Siempre vale la pena preguntarse por la génesis y por la causa. El inicio es muy importante para entender el porqué, para comprender nuestra identidad y qué es lo siguiente que debemos hacer con ella. Pasa lo mismo con la música: tenemos muy claro que el blues viene de ese sentimiento negro de segregación y de esclavitud, o que el rock n’ roll nace con gente como Elvis Presley o Chuck Berry. Y cuando hablamos de electrónica pareciera que nos las sabemos todas: que el techno nació en Detroit, que el house nació en Chicago, que el Jungle en Inglaterra, que Alemania y Berlín, que Bélgica, que Holanda y empezamos a nombrar un montón de artistas que nos sabemos de memoria, recitándolos como si fueran biblia.
Entendemos y tenemos claras las raíces de los géneros que más nos mueven pero, luego de casi 20 años de la existencia de nuestra propia escena electrónica, creo que debemos aceptar que nos ha hecho falta mirar para adentro. Sabemos la vida completica de Jeff Mills y Frankie Knuckles, recitamos al derecho y al revés la discografía completa de Juan Atkins, pero cuando volteamos a mirar hacia lo que es nuestro, lo que hemos creado, no es tanto lo que sabemos de artistas precursores, promotores capos, momentos clave y sitios emblemáticos que fueron primordiales para la construcción del panorama electrónico que llevamos a cuestas hoy en día.
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Por ejemplo, ¿cuál fue el primer club de música electrónica en nuestro país?
Tener claras ese tipo de preguntas y ahondar en ellas es fundamental para construir algo que después de casi dos décadas de escena electrónica tiene que empezar a existir de manera simultánea, y es la construcción de memoria colectiva sobre nuestra cultura fiestística. Es hora de que hagamos este tipo de preguntas y les busquemos respuestas.
La respuesta a cuál fue el primer club estrictamente electrónico de nuestro país puede que no exista concretamente. Fueron muchos los personajes que estuvieron en medio del meollo, muchos son los que han escuchado hechos de los ochenta y los noventa que no vivieron, pero que han replicado a viva voz, y muchos otros que defienden tercamente que el inicio de todo tuvo inicio en su ciudad, antes que en el resto del país.
Sin duda existen dos epicentros de la música electrónica en Colombia: Bogotá y Medellín. Dos territorios que, en muchos casos, hasta el día de hoy siguen enfrentándose en una competencia entre regiones, por quién produce mejor música y por quién recibe a más y mejores artistas internacionales. Y entre ambos territorios se puede arrojar un puñado de nombres de lugares que pudieron haber sido germen del circuito electrónico que disfrutamos hoy en día. Para Sónico, uno de los DJs, productores y promotores con más trayectoria actual en Bogotá, fundador del colectivo Techsound, el sitio sin duda era Cinema: “Ese lugar fue el primero como tal. Yo lo que recuerdo de esa época en los 90, era que había fiestas en casas, afters caseros”, afirma el artista. “Estuvo Keops, que ponía algunas cosas de electrónica y estuvo también Music Factory en la 82, que era más alternativo”. Sónico también recuerda sitios como Mango Biche, Kalimán, Disco Fuego, al que fue una vez, la Mamá de Tarzán, que nunca conoció, Safari, que era más enfocado en el público gay o unos de corte más alterno como Convergencia, “pero un club como tal solo de música electrónica fue Cinema, y quizá Morocco”.
Con esta respuesta también coincide Mao Molano, uno de los DJs de culto y de referencia en la capital, quien no duda en que haya sido Cinema, un club que abrió como un bar universitario en los noventa, pero que luego hizo una reapertura en el año 94 como un sitio donde sonaban estrictamente géneros electrónicos. “Desde que abrían las puertas hasta que las cerraban, en Cinema se escuchaba música electrónica de baile”, cuenta Molano. “Luego de su reapertura en el 94, en Cinema se escuchaba un poco de house pero lo que predominaba era el techno, que en esa época estaba pegando muy fuerte. Yo recuerdo mucho esa fiesta de reapertura, recuerdo que Gerardo (uno de los fundadores del lugar y DJ residente) ponía algo de house pero era más que nada techno”.
La respuesta cambia para DJ Fresh, quien considera que el primer club estrictamente de música electrónica que conoció fue Amnesia en el año 82, ubicado en la Carrera 15, entre la calle 95 y 96. Pero aparte de los clubes, Fresh dice que la otra modalidad de la época, eran las minitecas, pequeños brotes de fiestas electrónicas que algunos precursores se encargaban de montar en la ciudad: “recuerdo una miniteca llamada Los 3 Locos localizada en el occidente de la ciudad, en el año 82 también”.
Los sitios abundaban para Fresh en dichos tiempos. Estaba Skpe, Paparazzi, Tropidisco, Piscis, Copacabana, Rainbow, Laguna Azul, Unicornio, Cronos, etc. Todos regados a lo largo y lo ancho de la ciudad. Pero el primero de todos para este artista, donde solo sonaba música electrónica, era Amnesia. “La música que sonaba en ese lugar era la misma que se estaba escuchando en los clubes de Nueva York: sonaba disco, electrofunk, Gino Soccio, los Bee Gees, White Horse, breakdance, electric boogie… Amnesia aportó mucho por la música que sonaba, el baile de aquel entonces y los géneros que estaba empezando a mover”.
Si nos movemos un poco al noroccidente, a Medellín, la respuesta es una sola. Plataforma parece haber sido el primer club electrónico de Medellín, creado en el año 94 y ubicado en la calle 44 San Juan con la cra 68, según Diego Serrato, un DJ que desde esa época era reconocido en la capital paisa, y que lo sigue siendo, ahora con un culto que los años le han brindado. “Que yo recuerde, Plataforma fue la primera discoteca que tocó 100% música dance. La fundé junto a Hernán Mixx y Luis Berrío, tenía capacidad para más o menos 1,300 personas y se llenaba a tope desde los miércoles”.
En esa época Serrato admite que existían discotecas de ensueño en Medellín. Era la época violenta y boyante del narcotráfico, y uno de los reflejos de dichos tiempos era la fiesta dura. Sin embargo, en esas discotecas sonaban todos los géneros. “Es más, para el inicio de Plataforma pensamos en tocar rock y algunos remixes que jamás pusimos. Desde la primera noche decidimos no hacerlo, porque sentimos que el sitio solo debería ser de música electrónica, que en esa época le decíamos dance”. En realidad eran muchos los géneros que sonaban en Plataforma: house, trance, progressive, techno, tech house, minimal… “el sitio comenzó como una disco gay: desde las primeras noches hubo travestis, los bailarines del lugar eran del ballet folclórico de Antioquia y tenían unas coreografías muy bellas”. Y aunque empezó con un público gay, con las semanas Plataforma se volvió un lugar para todos: el público general acogió el sonido del lugar inmediatamente.
Morris también recuerda el sitio, ahora a sus 36 años. El artista, que lleva dándole a la mezcla en Medellín desde el año 96, empezó en la movida electrónica desde muy pelado. “Eran varios los sitios que fueron mitos cuando yo tenía apenas 14 años”, dice. “Asistí a algunos y escuché de otros mientras me metía en la movida. Por un lado estaba Luchos, que mezclaba la mafia, la crema y nata de la ciudad, el happy house y la locura gay; por otro lado estaba Subterránea, donde sonaba la música nueva y se exponían sonidos diferentes, el antrico donde tocaban los pocos DJs de esa época”.
Hubo otros que Morris si vivió de primera mano. Estaba la Escollera en Cartagena, que para él fue un lugar infalible y fue el inicio de todo, solo que allá solo ponían pequeñas tandas de música electrónica. “Amnesia en Cartagena también era una belleza, en esa época uno iba a escuchaba a Gerardo cuando todavía era pelado”. Pero para Morris el primer club como tal fue Plataforma. “Era una mezcla de todo tipo de personas, gay, hetero, bi, travestis, jóvenes, papás, mamás y muy buena música, aparte de que era tremendo lugar; aparte abría desde los jueves y la música era poco comercial para esa época, aunque hoy en día todo sonaría como clásicos tradicionales”. Uno de los elementos importante que, para Morris, tenía Plataforma, era su enfoque 100% en el baile y bien poco en la socialización. “Era el único lugar en Medellín en esa época que abría hasta las seis o siete de la mañana”, comenta el artista.
Bogotá, Medellín o Cartagena. Quizá uno fue primero que otro o quizá el proceso fue simultáneo en algunos de los territorios. La reapertura de Cinema al parecer coincidió con el inicio de Plataforma en Medellín, y puede que la Escollera haya existido desde antes en Cartagena, pero se demoró muchos años en empezar a poner temitas electrónicos.
Cuando se trata de preguntas de este tipo, la respuesta nunca va a ser una sola. Pero hacerlas y tratar de responderlas es necesario para escarbar en los años que ya pasaron, filtrando los momentos que nos hacen entender la manera en la que se ha desarrollado el panorama electrónico nacional, porque ya va siendo hora de escribir, de a poco, la historia de nuestra escena.
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