer en sí mismo, estás atrapado en un círculo vicioso”, dijo Dietz. “Necesitas desear otras cosas y satisfacer esos deseos para, entonces, sentir placer”.

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Desear ser feliz, por supuesto, no es algo malo. La paradoja del hedonismo es ajena a la noción de si deberíamos o no buscar tener vidas llenas de placeres, y qué tipo de placeres deberían ser; simplemente decreta que la búsqueda del placer como objetivo principal a menudo trae el resultado opuesto.

Sin embargo, es una verdad ineludible que la paradoja de la felicidad existe en el contexto de una sociedad que pone un énfasis desmedido en la búsqueda y el logro de la felicidad, otra paradoja o ironía empírica en sí misma.

Esta tendencia surgió culturalmente en el siglo XVIII, dijo Darrin McMahon, profesor de historia en Dartmouth College y autor del libro Happiness: A History [Felicidad: la historia]. Por primera vez, la felicidad no era algo que se pudiera lograr mediante la virtud o la devoción religiosa. Más bien, la felicidad era nuestro estado innato, algo que los gobiernos tenían la responsabilidad de proporcionar y mantener, y si no eras feliz, estabas haciendo algo mal.

McMahon dijo que esto se extendió a los siglos XIX y XX. “Cada vez más personas creen que se supone que deben ser felices y que la felicidad es un fenómeno natural”, dijo. “No es como en esas tradiciones de sabiduría milenaria que enseñaban que la felicidad es producto de una vida dedicada al oficio de vivir”.

Por un lado, es liberador que no estemos condenados al sufrimiento y que todos tengamos derecho a buscar la felicidad, dijo McMahon. Pero también crea una situación que McMahon llama “la infelicidad de no ser feliz”, que se agrava si crees que se supone que debes ser feliz.

“Creo que hay una priorización cultural equivocada de la felicidad”, dijo Gruber. “Necesitamos reescribir esas normas y presiones sociales”.

Puede que no solo sea este enorme énfasis en la felicidad lo que nos conduce a la miseria, sino cómo definimos la felicidad. Un hallazgo intrigante es que las actividades sociales no suelen conducirnos a la paradoja de la felicidad, lo que significa que proponernos ser felices con amigos o seres queridos no resulta en grandes decepciones. “No sabemos exactamente por qué es así”, dijo Mauss. Puede deberse a que las actividades sociales tienen un efecto de resonancia: interactúas con otra persona y ella responde de la misma manera.

En un estudio intercultural, Mauss y su ex alumno, el psicólogo de la Universidad de Toronto Brett Ford, y sus colegas descubrieron que todos los participantes del estudio, de Rusia, Alemania, Taiwán, Japón y Estados Unidos, dijeron que la felicidad era importante para ellos. Pero estas culturas presentaban asociaciones diferentes con la felicidad; diferían en su definición de felicidad, unos la consideraban más una búsqueda individual y otros más una búsqueda social.

Las culturas de Asia oriental fueron las más orientadas al aspecto social. Dijeron que encontrar la felicidad se relaciona con la felicidad de sus familias o con convivir con sus amigos. Los rusos tenían una orientación social similar, pero en menor medida; los alemanes les siguieron; y los estadounidenses fueron los menos socialmente orientados.

En la muestra de EUA, entre más valoraban la felicidad, menos felices eran: la paradoja de la felicidad. Hecho que se explica por la falta de orientación social de su idea de felicidad. En cambio, para los asiáticos orientales del estudio ocurrió lo contrario.

“En su caso, no hubo paradoja de la felicidad”, dijo Mauss. “Cuanto más valoraban la felicidad, más felices eran. Lo que es resultado de que conciban la felicidad como algo más socialmente orientado”. Los investigadores concluyeron que “las desventajas de buscar la felicidad pueden ser exclusivas de culturas individualistas como la estadounidense”.

Cuando la felicidad se vuelve demasiado individual y se centra demasiado en nuestras propias emociones personales y cotidianas, positivas o negativas, puede conducir a un bienestar menor, como descubrió un artículo reciente del laboratorio de Mauss, dirigido por Emily Willroth. Esto sugiere que las personas que son capaces de separar lo satisfechas que están con sus vidas de sus emociones diarias son más felices.

“Creemos que ser felices significa que tenemos que deshacernos de nuestras emociones negativas”, dijo Mauss. “Cuando intentamos frenéticamente evitar nuestras emociones negativas, paradójicamente tendemos a profundizar más en ellas”.

Si estás tratando adoptar una vida pospandémica con más diversión, placer y felicidad, podría ser buena idea que te apoyes en tus recursos sociales para hacerlo y que te olvides de los altibajos del día a día. Interésate en el placer y la felicidad de los demás, sugirió Mauss, y en la alegría de interactuar con ellos, en lugar de buscar infructuosamente la felicidad individual y momentánea. La expectativa de que cualquier persona pueda crear intencionalmente su felicidad es una especie de trampa, dijo Mauss, y no solo por la paradoja del hedonismo.

“Primero hacemos que [la felicidad] sea sumamente importante, y luego no fomentamos las condiciones que podrían hacer feliz a la gente: redes de seguridad social, calidad de vida, atención infantil, salarios dignos, etc.”, dijo Mauss. “Transmitimos la idea de que es su responsabilidad personal alcanzar la felicidad por sí solos, y eso crea un terrible dilema en esta cultura en la que vemos la felicidad como un conjunto de logros individuales, como una responsabilidad personal, pero sin darles a las personas las herramientas para realmente poder alcanzarla”.

Decir que queremos ser felices es un deseo complicado. Es una mezcla tanto de las emociones positivas del momento como de la capacidad a largo plazo para prosperar, estar bien, saludable, respaldado y con nuestras necesidades satisfechas. Pero, al igual que en el caso de la paradoja, si el objetivo se vuelve simplemente alcanzar el sentimiento de felicidad y no las actividades en sí que indirectamente podrían generarnos felicidad, es poco probable que logremos mucho.