Burroughs y Ginsberg: una relación gráfica y epistolar que surgió de la Ayahuasca

Presas de intensidades donde lo real cobra una connotación totalmente diferente, las palabras ejercen un sentido ajeno, un sentido cercano a la alucinación y el delirio, que abre la mente y la sensación a impresiones místicas, visiones sagradas y estados afectados como efecto de la inmersión en el mundo de la ayahuasca.

Paisajes de verde brillante reflejan la vegetación tropical de la jungla, la sabana y las montañas. Su acceso no es fácil. Para llegar ahí, a la interzona, hay que transbordar tren, auto, balsa, mula. Controles policiales, revisiones y registros son ventanas a lo que William S. Burroughs describe como “… neurótica hostilidad de su mirada; el miedo y el odio a la vida.”

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Bogotá, Cali, Pasto, Mocoa y Puerto Limón son tan sólo etapas del viaje. Escalas que hacen variar las formas, los elementos y las partículas. A través del uso perverso y diabólico del género epistolar, Burroughs y Allen Ginsberg nos sumergen en una dimensión atravesada por umbrales y devenires. Penetramos y somos penetrados en los azarosos juegos de lo desconocido.

“Estaba oscureciendo cuando llegué a su choza de paja y suelo de tierra, a la hora convenida para tomar la ayahuasca.”

Inmersos en la interzona entablamos la alianza con la magia y lo divino. No hay vuelta atrás, hemos firmado el pacto con el brujo, chamán; él que practica la magia, cura a la gente, prepara el brebaje sagrado entre sorbos de aguardiente, repetidos cánticos y sonidos silbantes que alejan los demonios, los malos espíritus que podrían meterse en la ayahuasca. Todo a su tiempo, no hay prisa, no hay demora, sólo ritual y espera.

La ayahuasca no se fija a ningún método de preparación. Sus efectos son múltiples y variantes, siempre cambiantes y huidizos. Burroughs relata dos modos de preparación. En el método kofa del Putumayo, se cortan las plantas en trozos de aproximadamente veinte centímetros, los cuales se machacan y hierven por un día con una pequeña cantidad de agua, junto con otra planta llamada ololiqui,. Lo que se obtiene de esta mezcla es un líquido concentrado de color negro, de aspecto aceitoso fosforescente. En cambio, en Vaupés cortan un trozo de planta de aproximadamente un metro, lo raspan hasta obtener una corteza, al principio blanca y pulposa, pero que al contacto del aire se torna rojiza. Esta corteza la remojan en un litro de agua fría durante varias horas, luego lo filtran, obteniendo una infusión de agua fría de color rojo pálido.

Una mezcla mística que aturde hasta el olvido. De pronto fragmentos de regresión, reminiscencias ponen en juego al hombre y la naturaleza donde ya no es posible un ser definido. La cúspide del éxtasis y la muerte conduce a la pérdida del aliento y entra en juego lo imaginario, alucinante y extático de una escritura desbordante.

“No era bastante. Necesito más.”

Repentinamente una oleada de vértigo recorre todo el cuerpo. Efectos similares a la anestesia y a la borrachera se apoderan de los sentidos, acompañados de un súbito y violento acceso de náuseas. Desbordante experiencia, que explora a través del lenguaje fascinado por la impresión de la naturaleza lo desconocido de un afecto en el cuerpo cuya potencia conduce a devenires inusitados.

“Seres larvarios desfilaban ante mis ojos envueltos en una neblina azul, emitiendo graznidos obscuros y burlescos…”


Allen Ginsberg, 1992. Cortesía de Stephen Miles.


UFO Doodle, Allen Ginsberg, 1992, Cortesía de Allen Ginsberg Trust.

Los relatos Burroughs-Ginsberg alcanzan un nivel cósmico, dinámico del devenir, estableciendo una comunicación transversal entre lo heterogéneo del tiempo y el espacio. Relatos del devenir que implican una multiplicidad y una metamorfosis que devela la potencia de un afecto, de una brujería de acto chamánico que despierta los monstruos de la imaginación


Allen Ginsberg, 1953, tomada por Wililam S. Burroughs
Cortesía de La Galería Nacional de Arte
Copyright (c) 2010 The Allen Ginsberg LLC. All rights reserved

Relato cósmico en que lo inaudible se hace oír y lo imperceptible aparece tal cual es. Alucinación, delirio e histeria de las palabras capaces de modificar las percepciones en un universo de micropercepciones a través de una escritura capaz de remover, impregnar, contaminar el curso habitual de las cosas.

Ante la ausencia total de coordinación. Insensible, atrapado en una mecanicidad de repeticiones sin sentido, el cuerpo es sacudido descontroladamente. Magnitud intensiva, plagada de desplazamientos y migraciones, un teatro interior de sí mismo, fusión que desborda la interpretación por la experimentación de un arrebato delirante.

“No hay nada que temer. Vaya adelante. Mira. Escucha. Oye. ¿Que tu conciencia de AYHUASCA es más válida que la “Conciencia Normal”? ¿La “Conciencia Normal” de quién?¿Porque volver a eso?¿Porqué te sorprende verme? Estas siguiendo mis pasos. Yo conozco el camino. Y sí, conozco la zona mejor que tú, creo.”

Tal vez la atracción que ejercen las cartas como medio de experimentación-exploración a lo largo de la literatura -de Flaubert a Miller, de Klesit a Kafka- no sea algo totalmente accidental y, en el fondo, es una especie de tránsito entre realidades y virtualidades.


Wililam S. Burroughs, 1953, tomada por Allen Ginsberg . Cortesía de La Galería Nacional de Arte
Copyright (c) 2010 The Allen Ginsberg LLC. All rights reserved.

Las cartas de la ayahuasca son una pieza motora de exploración a través de las singularidades de la Beat Generation. Las cartas son parte integral de la obra de Burroughs y Ginsberg; un engranaje indispensable del que se desprenden ideas más tarde utilizadas en novelas como El almuerzo al desnudo.

Allen Ginsberg and William S Burroughs, Foto por Hank O’Neal

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