Los cinturones de castidad masculinos son una especie de jaulas con candado en las que se encierra el pene y se entrega la llave a la persona a la que se debe sumisión. De esta forma, el portador no puede tener erecciones ni, obviamente, practicar sexo, masturbarse o tener orgasmos. Aunque la mayoría de hombres se retuercen de dolor solo con pensarlo, los hay que también se retuercen, pero de excitación. Llevar un cinturón de castidad puede ser placentero y satisfactorio. Hay personas que aseguran que la privación del orgasmo incrementa el deseo sexual y mejora la concentración. Por supuesto, también es un aliciente en una relación de dominación/sumisión, en la que la persona dominante puede castigar a su esclavo privándole no solo mantener relaciones, sino del orgasmo.
Este tipo de prácticas no son casuales y por lo general cambian la vida del sumiso y suponen una gran responsabilidad para quien posea la llave del cinturón. Un hombre con cinturón de castidad notará cierta incomodidad y, en los casos en los que el dispositivo no esté bien colocado o esté defectuoso, podría provocar lesiones graves. Si eso ocurriera, el portador de la llave tiene que ser capaz de quitárselo de inmediato.
Videos by VICE
Movidos por la curiosidad sobre las motivaciones de los que practican este fetiche, hablamos con tres hombres sobre su experiencia con la castidad y les pedimos algunos consejos para los que quieran iniciarse en esta práctica. Dos de los entrevistados son gais y el otro, bisexual. Esto no quiere decir que a los heterosexuales no les gusten los cinturones de castidad, sino que todos los heterosexuales con los que contactamos para este artículo se negaron a hablar por vergüenza u otros motivos. En cualquier caso, se han cambiado todos los nombres.
Travis, 29 años, gay
VICE: ¿Qué sentiste la primera vez que te pusiste un cinturón de castidad?
Travis: Aprender a usarlo y a dormir con él puesto fue toda una experiencia. Mi primera vez fue con el modelo CB-3000 y lo llevé puesto un día entero. Tienes que acostumbrarte a él. Aquella noche no conseguía pegar ojo, así que me lo quité y esperé un poco. Es normal tener erecciones cuando duermes, pero estos aparatos están hechos para impedir que las tengas, así que por las mañanas te despiertas y tienes que concentrarte para que se te baje. Al principio no sabía cómo. Lo intentaba con duchas frías hasta que me di cuenta de que bastaba con hacer pis.
¿Qué es lo que más te gusta de llevar un cinturón de castidad?
La parte de no poder correrse, de sentir que estás renunciando a algo. Me gusta la idea de que alguien tenga cierto control sobre mí. Me excita, por ejemplo, que me ordenen que me ponga determinada prenda. Dejo que decidan por mí. Recuerdo que cuando iba al instituto, me gustaba ponerme zapatillas de caña alta, tipo Converse, porque la sensación de llevar el tobillo apretado era como una forma muy leve de bondage. Además, podía llevarlas a diario y sentirme excitado sin que la gente lo supiera.
¿Qué fue lo que más te sorprendió de llevar un cinturón de castidad?
Supone mucho trabajo. Cuando lees una historia o ves porno, resulta sexy todo el tiempo, pero luego está la parte de limpiarlo a diario, la de rasurarte bien para evitar que se te queden atrapados los pelos, la de ir con cuidado cuando vas al lavabo… Me acuerdo de una vez que usé un lavabo público y acabé poniéndolo todo perdido de pis porque lo hice de pie. No sabía que cuando llevas el cinturón, tienes que orinar sentado. Fue un desastre: me meé en los pantalones, la chaqueta… todo.
¿Qué te aportaba?
Por lo general sentía menos deseo sexual que mi pareja, y vi que usar esto me lo aumentaba un poco. Este aparato saca mi lado sumiso y le da un toque interesante al sexo.
Jerry, 27 años, gay
VICE: ¿Cómo fue tu primera incursión en la castidad?
Jerry: La primera vez que quedé con alguien para jugar, yo tenía 19 años. Lo primero que hizo fue ponerme un cinturón de castidad, una especie de jaula de metal. Me puse tan cachondo que no había forma de hacer que me entrara el asunto en el aparato. Aquella primera vez pasé cinco horas con el cinturón puesto… Recuerdo que fue una Nochebuena y que cuando volví a casa tuve que esconder las marcas de las esposas que tenía en las muñecas.
¿Qué te llevó a iniciarte en este fetiche?
Me gusta mucho el rollo de experimentar sensaciones. Llevando este cinturón sientes que no tienes control sobre tu polla, lo que refuerza la sensación de sentirme inferior, una marica, alguien que no merece ni correrse y a quien hay que poner en su sitio. Esa es justamente mi fantasía sexual, lo que me gusta. Me excita esa sensación de impotencia. También hay cierto aspecto de feminización que me encanta, porque no puedes mear de pie. Es un poco como cargarse el heteropatriarcado. Es como decir, “Todos sois muy hombres, pero yo no, porque no puedo mear de pie”. Y eso me gusta. En mi vida normal soy un tipo ambicioso, extrovertido y hablador, pero también tengo una faceta opuesta a esa, un lado sumiso e introvertido.
Para mí es importante que la práctica del bondage sea seria y funcional. La castidad cumple esos requisitos. Es extremadamente difícil alcanzar el nivel de confianza suficiente con alguien como para entregarle mi llave. Quiero que controlen por completo la situación y que no me den opción a quitármelo. Muchas veces, los sumisos deben hacer méritos para ganarse determinados privilegios de sus amos, pero en el caso de los cinturones de castidad, es el amo el que debe ganarse el privilegio de guardar mi llave y mi castidad. Lo que no te dicen es que, con mucho empeño, cualquiera puede quitarse estos aparatos sin necesidad de usar la llave.
Kevin, 26 años, bisexual
VICE: ¿Cuánto tiempo llevas practicando la castidad?
Kevin: La primera vez fue hace unos dos años, más o menos al mismo tiempo que empecé a hacer de mascota.
¿Cómo te iniciaste?
Empecé con un cinturón CB6K, que llevé puesto varias horas en una fiesta de cumpleaños. Al acabar la fiesta, se lo puse a otro y estuve un mes guardando la llave. Nunca he llevado el cinturón más de unas pocas horas seguidas. La piel se me sale por los orificios y me salen heridas del roce. Una vez se me puso tan dura que de la presión abrí un poco el aparato por el centro y luego al cerrarse se me quedó parte de la piel del pene atrapada. Me dejó un coágulo de sangre horrible. Desde entonces no he vuelto a llevarlo.
¿Qué otros modelos has llevado?
Probé uno que era todo de silicona, de la marca Bon4. Es más cómodo, pero también he tenido problemas con ese. En concreto, no consigo que esté bien lubricado y después de una hora o así, te sientes como si alguien te hubiera envuelto la polla con cinta americana y estuviera intentando arrancarla.
Hace poco me compré uno de metal bastante barato de la casa Purple Passion. Son como varios anillos soldados unos a otros. Este lo he podido llevar varios días seguidos sin que me causara irritación ni problemas de ninguna clase. Eso sí, es bastante pesado, por lo que uso un cordón de nailon finito para hacerme una especie de cinturón y así aliviar un poco el peso.
¿Cuál es el máximo de tiempo que has llevado puesto el cinturón?
Cuatro días. Es bastante poco comparado con algunos tipos que conozco. Yo no tengo a nadie que guarde la llave ni compañeros de juegos sexuales, así que lo mío es autoimpuesto. Mi consejo para quienes estén interesados es que primero le pidan el cinturón prestado a alguien, porque estos trastos no son baratos. Que lo lleven unos días y que encuentren a alguien para darle la llave. En la mayoría de los casos, hay que quitarse el cinturón al menos una vez por semana para limpiarlo y comprobar que no tienes la zona irritada ni ninguna herida.
Todas las fotografías por Zak Krevitt y Thomas McCarty . Estilismo por Cale Hughes
Traducción por Mario Abad.