Música

Depeche Mode estuvo con nosotros, y con nuestro espíritu

“Creo que debemos empezar este número de nuevo, ¿no lo creen, muchachos?”, dijo Dave Gahan –trepado en una pasarela en la parte trasera del escenario– a sus compañeros de banda, al notar que Martin Gore, Andrew Fletcher, Peter Gordeno y Christian Eigner, se perdían por un momento al iniciar “Going backwards”, la canción con la que abrieron su concierto del viernes 16 de marzo en Bogotá. “¿No les importa, verdad?”, nos preguntó el vocalista a los 18.000 asistentes al Parque Simón Bolívar, y la respuesta fue una explosión de gritos y una tormenta de aplausos que abrieron la noche, para que Depeche Mode tocara su música durante 2 horas.

La espera había sido larga. La apertura de las puertas fue a las 4:30 de la tarde y los fans que habían esperado desde las 9 de la mañana, emprendieron una carrera desaforada para asegurar un puesto que los dejara cerca de los músicos británicos. Muchos de esos corredores venían de Pasto, Barranquilla, Cali, Bucaramanga y otras ciudades del país y del continente. A las 7:30 de la noche, Estados Alterados subió al escenario y durante media hora vibró con un público que respondió cantando sus temas clásicos como “Muévete”, “La Fiebre de Marzo” y “El Velo”. Hace 9 años cuando Depeche Mode se presentó por primera vez en Colombia, Estados Alterados fue descartado como telonero porque su sonido se parecía mucho al de Martin Gore y Dave Gahan. Esta vez, Elvis y Ricky, dos de los miembros fundadores de la banda de Medellín cumplieron el sueño y de alguna manera vivieron la revancha con su puesta en escena, la cual terminó 45 minutos antes del inicio del show principal.

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45 minutos que en tiempo psicológico se tradujo en horas. Ahí, adentro, en las cavidades craneanas, el segundero se arrastraba como un caracol moribundo, el minutero no avanzaba y parecía que el inicio del concierto de Depeche Mode se extendía indefinidamente. De pie, con las piernas rígidas y la ansiedad como una mano viva escarbando bajo la camiseta, mirábamos el reloj cada diez minutos- o eso creíamos- para comprobar con desencanto que solo habían transcurrido dos o tres. El tiempo se cumplió y a las 8:45 de la noche, Depeche Mode arrancó el concierto con “Going Backwards” , el segundo sencillo de su álbum Spirit.


Foto por Mateo Rueda |Noisey en Español

“We can track it all with satellites”, cantaba Gahan, recortado sobre una pantalla inmensa que reproducía tramojazos de color verde, amarillo y rojo; “watch men die in real time”, seguía Gahan, vestido con un pantalón y un blazer negro, contrastando con los chisguetes morados e innumerables puntos malvas que iluminaban las pantallas con intensidad. “But we have nothing inside, we feel nothing inside” y Gahan caminó con zancadas gráciles por el escenario hasta conectar con Martin Gore, quien tocaba su guitarra de cinco puntas, plateada y escarchada, en el lado derecho del proscenio, “we´re going backwards, armed with new technology” y muchas de las personas que estaban al frente parecían no sentir la música, alineados en las pantallas de sus móviles, intentando captar el performance de una canción que critica la pérdida de sensibilidad social, y pone en evidencia el ocaso de una manera de sentir y percibir el mundo: “we have lost our soul”.

Un par de horas atrás, mientras hacía la fila para entrar, conocí a un hombre que me contó que había estado en el mítico concierto de Depeche Mode en el Rose Bowl de Pasadena, California, en junio de 1988. “Vengo a celebrar los 30 años de ese concierto”, me dijo, “yo tenía 18 años y éramos como 90.000 personas que no paramos de cantar, saltar y bailar”, y su mirada se extravió en unos recuerdos íntimos y lejanos. “Hoy vengo a hacer lo mismo, con casi 50 años de edad, porque Depeche es eso: cantar, saltar y bailar”. Dos horas después, mientras la banda toca “It´s no good” ( Ultra, 1997) , una de esas canciones para bailar con los brazos abiertos, como Dave Gahan lo hace durante todo el show; la mayoría de la gente no baila como en aquel verano del 88, la mayoría de la gente se preocupa por encuadrar y enfocar un pedacito de escenario, a través de las pequeñas pantallas de sus celulares.

Foto por Mateo Rueda |Noisey en Español

El Spirit es el décimo cuarto álbum de la banda y fue lanzado en el año 2017. Depeche Mode lleva casi un año de gira la cual los ha llevado por Europa, Norteamérica y Latinoamérica. El Global Spirit Tour llegó a Bogotá para presentar este álbum cuyas letras se concentran en la crítica social y política, en la preocupación por tomar conciencia de sí mismo y del mundo. Depeche Mode va más allá y lidera campañas como la que tiene con relojes Hublot y la ONG Charity: water, en la cual se reúnen fondos para llevar agua potable a regiones olvidadas de África, en donde miles de personas mueren por consumir aguas contaminadas. Esta campaña ha logrado recaudar 1.4 millones de dólares, dinero con el que se ha construido acueductos y se ha llevado agua limpia a más de 30.000 etíopes, en una decisiva apuesta por combatir la pobreza.

El show continúa. El show debe continuar. El bajo de Peter Gordeno se derrama por el escenario, y su sonido se expande entre los cuerpos de los asistentes; los efectos del synth de Andrew Fletcher crean una atmósfera industrial, con irradiaciones pop que flotan en el aire; Gahan entona con su voz de barítono los primeros versos de “Useless” ( Ultra, 1997), y la guitarra pos grunge de Martin Gore complementa la fusión perfecta de esta banda que cambió la historia de la música a finales del siglo XX. “Y no solo de la música”, me dice Dayana Higuera, una seguidora del grupo, quien también estuvo en el primer concierto del 2009, en Bogotá. “Depeche, por lo menos para los bogotanos, marcó una época, una manera de vivir la ciudad, una forma de ser urbano. Fíjate que incluso marcó hasta la manera de vestir…”, y miro en el escenario a Andrew Fletcher, erguido y orgulloso frente a sus teclados, ataviado con gafas negras, gabardina negra, pantalones y botas negras. El mismo outfit con el que está vestido Martin Gore, mientras toca su guitarra, ahora roja y sin puntas. Miro a mi alrededor y lo compruebo: la mayoría de la gente que estamos aquí no solo escuchamos y gozamos con la banda del sur de Inglaterra, sino que nos vestimos y lucimos como ella.

Además de lo político, otra vertiente temática en las canciones de Depeche Mode es el amor/desamor, la sensualidad y el erotismo. Y en nuestra ceremonia del 16 de marzo en Bogotá, mientras movíamos los brazos y las caderas, mientras sacudíamos las cabezas hacia los lados y hacia arriba con los ojos cerrados, mientras pulverizábamos el piso del Simoncho con nuestras botas, los ingleses nos regalaron temas como “Strangelove”, “Cover me” e “In your room”. Y al abrir los ojos, uno descubría que la persona del lado tenía los ojos llenos de lágrimas, que alguien de un par de filas adelante se tapaba la cara con las dos manos y lloraba, que alguien junto a ti sonreía con tristeza y que muchos se desgarraban las gargantas gritando: “things get damaged, things get broken, I thought we´d manage, but words left unspoken”, coreando junto a Martin Gore, quien compuso “Precious” ( Playing the angel, 2005) , justo después de divorciarse de Suzanne Boisvert, mujer con la que tuvo tres hijos.

Foto por Mateo Rueda |Noisey en Español

Las pantallas proyectan el video de “Cover me” ( Spirit, 2017). Este tema escrito por Gahan, Eigner y Gordeno cuenta la historia en primera persona de una relación fallida, de un sueño en pareja que se deja para otra vida, que jamás se logra realizar. En el video vemos a Dave Gahan, vestido de astronauta, vagar por las calles de Los Ángeles, mirando a un lado y otro, sin encontrar un lugar en donde estar bien. Gahan continúa su periplo por las calles filmadas a blanco y negro hasta que llega a una playa solitaria. Allí se sienta en una banca y observa el mar. En ese momento los sintetizadores se disparan y hacen que la canción se aventure en un viaje inesperado. Vemos en las pantallas a Gahan poniéndose el casco de astronauta, pilotando una nave en el espacio exterior y flotando en la galaxia, mientras observa el mar y se dirige a él con decisión, como quien quiere hundirse en sus aguas para siempre.

Al frente de esas pantallas, en el escenario donde los músicos de Depeche Mode tocan “Cover me”, Dave Gahan en tamaño real, con un chaleco abierto que deja ver su pecho y brazos tatuados, abandona el proscenio y se aventura por la larga pasarela que desemboca en las vallas de la localidad de Spirit. Allí, al frente de los miles de espectadores que lo fuimos a ver, Dave danza con los brazos abiertos, se agacha, se incorpora contorsionándose, haciendo curvas con el pecho y la espalda como si estuviera emparentado con los gatos, da vueltas en sí mismo, flota sobre la pasarela mientras los reflectores lo envuelven con su luz y atrás, lejanas, quedan las pantallas en donde Gahan, vestido de astronauta, gira a la deriva en la Vía Láctea.

Foto por Mateo Rueda |Noisey en Español

Los videos en el concierto, a cargo de Anton Corbjin, el fotógrafo y director holandés, quien ha acompañado a Depeche Mode desde los años 80, complementaron y fecundaron la música, ofreciendo canciones que se contaron también desde la cinematografía. En el momento en que Gahan, Gore, Fletcher, Gordeno y Eigner tocaron “Walking in my shoes” ( Songs of faith and devotion, 1993), apareció en las pantallas una habitación con un colchón en el suelo, una mesita de noche y una silla, junto a ropa tirada sobre una alfombra blanca. Vimos a un hombre de pelo largo y negro, con mechones verdes, despertar. Lo vimos en la cocina preparándose el desayuno. Luego, el hombre se maquilló frente a un espejo con una expresión seria, casi triste. El hombre se amplió las cejas, se puso pestañas largas, se pintó los ojos con sombras azules, se puso rubor y labial rojo. El hombre poco a poco se transformó en una bella mujer. Una bella mujer con ojos muy tristes. Una mujer que se vistió con un traje y unos tacones blancos y salió –guitarra en mano- a caminar por las calles de Berlín, en medio de una soledad e incomprensión evidentes. Todo esto mientras Gahan cantaba que no está buscando absolución, ni perdón por las cosas que hizo; mientras Gahan cantaba que antes de que saques cualquier conclusión sólo trata de ponerte en mis zapatos, “try walking in my shoes”, dejando un mensaje claro y contundente de inclusión, y advirtiéndonos a todos cuan cruel puede ser la sociedad con algunas personas.

Depeche Mode no se guardó nada, puso sus mejores cartas sobre la mesa, se entregó en carne viva a sus espectadores. Dave Gahan no paró de bailar, de apretarse los huevos con lujuria, de pedirle a gritos a la gente que coreara las canciones, de moverse con sensualidad contra la base del micrófono, de secarse el sudor a chorros de la cabeza, con toallas blancas que le dejaban frente a la batería de Christian Eigner (cuyo bombo tenía pintado el logo de la paz). Vimos a Gordeno en los teclados interpretar “Strangelove” ( Music for the masses, 1987) , y a Martin Gore cantarla con el rostro atravesado por la emoción, así como vimos al mismo Gore cantar “Home” ( Ultra, 1997) , con su voz de registros altos, para que al final de la canción dirigiera un coro de 18.000 personas tarareando la línea de la guitarra por varios minutos: “oh oh oh oh oh oh oh”. La noche del Parque Simón Bolívar ardiendo en una conflagración hermosa y musical.

Foto por Mateo Rueda |Noisey en Español

El fuego se extendió aún más cuando Martin Gore interpretó “Insight” ( Ultra, 1997): “and the spirit of love, is rising within me, talking to you now…” y todo el Simón Bolívar se unió en una plegaria de amor: “you gotta give love, you gotta give love, you gotta give love”. Luego, como en sus propios trabajos discográficos, el show de Depeche Mode marcó una curva ascendente, dejando atrás las baladas, para meterse de lleno bajo la bola plateada de la discoteca: “Everything counts”( Construction Time Again, 1983) nos ubicó en los primeros años de la banda, en la imborrable década de los 80, cuando se cantaba y zapateaba sin andar pendientes de las selfies o las actualizaciones en redes sociales. Luego, el delirio, la desaparición detrás de los gritos histéricos y los ojos cerrados mientras se coreaba “Enjoy the silence”(Violator, 1990) y el Parque Simón Bolívar se desmoronaba de la emoción. Esa emoción hecha de la misma sustancia imperecedera de los británicos, quienes cerraron con “Personal Jesus” (Violator, 1990), mientras todos saltábamos y gritabamos con la tristeza dulce de saber que el concierto de Depeche Mode terminaba: “reach out and touch faith”.

Foto por Mateo Rueda |Noisey en Español

¿Dónde está la revolución?, nos preguntaron mientras nos regalaron una de las mejores noches de nuestras vidas, ¿quién toma sus decisiones? ¿Usted o su religión? ¿Usted o su gobierno?, nos indagaron mientras nos ponían a bailar como si no existiera el lunes, o el martes, o las semanas y los años. ¿Dónde está la revolución?, y muchas personas que se habían volado de sus trabajos para hacer fila desde temprano les respondieron con las hogueras encendidas de sus manos. ¿Dónde está la revolución?, nos inquirieron mientras cantábamos con las gargantas destajadas de tanto sentir, mientras la policía, vi a dos, levantaban los brazos y los movían de un lado a otro, como lo hacíamos todos, y sonreían al compás de los brazos de Gahan, mientras llorábamos de alegría por estar presentes en el concierto de una de las bandas más legendarias de la humanidad; porque todo lo que siempre he querido, porque todo lo siempre he necesitado, está aquí en mis brazos, las palabras son innecesarias, ellas solo causan daño. Esta noche es para siempre. Gracias, Depeche Mode.

Enjoy the silence.

Foto por Mateo Rueda |Noisey en Español
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