DEF, el padre de los gatos callejeros de la CDMX

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Es una noche de viernes en un bajopuente de La Raza; desciende del vehículo con una bolsa verde de supermercado en la que lleva varias latas de pintura con dos válvulas de diferente tamaño. La noche lo envuelve y protege hasta llegar a un puente vehicular en donde comienza a pintar de blanco el boceto de su firma. Sólo el sonido del aerosol se escucha; en dos minutos 30 segundos ha terminado de escribir DEF y la “e” con rostro de gato. Verlo en acción es como observar a los técnicos de Fórmula 1 al momento de cambiar los neumáticos a un monoplaza, con rapidez y precisión porque en cualquier momento puede detenerlo la policía, porque en la Ciudad de México es una actividad ilegal.

DEF es un escritor menor de 40 años que lleva más de 20 rayando todos los días. Con el sonido del aerosol hackea la noche silenciosa y tensa, un spot, el lugar elegido para pintar. Entonces aparecen trazo a trazo los rostros de gatos que nos observan desde sitios que no vemos. Actualmente es considerado como uno de los más importantes y activos en la escena chilanga, junto con Smog y Bice, los otros dos camaradas con los que se junta para hacer lo que más le gusta.

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¿Por qué somos capaces de comprender la publicidad que nos rodea todo el tiempo en todas partes y no a los escritores de grafiti que rayan la ciudad por las noches a ritmo de spray? Una te dice que eres lo que compras y lo que ganas; la otra es en código, y por eso no todos la entendemos. Se le considera criminal a quienes ejercen esta práctica porque “vandalizan” el espacio público y privado con textos y figuras. De éste último universo viene un gato que se asoma hacia nosotros, pintado en los muros y vallas de la capital del país.

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¿De dónde salen sus gatos? Quizá la influencia viene de los dos felinos que tiene en casa, pero lo argumenta diciendo que fue de la transformación de la letra “e” de su nombre que se parecía junto a los dos escritores con los que salía a taguear las calles, entonces surgió del trazo de sus manos el rostro de un gato, ese mismo que se ha multiplicado por toda la metrópoli como una epidemia divertida que caricaturiza la rudeza de lo cotidiano. Las caricaturas, añade mientras conduce ahora sobre Antonio Caso, generan un impacto visual más potente de lo que se quiere transmitir: risa, enojo, locura, seriedad y tristeza.

“¿Tristeza?”, le pregunto.

“Sí, cuando estoy triste dibujo gatos tristes”, dice y hace un gesto con sus manos. Sus dedos se ven resecos por la exposición a los químicos de la pintura y en sus manos prevalecen las huellas antiguas de colores que se deslavaron.

Esta es la primera vez que da una entrevista a un medio de comunicación; ahora se encuentra en Brasil, en donde va a pintar en Río de Janeiro y Sao Paolo, luego se va hacia Chile y Argentina. En total, ha pintado en nueve países y en diversas ciudades mexicanas; se considera un escritor pura sangre que dedica su vida a ello, que le ofrenda su sueño a la noche y armado hasta con 50 latas sale a destruirse en la urbe hasta que le dé las siete de la mañana. Vive en compañía de sus dos gatos y su aspiración es convertirse en un artista complejo y en constante evolución; “hay escritores que llevan 20 años haciendo lo mismo. Lo respeto, pero para qué chingados pintar la misma mierda tantos años; no tiene caso”.

Si en la noche todos los gatos son pardos, los grafiteros no; de un lado están quienes prefieren pedir permiso para pintar, para otros no.

“Hay escritores que hacen con el aerosol una obra de arte, con permiso y el tiempo necesario. Pero sin esos elementos, expuestos a la noche y a la ilegalidad de hacer algo en la calle, las manos se les entumen y les tiemblan los pies”, comenta mientras ahora maneja sobre avenida Insurgentes, donde hay gente formada para entrar a los antros en madrugadas de fin de semana.

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¿De dónde saca las latas de pintura con las que ha tapizado la CDMX con sus bombas? No hay patrocinios, por supuesto, tampoco robos; trabaja de tiempo completo en otra cosa, lo que le genera ingresos suficientes para adquirir cientos de aerosoles. En eso invierte todo su dinero. Se considera a sí mismo como un enfermo del grafiti. Esto no es un pasatiempo, ni una forma de encajar en un núcleo social, tampoco una escandalosa forma de llamar la atención, sólo es hacerlo, pero con estrategia, siendo cada vez mejores en la ejecución y el trazado.

La mejor hora para pintar es a las tres de la mañana, acompañado de sus amigos y 50 latas en su auto. Las dos piezas que más le gustan las hizo en el mercado que está afuera de la estación Cuauhtémoc del Metro y a una cuadra de la glorieta de la Diana, en una calle oscura repleta de trabajadores sexuales a quienes les sorprende que le tomen fotos a un individuo frente a un mural hecho con pintura de lata. Si la escritura es emoción entonces los caracteres de DEF no están excentos de eso, por eso uno de sus gatos luce enojado, como un demonio, por que así se sentía esa noche. Triste. Enojado.

Para los que aún no se han dado cuenta comiencen a observar un gato que los mira en todas partes de la metrópoli; su autor es DEF, uno de los escritores de grafiti más potentes que tiene la ciudad de México en los últimos años. Y si es cierto eso de que todo se parece a su autor, entonces él también es un felino que se esconde en las sombras de la noche para dejar sus tags, firmas, desperdigadas en la somnoliente urbe a mitad de la noche.

@urbanitas