LA HABANA – El movimiento de protesta cubano que cobró vida el verano pasado está bajo ataque. Una manifestación nacional prevista para el lunes pasado no pudo llevarse a cabo debido a que las fuerzas de seguridad bloquearon las casas de los disidentes, periodistas independientes y artistas de la isla que encabezaban el movimiento. Esto como parte de la continúa represión destinada a garantizar el control gubernamental.
Para el miércoles, el artista y activista de 39 años Yunior García Aguilera tuvo que huir a España y otros organizadores, incluida la historiadora del arte Carolina Barrero, seguían detenidos debido a que el gobierno endureció su represión contra las voces independientes.
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El movimiento antigubernamental que se extendió por toda la isla el 11 de julio sorprendió incluso a sus impulsores. Una multitud enojada de cubanos se reunió en la localidad de San Antonio de los Baños para exigir más alimentos y medicamentos, y también el fin de los cortes de energía. Los cubanos compartieron sus protestas en Facebook Live y, en cuestión de horas, las manifestaciones se habían extendido a más de 50 ciudades de la isla. Ha sido la mayor expresión de oposición al gobierno comunista desde el comienzo de la revolución de Fidel Castro en 1959.
“El 11 de julio marcó un antes y un después en la historia de Cuba”, dijo Claudia Genlui, cofundadora del movimiento San Isidro, un colectivo de artistas e intelectuales que se ha convertido en uno de los movimientos de resistencia más poderosos de la isla. “Nunca se había visto tanta espontaneidad”.
Tras las protestas, el gobierno respondió violentamente, deteniendo y encarcelando a casi 1.000 manifestantes. Entre ellos se encontraba el novio de Genlui, Luis Manuel Otero Alcántara, un artista que es una de las principales voces del colectivo. Fue arrestado cuando se dirigía a unirse a las protestas en La Habana el 11 de julio y todavía se encuentra en prisión. Más de 500 manifestantes permanecen en la cárcel o bajo arresto domiciliario, según el grupo cubano de derechos humanos Cubalex, el mayor número de presos políticos en las últimas dos décadas.
La represión de la disidencia va más allá de los intelectuales destacados de la isla. Gabriela Zequeira Hernández, de 17 años, fue detenida, desnudada y registrada cuando se unió a las protestas, luego la sentenciaron a ocho meses de arresto domiciliario con permiso de salir solo para asistir a la escuela.
“Me sentí humillada y desvalorizada”, dijo al describir cómo uno de sus captores la obligó a realizar sentadillas estando desnuda.
Si bien la mala gestión económica del gobierno cubano es la causa principal de la desesperación de los cubanos ante los estantes vacíos y la falta de medicamentos, problemas que se agravaron cuando la pandemia de COVID-19 cortó los vitales ingresos turísticos, la política exterior de Estados Unidos también ha jugado un papel importante en todo esto. El embargo comercial que Estados Unidos ha impuesto a la isla durante décadas le corta el acceso a las importaciones y el financiamiento. El presidente Barack Obama comenzó a relajar algunas de las restricciones a Cuba, pero Donald Trump cambió de rumbo, imponiendo otra capa de sanciones punitivas que cortaron recursos vitales a los cubanos. El presidente Joe Biden ha mantenido gran parte de esas restricciones.
Una de las medidas más duras de la administración Trump fue la que obligó a Western Union a cerrar los 400 quioscos que tenía en toda la isla, obstruyendo la ruta principal por la que los familiares en el extranjero envían a Cuba 1.5 mil millones de dólares cada año.
Por ahora, el gobierno parece no estar dispuesto a transigir. Los disidentes cuentan con dos cosas que están fuera de su alcance: el acceso a internet está permitiendo que millones de cubanos eludan al gobierno y difundan sus mensajes en línea, creando hashtags virales como #SOSCUBA y # 15N que centran la atención en la represión gubernamental.
Al mismo tiempo, el Partido Comunista parece estar perdiendo la batalla ideológica ante una población que ha crecido bajo la Revolución Cubana. Mientras el grito de “Viva la Revolución” sonaba en un televisor, la adolescente Zequeira se encogió de hombros y dijo, “Eso ni siquiera existe”.