De los que alinearon ayer en el Pumas Cruz Azul, se salvan sólo cuatro

Galeano siempre tuvo la idea de que el gol era el orgasmo del fútbol, pero ayer no estuvimos cerca ni de que alguien se despojase de la primera prenda. Cruz Azul y Pumas sellaron un empate a cero que la afición hubo de sortear soportando un sol quemante; los cementeros comandados por el iconoclasta Tomás Boy —se empeña en llevar las pinceladas de Víctor Vázquez lejos del área rival— dominaron a placer durante el primer lapso sin lograr ser efectivos; el segundo capítulo fue una oda al pelotazo que como inequívoco destinatario tiene a las vallas publicitarias. Nada de nada. Tampoco sabremos nunca a qué jugó el equipo comandado por Francisco Palencia; está en construcción, pero no fue capaz de apilar siquiera dos ladrillos.

Si hubiésemos de elegir cuatro nombres que merecerían eludir la barbarie serían Jorge Benítez, Víctor Vázquez, Darío Verón y Alejandro Palacios: dos de cada conjunto para que aquí también exista empate. El artillero paraguayo demostró por enésima vez ser uno de los jugadores más potentes de la liga mexicana: el tipo no dribla, cambia de ritmo ni gambetea, pero siempre elimina rivales; tiene una capacidad innata para chocar y seguir de pie, ata el balón a sus botines y, en línea recta, lo mantiene siempre en su poder. Tres veces se encontró frente al arco: una forzó la atajada de Palacios, otra terminó siendo un calcetinazo y la tercera optó por cederla al cuestionadísimo Guerrón para que éste la estrellase en quien fuese. Vázquez, por su parte, continúa dando pinceladas de otro planeta; comandó un contragolpe en la acción más virtuosa del encuentro, y de igual forma decidió ceder la ocasión en bandeja de plata para un Guerrón que, al no tener a quién reventarle la nariz con su disparo, la mandó por encima del larguero.

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Verón, por su parte, protagonizó la que podría ser la actuación individual más destacable del choque. El experimento que Boy lanzó al ruedo en el segundo tiempo —un tridente ofensivo compuesto por tres centrodelanteros: Benítez, Guerrón y Cristaldo— provocaba que siempre existiese, por lo menos, un soldado celeste en el corazón del área. El central guaraní neutralizó a quien osase serlo. Yendo al piso cuando era necesario y soportando las embestidas de su ya mencionado compatriota, firmó una actuación notable —si acaso le faltó brindarle más ventajas a los suyos en salida de balón, pero el duelo fue tan precario que ello habría desembocado en un desempeño apoteósico—. Palacios, por su parte, sacó dos disparos que de haber entrado nadie le habría achacado; las únicas dos jugadas de gol, vamos.

Tomás Boy tiene un plantel vasto. En un hipotético escenario donde todos los futbolistas estuviesen sanos—utópico para lo que es Cruz Azul— se vería incluso obligado a dejar fuera de la convocatoria a tipos que serían inamovibles en prácticamente cualquier equipo de Primera División. Habrá de encontrarle la cuadratura al círculo, pero contar con Aldo Leao, Víctor Vázquez, Ariel Rojas —qué bueno que ya no te ponen de lateral izquierdo, muchacho— y Rafael Baca en mediocampo es como si jugásemos con botines aterciopelados.

Francisco Palencia no parece tener un plantel vasto. Ha sido una sorpresa agradable que Abraham González, mediocentro que carga con el dorsal ’10’ —clarísimo ejemplo de lo que ahora mismo es Pumas—, sea capaz de aguantar los noventa minutos a un nivel francamente aceptable —aunque mucho mejor con balón que sin él—. Sin embargo, el novato estratega está generando más dudas que certezas en sus primeros pasos. Si Cruz Azul dominó a Pumas fue porque las dos líneas de cuatro que el otrora goleador cementero envió a la cancha jamás gozaron de un nexo entre sí. El mencionado González intentó serlo por iniciativa propia, retrocediendo cada vez más, pero cuando tienes enfrente a Aldo Leao es imposible que éste no lo lea y dé, a su vez, un paso al frente. Y te ahoga. Los locales no tuvieron obstáculo alguno para crear muy cerca del área universitaria, lo normal habría sido que clavasen una.

Es la jornada dos, y las piernas siguen tensas. Achaquémoslo a eso, por ahora; ya en la duodécima fecha tendremos que ir inventando una razón mejor