Artículo publicado originalmente por VICE Reino Unido.
Ya se ha escrito mucho sobre cómo la pandemia de coronavirus ha empeorado la crisis mundial de salud mental. No es una sorpresa: muchos de nosotros hemos pasado los últimos tres meses arrastrando los pies de nuestras casas sin jardín hasta la tienda local más cercana y de regreso. Algunos habrán perdido sus empleos. Otros habrán perdido amigos o familiares. La vida se ha teñido de incertidumbre, nuestras rutinas fueron erradicadas y nuestras relaciones interpersonales se alteraron. Si bien ha habido algo positivo para algunos, las pandemias en general son poco conocidas por sus beneficios para la salud mental.
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Esto no es solo anecdótico. Las estadísticas publicadas hoy por la organización para la salud mental Mind encontraron que el 65 por ciento de los adultos mayores de 25 años y el 75 por ciento de los jóvenes de 13 a 24 años con un problema de salud mental ya existente han reportado un agravamiento de esos problemas durante la pandemia. Más de uno de cada cinco adultos que antes gozaba de buena salud mental ahora dice que su salud mental es mala o muy mala. Aquellos que habitan en viviendas de interés social parecen haber sido particularmente afectados: más de la mitad dijo que su salud mental ahora es es mala o muy mala y el 67 por ciento dijo que su salud mental había empeorado recientemente.
Pero si bien el virus podría pasar al olvido con el descubrimiento de una vacuna, sus repercusiones en la salud mental no pueden desvanecerse con tanta facilidad. No es que, una vez que termine el confinamiento, el bienestar emocional de todos volverá a niveles “neutrales”, sea lo que sea que eso signifique. Como señala la Dra. Dominique Thompson, médica general y experta en salud mental, es probable que las repercusiones en la salud mental de una pandemia sobrevivan al virus en sí. “La dificultad es que probablemente nunca vuelva a ser exactamente como antes”, dice ella. “La pandemia habrá significado que toda una generación de personas se encuentre de luto prematuramente, en todos los rangos de edades”.
“Luego están las repercusiones en quienes realizan los trabajos esenciales”, continúa. “Algunos de ellos habrán pasado por situaciones traumáticas. Para otros ha habido separación, como es el caso de los cuidadores que tuvieron que mudarse a los hogares de las personas que cuidaban o los médicos y enfermeras que no podían volver a casa. Estas son cosas extraordinarias que los humanos hacen para ayudar a otros humanos. Pero causan un impacto. Todavía no sabemos cómo se manifestará exactamente. Sí, existe la posibilidad de traumas a largo plazo, reacciones de duelo tardías, agotamiento tardío”. En otras palabras: las razones para que los problemas de salud mental se agraven durante la pandemia son multifacéticas y extensas, y también es poco probable que desaparezcan de la noche a la mañana.
Para aquellos que buscan ayuda, los servicios públicos de salud mental por lo regular no son lo bastante sólidos como para satisfacer una gran demanda, lo que puede traer graves consecuencias. “Una de cada cuatro personas con las que hablamos para nuestra encuesta dijo que durante la pandemia no pudo acceder a servicios de salud mental”, explica Megan Pennell, directora parlamentaria y de campañas de Mind. “Debido a la crisis, muchos servicios locales se vieron obligados a cerrar, reducir su capacidad o cambiar su forma de operar. No pueden reunirse en persona y a veces ese podía ser el único contacto que alguien tuviera con otras personas. Pensando a futuro, sabemos que muchas de estas organizaciones enfrentan problemas en términos de financiamiento, debido a la cancelación de muchos de sus eventos de recaudación de fondos”.
Al poner todas estas cosas por escrito, como ahora, pareciera que no hay solución posible. Para empezar, los servicios de salud mental ya tenían un financiamiento insuficiente (“comenzamos desde una posición de desventaja”, dice Thompson) desde antes de la pandemia. Pero la situación no es irremediable, solo es urgente. Tras el lanzamiento de las estadísticas sobre salud mental, Mind dice que el gobierno, una vez que termine la pandemia, debe comprometerse a dar atención a la salud mental con la misma intensidad brindada a la salud física.
En última instancia, justo como antes de la pandemia, los servicios de salud mental necesitan contar con los fondos adecuados y una reforma real y tangible. Mind ha esbozado cinco áreas en las que es necesario centrar la atención: invertir en servicios comunitarios, proteger a los que están en mayor riesgo, abordar las desigualdades que enfrentan las personas de bajos recursos, proporcionar una red de seguridad financiera adecuada y flexible para aquellos que no pueden trabajar debido a su salud mental y apoyar de mejor manera a los niños y jóvenes.
“Mucho de esto no es nuevo”, dice Pennell. “Es algo que sabíamos que estaba sucediendo y que, desde hace mucho tiempo, hemos estado pidiendo que sea atendido por el gobierno. La crisis lo ha vuelto aún más urgente y ha evidenciado las brechas que siempre han estado allí y que es fundamental reducir para ayudar a las personas a mantenerse saludables. Es posible que en algún momento se presente una segunda ola de coronavirus, por lo que debemos aprender las lecciones ahora para asegurarnos de que estemos preparados para proteger la salud mental de las personas a largo plazo”.