Identidad

Las mujeres mexicanas protestan contra los crímenes machistas con performances

“¡Ayuda!, ¡ayuda!”, grita una corpulenta aunque fuerte mujer de avanzada edad que permanece en pie a la orilla de un canal lleno de basura en Chimalhuacán, México. La mujer es Irinea Buendía y está protagonizando una performance callejera mientras sostiene un cartel que reza: “Yo no me suicidé, tú me mataste”. La mujer que aparece en la foto es su hija, Marina. Buendía está rodeada de decenas de mujeres que visten ropa de vivos colores. Todas ellas gritan los nombres de otras mujeres que han sido asesinadas en el Estado de México.

Este canal se ha convertido en el lugar de descanso final de un número indeterminado de mujeres que han sido secuestradas, asesinadas, mutiladas y arrojadas a esas aguas llenas de desechos. El grupo que aquí se reúne está compuesto por varios colectivos feministas que se han adueñado de este hostil entorno y lo han convertido en un teatro al aire libre. Los feminicidios se han convertido en una crisis alarmante dentro de este estado, en el que a lo largo de los últimos diez años se ha asesinado a más de 1.500 mujeres. Se cree que el género de las víctimas es el principal motivo de la mayoría de los asesinatos.

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En todo México, varios grupos de mujeres están empleando el teatro creativo para combatir esta lacra que supone la violencia de género. En Ciudad de México, las Hijas de Violencia disparan a los acosadores callejeros con pistolas de confeti y cantan himnos punk para denunciar el acoso sexual. En Puebla, un estado en el que varias mujeres han sido asesinadas a manos de sus novios y parejas, la organización El Taller ha creado una escuela feminista para ayudar a las mujeres a identificar la violencia dentro de sus relaciones personales.

De vuelta en el canal, Diana Laura López se unta los párpados con maquillaje de purpurina, preparándose para encarnar a una de las mujeres asesinadas. Su rostro está radiante, pero sus motivos para participar en esta performance son muy sombríos. “Asesinaron a mi prima hace dos años, la asesinó la pareja de su mamá”, dijo López, que vive en un municipio cercano. “Esto te hace abrir los ojos y comprender tu situación personal en un contexto político”.

López y un puñado más de mujeres jóvenes comenzaron a participar en las actividades organizadas por Redefem Edomex (Red de Denuncia del Feminicidio en el Estado de México), una organización civil que tiene como objetivo visibilizar los feminicidios mediante “acciones sociales, culturales y políticas”.

“Es importante contar estas historias de otra manera, en México tenemos un estado asesino”, explicó a Broadly Manuel Amador, fundador de Redefem Edomex. “El estado informa de las muertes de estas mujeres limitándose a decir que hay otro cuerpo descuartizado, u otro cuerpo arrojado al vertedero en una bolsa de basura… No escuchamos sus historias, por eso debemos llenar nuestras performances de humanidad”.

Como parte de la performance, las mujeres gritan los nombres de las asesinadas en el Estado de México. Foto por Andalusia Knoll

Redefem Edomex ha llevado a cabo este tipo de performances por todo el estado de México, incluyendo algunas en las que las activistas salen a la calle vestidas como para celebrar su fiesta de quinceañera, pero embadurnadas de maquillaje que imita la sangre, simbolizando que se han “vestido para morir”.

“Es una forma de liberación, un modo de expresarme, de decir lo que pienso, de exteriorizar mis sentimientos, mi postura política y mi estatus social, y de llamar la atención de la gente para que sepan lo que está sucediendo aquí realmente”, afirmó López, dando los últimos retoques a su disfraz.

Karen creció en Cuautitlán Izcalli, otra parte del Estado de México que también cuenta con alarmantes tasas de feminicidios. Por motivos de seguridad no quiso decirnos cuál es su apellido. Todos los días, cuando regresaba a casa desde el colegio, los hombres se sentaban a su lado en el autobús y trataban de tocarla. Una noche, cuando caminaba por un callejón oscuro para llegar a su casa, un hombre la siguió y empezó a masturbarse, pidiéndole que le ayudara. Este fue el acto que la llevó a ella y a un grupo de estudiantes universitarias de teatro a crear Hijas de Violencia, un grupo que emplea las performances para combatir la violencia contra las mujeres.

“Sufrimos violencia constante todos los días, es una forma de dejar claro que existe un gran desequilibrio de poder en los espacios públicos. No importa si te dicen algo positivo o negativo, o lo bonita que eres”, afirmó Karen, “al final lo que sucede es que se están dirigiendo a ti sin tu consentimiento”.

Su primera acción como Hijas de Violencia fue dar un largo paseo armadas con pistolas de plástico llenas de confeti. Cada vez que alguien les silbaba o les acosaba, sacaban su pistola de confeti y apuntaban al sujeto. Las reacciones de los hombres variaron desde el miedo al enfado, pero para las hijas aquello fue un modo de empoderarse, no de cambiar la opinión de los hombres.

Su última acción ha sido crear una balada punk llamada “Sexista Punk” en la que las Hijas denuncian el acoso callejero con los versos: “Eso que tú hiciste hacia mí se llama acoso, si tú me haces eso de esta forma yo respondo / Sexista, machista, ¿qué es lo que tú quieres?

Los vídeos de Hijas de Violencia se han vuelto virales y grupos feministas de todo el mundo han contactado con ellas para imitar sus acciones y traducir la canción, pero los vídeos también han atraído multitud de comentarios negativos y amenazas violentas. Para preservar su seguridad personal, las Hijas no utilizan su apellido y toman precauciones de seguridad digital.

Actualmente están planificando una acción para dar su apoyo a Andrea Noel, periodista freelance y colaboradora de VICE News que fue agredida sexualmente en las calles de Ciudad de México. Noel subió un vídeo de la agresión y lo único que consiguió fue que otros hombres la acosaran en su casa y le enviaran amenazas de muerte a través de internet.

“El acoso callejero no es más que la punta del iceberg, es un tipo de violencia muy normalizado que sucede a plena luz del día porque todo el mundo piensa que no tiene importancia”, indicó Ana, una de las fundadoras de Hijas de Violencia. “Es una cadena, si ellos piensan que pueden decirte lo que les dé la gana, también creen que pueden manosearte y violarte, todo está relacionado”.

En la cercana Puebla, una ciudad colonial situada a 145 kilómetros al sudeste de Ciudad de México, el teatro también ha desempeñado un papel vital en la Escuelita Feminista, creada por la organización El Taller. Puebla, una ciudad ampliamente conservadora donde el aborto sigue siendo ilegal, se ha convertido en el punto de referencia más reciente en lo que respecta a la crisis de feminicidios que asola el país. En menos de tres años, cinco mujeres embarazadas han sido asesinadas, presuntamente a manos de sus novios. Se cree que otra mujer embarazada también fue asesinada y arrojada a un vertedero, pero todavía no se ha hallado su cuerpo. En este mismo período de tiempo, 178 mujeres han sido asesinadas.

En una reciente protesta contra el último asesinato de una mujer embarazada, las licenciadas de la Escuelita Feminista salieron a la calle y llevaron a cabo una clausura simbólica de las instituciones gubernamentales que, según ellas, son cómplices de la violencia de género. “En nuestra Escuelita la gente no solo aprende, sino que también empieza a pasar a la acción”, afirmó la activista Gabriela Cortés, “aunque aquí en Puebla el activismo tiene una reputación nefasta y en el resto de México está criminalizado”.

Las miembros de la Escuelita Feminista permanecen frente a un collage realizado con artículos sexistas extraídos de periódicos y revistas. Foto por Andalusia Knoll

La Escuelita Feminista ofrece un curso de 14 sesiones que combina los principios feministas con métodos populares de educación como el Teatro del oprimido del director brasileño Augusto Boal. Las participantes analizan sus propias relaciones con su familia y sus parejas, aprenden sobre teoría feminista y participan en talleres de autodefensa. La mayoría de las profesoras se identifican como lesbianas feministas, pero la mayoría de las participantes ni siquiera se identifican como feministas cuando llegan por primera vez.

“La Escuelita es una herramienta para combatir los feminicidios, porque hablamos sobre los derechos que tenemos como mujeres. Muchas de las mujeres que participan ni siquiera saben que poseen esos derechos y en los talleres aprenden como identificar esta violencia”, afirmó Fabiola Báleon, una licenciada de esta escuela.

Puebla se ubica geográficamente en lo que se conoce como “la ruta de los traficantes”, donde miles de mujeres han caído presas de los traficantes de personas. A menudo los traficantes seducen a estas mujeres para acabar secuestrándolas y convirtiéndolas en esclavas sexuales. A través de ejercicios interactivos, las moderadoras ayudan a las participantes a identificar mecanismos básicos de control como por ejemplo los novios que controlan sus teléfonos móviles.

“El machismo está profundamente enraizado, se supone que te tienes que enamorar de un príncipe azul que te mantenga durante toda la vida”, explicó Cortés. “El amor romántico te enseña que tu único papel en la vida es ser madre, tener hijos, mantener un hogar y da igual si dejas de lado todos tus objetivos y tus sueños para conseguirlo”.

Las miembros de El Taller tienen muy poca fe en el gobierno y en su capacidad para acabar con la violencia contra las mujeres y con los asesinatos, tienen mucha más fe en su capacidad para elevar la conciencia de las mujeres de modo que puedan defenderse solas, tanto emocionalmente como físicamente. Afirman que, aunque no serán capaces de acabar con el patriarcado ellas solas, cada pequeña acción cuenta.

“No puedes simplemente acercarte un día a tu abuela y decirle ¿Sabes qué, abuela? Dios no existe“, afirmó Cortés. “Pero poco a poco cambiaremos esta situación”.