Música

Jirondai, Nillo y las interpretaciones originarias de la música electrónica en Costa Rica

Desde hace más de 500 años las culturas mesoamericanas han luchado por no desaparecer ante la influencia arrolladora que llega de afuera. Primero de las ideas euro-centristas que venían regándose en el continente en los años de la colonia, seguido de la campaña estadounidense de dominación mental-comercial del dólar imperialismo. Las bajas han sido mayormente las prácticas e ideas originarias del continente, de los primeros pobladores de estos territorios. Tanto así que en las urbes del continente se les considera extrañas y hasta exóticas algunas de las prácticas que se han venido desarrollando por miles de años. Esto llevó a que poblaciones enteras fueran educadas bajo un marco que no les es propio, al punto de adoptarlo e interiorizarlo.

Esto produjo un mestizaje por necesidad entre tradiciones milenarias y nuevas prácticas impuestas por los contextos. La necesidad de supervivencia moldeó un modelo dentro del otro. Se puede ver esto en expresiones religiosas, rituales, creencias, pero también en la gastronomía, vestimenta, danza y en la música.

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De la curiosidad de rescatar estas costumbres originarias y reinterpretarlas desde el contexto contemporáneo nace Proyecto Jirondai, que junto con Nillo y Random Collective están dándole una nueva cara a la electrónica en Costa Rica. Hablamos con Luis Porras, quien fundó Jirondai y ha movido al proyecto que hoy en día hace conciertos, graba, recopila y digitaliza cantos tradicionales de Centroamérica. Johnny Gutierrez es colaborador de Jirondai y además es uno de los fundadores de Random Collective, sello dedicado a promover sonoridades indigenistas trabajadas desde la música electrónica. Con su alias Nillo ha publicado ya para sellos como Akumandra, Sounds and Colours y Tropical Twista, de Brasil.

Foto por: Alissa Christine.

Thump en español: ¿Cómo fueron sus primeros acercamientos a la música electrónica?Nillo: Mi primer encuentro cercano del tercer tipo fue a través de un disco que se llama “Music for Airports” de Brian Eno que realmente no es un disco electrónico pero tiene unas texturas de sintetizador largas que se mezclan con el piano creando miles de lugares que en ese momento eran nuevos para mí, ya que lo que consumía regularmente era metal y mucho rock raro en español.

Después de este disco de Brian Eno y después de escuchar bastante synthpop y música industrial que de hecho suplía mi necesidad de agresividad pero con sonidos electrónicos pude escuchar por error una canción que se llama “ki kounti” en la que cantan Saúl Hernández, frontman de Caifanes; una de mis bandas adoradas de toda la vida y Khaled, que hasta el día de hoy sigue siendo uno de los máximos exponentes del Raï árabe. En ese punto ni tenía idea de la existencia de esos géneros que mezclaban música tradicional con rock y cosas electrónicas; cuando escuché esa canción el cerebro me explotó, desde ese punto en adelante todo cambió para mí.

Luis: Estando en la etapa básica de música en la Universidad de Costa Rica, a los 18 años, siempre pasaba enfrente de una puerta con un letrero: “Laboratorio de electroacústica” y me quedaba sentado esperando enfrente a que se abriera la puerta. Entonces vi los teclados conectados a las computadoras escribiendo los arreglos en Finale, o secuenciando en MasterTracks, hasta que me hice de una compu, una interface desde luego y el software en dos o tres flamantes discos floopy de tres y media pulgada y sus impresionantes 1.44 MB. De ahí todo fluyó muy natural.

¿Y de ahí a los pueblos originarios del Costa Rica? ¿En qué momento decidieron unir las dos corrientes?
Nillo: Eso fue la combinación de uno: escuchar mucho world beat del que se creaba en los 90 que de hecho prácticamente salía sólo de la India y de medio oriente. Y dos, preguntarme si a alguien se le había ocurrido usar cantos de pueblos indígenas latinoamericanos.

Empecé a crear mis canciones muy influenciado en la onda oriental, de hecho hay casi dos años de canciones mías que sólo tienen reflejo en esas culturas, luego de eso. El destino que es tan cabrón me atravesó en el camino de Luis, y a través de él tuve la oportunidad de encontrar algo increíble que me llena el alma más cada vez.

Todavía no entiendo bien las razones por las cuales Luis me invitó a tocar con ellos en un festival en la ciudad y terminé poniendo beats muy simples sobre la música que ellos como banda hacen y en la que intervienen cantantes tradicionales de diferentes pueblos originarios, la cabeza me volvió a explotar, estaba viendo cientos de años de tradición verbal acomodarse en un beat que salía de mi computadora…

Luis: Era lo natural para mí. Tuvimos un profesor de música en el cole público, súper atípico, nos enseñaba armonía y contrapunto extra clase y traía todo tipo de máquinas, ahí conocí los sintetizadores que tenían la posibilidad de programar o de grabar varios tracks, la sincronización de dispositivos MIDI, era una locura que la drum machine iniciara con la cuenta del secuenciador, y activara los teclados.

Cuando hice los primeros demos, lo de la electrónica era más que una necesidad, era lo posible. Con el tiempo descubrimos muchísimas conexiones de amor entre las comunidades que visitamos y la música electrónica, a través de las chichadas, las fiestas.

Además, era una forma de no “folklorizar” si se quiere, de no estereotipar el trabajo de los cantores y cantoras, como una manifestación exótica. Sino colocar al cantor en un escenario con todos los atributos de un cantante contemporáneo, eso en gran medida impacta a los jóvenes y adultos de los pueblos, aunque los cantos de los pueblos originarios no son manifestaciones performáticas, no se aprenden para ser ejecutadas en un escenario y que te aplaudan por ello, verlas en ese nuevo ambiente generaba una reacción muy positiva, porque ahora todos sabemos el sitial del cantor en un concierto y lo que implica como un moderno chamán, un nuevo oficiante de un ritual.

Foto por: Cris Monge.

Thump en Español: Ahora háblanos del nacimiento del Proyecto Jirondai
Luis: Somos muy afortunados al no saber qué es exactamente el Proyecto Jirondai, porque así la búsqueda no termina. Jirondai, el nombre del héroe guerrero Ngäbe (Costa Rica y Panamá), el Hijo del Trueno, es símbolo de la resistencia y de la reafirmación de la identidad indígena; Jirondai, el proyecto contemporáneo, debe hacerle honor a la enorme carga de llevar su nombre.

Todo empezó como un pequeño proyecto de estudio, juntando grabaciones, limpiándolas digitalmente y aplicándolas como texturas sobre arreglos montados en Cubase con sintes hardware mayormente, como los Roland, los Kawai, Emu Proteus y otras reliquias noventeras.
Una mañana recibí la llamada de un amigo, que sabía en qué andábamos y me dijo, hay una persona Ngäbe cantando en la radio pública (Radio Nacional de Costa Rica). Conseguimos su contacto y después de un par de reuniones estábamos grabando con Unchi (Alexis Rodríguez Gallardo, recopilador y cantor del pueblo Ngäbe) los cantos heredados de su madre, Besi, para un demo hecho a puro sinte y un viejo software que se llamaba MasterTracks en una laptop del siglo pasado. En octubre de 2005, sin un nombre para el proyecto, estrenamos Kukwe Kira en el Salón Dorado del Museo de Arte Costarricense, con una banda de 4 maravillosos amigos músicos y ya una clara tendencia por lo electrónico, pero sin temor a hacer cualquier experimento electro acústico.

Fue en La Casona, la comunidad de Unchi, que empezamos a conocer los pueblos que había detrás de estos cantos y se volvió entonces una necesidad relacionarnos con su realidad. Y así llegó “Casas de la memoria” un proyecto de cantos de la Talamanca Bribri en el Caribe de Costa Rica y la preocupación por usar el arte y la tecnología en la preservación de estas palabras, el uso de los reproductores de mp3, los repositorios de audios, videos para encontrar a las nuevas generaciones con la belleza de la palabra en idioma y desde su visión de mundo. De ahí el viaje se extendió al Valle de la Estrella en el Caribe y al lugar más apartado: el alto cerro Chirripó, donde grabamos un proyecto que se llama Sesiones Quetzal con el Jawá (médico tradicional) del pueblo cabécar, Luis Salazar (en su comunidad, a dos días de camino a pie en la montaña, tiene una escuela con más de 30 niños, a los que enseña sus danzas, cantos y botánica, para dar continuidad a su cultura).

Nillo: Para que te hagas una idea, terminé de forro en Jirondai, que tiene toda una maquinaria de impacto social directo en las comunidades con las que tiene contacto, rescata e incorpora incluso la gastronomía y devuelve a sus reales dueños toda esa tradición oral que está en el aire, perdiéndose en la selva, cada vez que me llaman a colaborar es un honor inmenso poder hacer ruido detrás de los cantantes tradicionales con los que he logrado compartir muchísimo y eso no tiene precio.

https://soundcloud.com/maracuyacita/kukai-proyecto-jirondai-maracuya-nillo-perspective

Thump en Español: Hicieron parte del Tribal Gathering de este año en Panamá, ¿cómo fue esa experiencia?
Nillo: Eso fue interesante, yo no soy muy flexible a la hora de dormir en el piso y así pero la experiencia de compartir con toda la banda durante 7 días en medio de la nada y de dar un concierto con ellos fue increíble. Creo que es uno de los mejores conciertos que hemos dado, seguro fue la deshidratación.

Thump en Español: ¿Cuáles otros proyectos manejas por esa línea? ¿Conoces más en la región?
Nillo: Inspirado en Jirondai nació el Programa Espacial Indígena Latinoamericano que es un portal en el que tratamos de exponer de una manera menos institucional la realidad de las comunidades indígenas a lo largo de Latinoamérica y al mismo tiempo buscamos todas las manifestaciones de arte que tengan relación con la cosmovisión ancestral o que estén basadas en costumbres indígenas. En este proyecto Luis Porras nos hace el inmenso honor de acompañarnos y ayudarnos a generar contenido

Luis: Ahora tenemos una serie de iniciativas con LEAF Community Arts (theleaf.org) y con el Banco Interamericano de Desarrollo para promover los ONEMIC que son pequeños estudios de grabación, con software libre de edición de audio y video en manos de jóvenes, algunos cantores, artistas: pintores, escultores, educadores, médicos tradicionales. Ellos son quienes están aumentando este enorme acervo de palabras. En febrero próximo esperamos abrir un nuevo ONEMIC en las islas de Kuna Yala en el pacífico panameño. Y enfrentamos el reto de que sirvan como herramienta para las nuevas generaciones que quieren producir su música.

Thump: ¿Qué planes futuros hay para Jirondai y Nillo?
Nillo: La música que produzco ahora está muy influenciada por todo lo que he vivido a la par del Proyecto Jirondai y de sus cantantes y creo que más allá de la música, mi posición personal acerca del desapego y la indiferencia con la que nuestra sociedad ve a las comunidades indígenas, espero poder tener la oportunidad de reforzar el Programa Espacia indígena Latinoamericano (PEIL) y poder generar un impacto real en la cotidianeidad de las comunidades, protegiendo sus costumbres de la colonización de la que aún son víctimas y generando espacios donde su arte sea expuesto de una manera natural y respetuosa. Como NILLO espero poder seguir produciendo y haciendo música rara en donde pueda, no estoy interesado en ninguna de las extravagancias de este negocio y al contrario me gustaría permanecer un poco aislado de toda esta corriente de chamanes blancos y música curativa, espero también poder seguir colaborando con Jirondai, ¡hasta que sea posible!

Luis: En este mundo, según la UNESCO, desaparece un idioma cada 15 días, y se lleva con el una visión de mundo, y un saber únicos. “El escenario más apocalíptico en el dominio de la diversidad biológica, apenas se aproxima a lo que conocemos como el escenario más optimista en el área de la diversidad cultural. Y un gran indicador de esta situación es la pérdida de idiomas en el mundo.” Dice el investigador de NatGeo, Wade Davis.

Tenemos una oportunidad de aprender algo más de nuestra etnósfera a través de la música, y usar el arte y la tecnología como aliados.

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