No sé si los lectores recuerden la época en que Carlos Vives, antes de su abrumador éxito como músico, irrumpió en la televisión colombiana con un magazine cultural de variedades llamado La Tele. Entre los miembros del equipo original, que dirigía Rafael Noguera, estaban unos personajes de talla nacional, como el mismo Vives y Óscar Borda, pero también aparecían dos presentadores desconocidos y jóvenes llamados Martín de Francisco y Santiago Moure, quienes terminarían por darle el estilo final a ese programa emitido en los años noventa.
Con su creciente fama, La Tele supo encontrar un camino original. En resumen: lograron ser una burla sistemática, a veces burda y grosera, del hecho de ser colombiano. Esta condición, así quedó dicho en los términos del programa, la representaban todos los miembros de nuestra sociedad: políticos, actores de televisión, comentaristas y locutores de fútbol; también presentadores de noticieros, reinas de belleza y gente del común: fontaneros y recreacionistas, repartidores de volantes y profesores de tenis.
Videos by VICE
De todos se burlaron.
El programa estaba construido sobre una entrada seguida de sucesivas intervenciones por parte de ambos en un set que se asemejaba a la sala de una casa. Había entre ellas informes sobre la vida cotidiana o entrevistas a personas famosas. Y brillaba la pareja, cada uno con su estilo, intercambiándose a veces con un mordaz corresponsal costeño llamado Alberto Velilla. Hacían dramatizados a manera de burla de las telenovelas de la época (Señorita Isabel, La familia de la Cerda) y remataban con una intervención final.
La cerca, como les dijo una vez Daniel Samper Ospina, la corrieron a tal punto que lo políticamente incorrecto se volvió con ellos una regla cómoda, lo permitido, el espacio lleno de aire para burlarse de poderosos y desprotegidos por igual.
En el video de abajo ustedes pueden ver cómo era una entrada de La Tele hecha por Carlos Vives —”buenas noches, Colombia, buenas noches, mi país amado”— y cómo era una a la usanza de Santiago Moure —”buenas noches, país corrupto, de holgazanes, de haraganes”—. En este enlace podrán ver una entrevista a Fito Páez hecha en dos tandas, también por ambos. En ella se puede ver el contraste entre el proyecto de magazine cultural fresco que tenía en mente Carlos Vives y la propuesta arriesgada de Moure y De Francisco, esa de llevar la mamadera de gallo a un lenguaje corriente, altanero, chistoso.
La Tele, o mejor, la pareja, tuvo una serie de variaciones a medida que el tiempo pasaba. Después de incursionar en la televisión vino el programa radial El Siguiente Programa que, dirigido después por Rafael Noguera, se convirtió en un show de dibujos animados, el primero en su clase, muy influenciado por la estética de Beavis and Butthead y con el protagonismo creciente de otros personajes, como Doña Anciana Decrépita y Cerdo Molina. Sin ponerle adjetivos de más, apenas describiendo los hechos, podría decirse que cada cosa tuvo éxito y que luego la idea, la pareja, murió. El fuego se apagó un día con el amague de agotarse para siempre.
Cada uno se embarcó en proyectos que le costaron críticas. Terminaron, decían los analistas del momento, volviéndose en este siglo lo que tanto criticaron en el pasado: comentarista y locutor deportivo el uno, y actor de telenovelas el otro. En 2010, la revista SoHo se reunió con los dos para pasarles la lupa a sus actividades. El escritor Ricardo Silva les pregunta que si se ellos, juntos, podrían hacer una nueva ronda de lo mismo.
Esto le respondieron.
Santiago: “(…) Tendríamos que partir, eso sí, de lo que somos ahora: repetirlo tal cual sería como quedarnos atrapados en la rebeldía de la adolescencia”.
Martín: “Querría tener las agallas para joder a la gente del poder, pero temo perder la paz que estoy logrando”.
Un capítulo animado de El Siguiente Programa, ‘Futuro Extraordinario’, muestra todo más rápido: la pareja tiene éxito, se pelea, se separa, sus miembros envejecen, y luego vuelven a estar juntos.
Fin.
* * *
La cita fue a las 10:30 de la mañana en un edificio mediano de color ladrillo situado en el barrio La Macarena de Bogotá, donde se encuentran los estudios de la cadena Red +. Los lunes graban el programa La Tele Letal, dirigido por Rafael Noguera, emitido el mismo día a las 9 de la noche y replicado en YouTube a las 10. Lo replican casi entero: 47 minutos de chorro.
A Mateo, el fotógrafo de esta nota, y a mí nos pidieron silencio. “Pueden estar en el set, pero hagan silencio”, nos dijo nuestro gancho con el canal. “Vamos”.
Fuimos.
Tras caminar por unas salas de edición de video con pared de vidrio, en las que unas diez pantallas emitían programas de televisión, entramos a un galpón con dos escenarios: una cocina sin luz, de colores rosado y blanco, abandonada a su suerte de set muerto por algunas horas, y el principal de La Tele Letal, con Martín de Francisco y Santiago Moure sentados ese día en un sofá terminando una entrevista que ya llevaba hora y media al concejal Hollman Morris.
Llegamos hacia el final: en el momento en que el invitado de cada semana da su opinión sobre las fotos de unos personajes que los presentadores le muestran. Hollman habló, por supuesto, de Enrique Peñalosa y Gustavo Petro, entre otros, pero también de él mismo: de los retratos que entregó para un casting de Discovery Channel hace muchos años.
—¿Pero tú ahí te sentías chusco o algo? — le pregunta Martín.
—Estás haciendo cara de chusco — le complementa Santiago.
En la escena se divierte sobre todo Martín, que suelta una risa muda, que emite apenas un chillido cuando arranca y, de resto, es puro aire. La dinámica es esa: uno habla, el otro interrumpe. Así buscan burlarse de su interlocutor.
* * *
Martín de Francisco pronuncia frases largas y se agota. Termina de hablar y respira con fuerza, como queriendo hacerse del aire que llena la habitación. Mueve las manos, se coge el pelo, mira con atención cuando uno pregunta y luego sus ojos se desvían a otra parte. Santiago Moure descansa la mirada detrás de unos anteojos oscuros que no permiten verla, se queda quieto la mayor parte del tiempo, hace chistes a cada respuesta que da. No ríe nunca. Tiene fama de buen ciclista. Cuando terminan mis preguntas, le habla a un camarógrafo sobre una ruta que hace en bicicleta a La Calera.
— ¿Qué ha cambiado en el programa? —les pregunto.
— Hemos cambiado nosotros —me responde primero Martín— porque antes hacíamos mucha referencia a esa burla juvenil y colegial, pueril, que de eso queda algo, pero antes era más acentuada: la burla a los defectos físicos, a Chibchombia, a denigrar un poco más de lo que éramos como colombianos.
—El espíritu de burla sigue, pero ahora está enfocada. Nuestros blancos son personajes que merecen más la burla, como los del poder. Pensamos que ellos deben ser juzgados con una vara más fuerte. De resto, a pesar de las diferencias que nos unen con Martín, lo que acaba de decir me parece perfecto — le sigue Santiago y hace reír a Martín.
— ¿Cómo nació la idea de reencauchar La Tele?
— Gabriel (de las Casas) me llamó — dice Martín de primero— y me dijo que cómo veía una Tele, pero más deportiva. Yo hablé con Santiago y con Rafa. A mí me daba vaina. Yo estuve con muchas dudas de empezar otra vez, porque las segundas partes generalmente no son buenas. Pero Santiago no: a él no le importa eso.
— No, además, yo estoy aquí para despejar dudas —interrumpe Santiago y hace reír a Martín—, para sembrarlas y para despejarlas. Esa duda no estaba sembrada por mí, sino por Martín. Y una duda sembrada por Martín no es sólida: el tiempo demostró que él se equivocaba. Esta segunda parte hasta ahora va muy bien.
“¿Qué ha cambiado en el programa?”, les pregunto. “Hemos cambiado nosotros”, me responde Martín.
Aunque pedí muchas veces las cifras del rating de La Tele Letal, no fue posible obtenerlas. Hay las que se pueden ver fácilmente en la cuenta de Red+ en YouTube, el lugar donde cuelgan los capítulos: el de Claudia López, 200.000 vistas; el de María Fernanda Cabal, 315.000; el de Róbinson Díaz, 170.000; el primero, con Franklin Ramos, 120.000.
Lea también:
No sé si novedoso, pero es raro que un video de esa envergadura (los de La Pulla, por ejemplo, duran entre cinco y seis minutos) tenga tantas reproducciones, tantos comentarios sobre cada sección, tantas interacciones y likes. De un momento a otro se propusieron ser tendencia en Twitter: cada lunes, la cuenta de La Tele Letal en Twitter pide que la gente se una al hashtag del mismo nombre. Hoy ya lo hicieron, por ejemplo.
—¿Cómo escriben los capítulos?
—Nos reunimos los tres— arranca Martín.
— Es importante destacar quién es Rafa (Noguera), ¿no? Es un personaje muy importante en La Tele, pero no es visible. Es el segundo Elvis. El tercer Garzón y Collazos. El sexto Jackson Five — sigue Santiago.
—El quinto Beatle —interrumpe Martín.
—Como el noveno de Los Ocho de Colombia —reanuda Santiago—. Él estructura el programa, centra a los libretos, conduce las ideas a buen término. Porque a nosotros se nos ocurren cosas, pero son fatuas. Y, a veces, imposibles de realizar. Y él centra el programa en la realidad, y le da una proyección que es la que ve la gente. Con poco rigor, realmente. Se trabaja poco, se ríe mucho, pero sabemos maximizar los esfuerzos laborales y llevarlos a esas piezas fabulosas que ustedes conocen.
* * *
Hay público. En cada entrada al escenario principal, después de algún informe o corte a comerciales, se oyen aplausos al unísono, gritos, un breve escándalo. Hay público, pero no es numeroso: entre camarógrafos, técnicos y asistentes, sumaban ese día unos 15. La entrevista, que duró hora y cuarenta minutos, según nos dijo un técnico, ya empezaba a cansar. Se reúnen con un hombre alto por 15 minutos y arrancan desde el principio: saludan al público, hacen una introducción y dan paso al primer informe.
Sin enmendaduras. Sin repeticiones.
El hombre alto, el quinto Beatle, da vueltas por el set hasta que cortan. Luego queda estático enfrente de un televisor para ver el video que sigue: Santiago Moure hace un reportaje sobre el otro trabajo de Martín de Francisco como locutor radial. El hombre alto se para viendo uno de los tres televisores que hay en el hangar con un micrófono largo cerca del rostro: Rafael Noguera ríe cada vez que le da risa. Su risa ambienta todos los segmentos que no se graban en el set.
Apenas termina ese segmento, hay un corte. Los camarógrafos nos advierten que tenemos que aplaudir apenas desaparezca en los televisores la cortinilla que separa cada segmento.
Aplaudimos.
El hombre alto vuelve con la pareja y pregunta: “¿Dónde está Doña Anciana?”. Al lado mío, una asistente le dice al oído a Blanca Ligia que ya es hora. Blanca Ligia, una señora de unos 80 años, pelo blanco, encogida de la espalda, se da la bendición “Señor, que me vaya bien”. Y sale a caminar a paso lento hacia la pareja. Siempre que ellos vuelven a ser pareja, ella está ahí: en El Siguiente Programa, en la obra de teatro Sit Down Tragedy, en esta vuelta con La Tele Letal. Doña Anciana presentaba ese día un informe sobre el ano de los colombianos.
Ella me dijo que está con Martín y Santiago desde la década del noventa, cuando Cerdo Molina —quien no estaba ese día— le sugirió que se presentara en Caracol; me contó que los oyentes del programa de radio fueron los que le pusieron hace años ese apodo por el que es famosa; me advirtió que se comunica, sobre todo, con “Martincito”.
Martincito le grita al oído: “¿Cómo le ha ido, alguna tragedia pendiente?”.
Sería su programa número doce. Hasta hoy tiene 150.000 vistas en Youtube. Dura 48 minutos.
* * *
No sé cuál sea el secreto.
Este programa está diseñado como la televisión de hace 20 años y tiene el éxito de cualquier formato de YouTube moderno. No creo que sea la nostalgia, eso les debió dar para dos emisiones, no para 16. Aunque nació como propuesta deportiva, se fue muy rápido hacia el espectro político: se burlan de Álvaro Uribe (del Innombrable) y de Juan Manuel Santos, y llevan para entrevistar a Claudia López —a quien dejaron hablar con holgura— y a María Fernanda Cabal —a quien arrinconaron a punta de comentarios y preguntas—.
Este programa está diseñado como la televisión de hace 20 años y tiene el éxito de cualquier formato de YouTube moderno.
Se nota que quieren molestar. También se nota que hay políticos que les caen bien. Probablemente el éxito se deba a la segmentación del programa, cuyas partes pueden verse por separado, o a haber descubierto que los formatos largos funcionan si uno les pone dos caras reconocidas, o a la burla de humor negro y la complicidad con el televidente, o a que hablar de manera rudimentaria sigue siendo acertada en estos tiempos.
El país cambió, pero ellos también (tal vez es eso): supieron darles un giro a esas burlas, dejar a un lado “a la gente indefensa”, como me lo confesaron, aceptar que uno “tiene que burlarse de alguien que valga la pena, que haya hecho daño o haga daño”.
No sé cuál sea el secreto.
— Dentro del cruel mundo de los humanos es una constante y una norma que se repite: uno siempre es feliz a costillas de alguien. Y no voy a seguir hablando porque creo que esa debería ser la frase final del reportaje — me dice Santiago.
—Deberíamos agradecerle a Santiago. Ustedes, los jóvenes, agradézcanle — remata Martín.
Lea también: