Música

Die Antwoord: ¿La respuesta a qué, exactamante?

Conocí por primera vez en 2010 al grupo sudafricano de rap, rave, Zef (léase, la clase proletaria blanca de Sudáfrica), Die Antwoord, que significa “La Respuesta” en Afrikaans, en el 2010, cuando vivía en Los Ángeles. Un conocido de esa época, súper emocionado por conocer a una sudafricana que no había escuchado hablar de ellos, me presentó a la banda. Como parte de la diáspora sudafricana, estaba emocionada de escuchar a una banda sudafricana haciendo ruido en la escena internacional. ¿Podrían ser un reflejo de la ‘Nación del Arco Íris’ (un término acuñado por el arzobispo Desmond Tutu para describir a la Sudáfrica post-Apartheid después de las primeras elecciones democráticas de 1994), la dinámica, ‘post-racial’ y joven democracia? Vamos a ver, pensé.

Mientras más conocía su música, más atónita quedaba por el valor de choque en su propuesta, sus letras y los efectos visuales de sus videos. Sin embargo, me resultó atractiva la mezcla del inglés y Afrikaans en sus letras y los flows de técnica impecable de ambos cantantes, Ninja y Yolandi Visser. Además de la estética visual que los acompaña en su imagen y en sus videos.

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Cape Flats

Yolandi de Die Antwoord en el Vive Latino 2015. Foto por Daniel Patlán.

Lo que muy temprano resultó evidente era la pesada apropiación, que muchos han señalado como apropiación de aspectos de la identidad de la gente de color en Cape Flats. El paisaje cultural sudafricano es multicultural, compuesto por una población negra, blanca, de color (mestiza o criolla) y asiática (de origen subcontinental). La comunidad de color tiene una posición transversal en esta sociedad, pues no son considerados ni negros ni blancos, sino un lugar entre ambas. Un mosaico cultural rico y multifacético, cuyos orígenes se remontan a los esclavos traídos por los holandeses de diversas partes del continente africano, Indonesia y la región del océano Índico, las poblaciones locales indígenas Khoi y San, y diferentes etnias europeas, entre holandeses y franceses, que hicieron de Sudáfrica su hogar durante la temprana colonia.
La lengua materna de la inmensa mayoría de la gente de color es el Afrikaans, un lenguaje criollo arraigado en el holandés del siglo XVI e influenciado por varios otras idiomas y grupos culturales que llegaron y se instalaron en la época de la colonia en Ciudad del Cabo. La gente de color son la mayoría: más del 60 por ciento de los Afrikaans en los barrios marginales de la ciudad y la comunidad de gente de color en Cape Flats son reconocidos por tener un dialecto particular y vernáculo. Sí, debe señalarse que Yolandi viene de un contexto de blancos que hablan Afrikaans, pero nació y se crió en un pequeño pueblo conservador en el cabo oriental, un estado diferente, lejos de Cape Flats. Ninja, sin embargo, proviene de un contexto de habla inglesa en la clase media alta de Johannesburgo, en el norte, del otro lado del país.

Ninja de Die Antwoord en el Vive Latino 2015. Foto por Daniel Patlán.

Cape Flats es un extensión de tierra plana ubicada al sudeste del centro de Ciudad del Cabo, y bajo la ley de 1950 llamada Group Areas Act, que asignaba grupos raciales a diferentes sectores residenciales y comerciales en áreas urbanas delimitadas, el gobierno anterior del Apartheid, decidió que esta parte de la ciudad era para los ‘no blancos’. Miles de familias ‘no blancas’ fueron sacadas por la fuerza de sus tierras declaradas ‘sólo para blancos’ y vertidas aquí. Aunque en parte esta es una próspera comunidad de sobrevivientes de décadas de políticas sistemáticamente brutales y deshumanizadas por parte del gobierno, el legado de una cruda realidad en Cape Flats como un lugar con pobreza severa, drogas y violencia de pandillas, es rampante y no puede ser ignorado. Las comunidades ‘no blancas’ en Sudáfrica, han estado privadas de sus derechos más básicos históricamente y esto continúa siendo así en hoy en día.

Foto por Amanda Demme

La apropiación de Die Antwoord de aspectos de la identidad de color originada en Cape Flats, incluyendo el uso del lenguaje vernáculo, el dialecto y los tatuajes de las pandillas y de la prisión (Ninja mismo rockeando este tipo de tatuajes en la vida real) es peculiar y problemática, no sólo por su falta de autenticidad derivada de una ausencia de experiencias vividas en la dura realidad de Cape Flats, de las pandillas y de la prisión en Sudáfrica. Sino porque través de la mirada ‘blanca’ hacia ‘el otro’, están perpetuando los mismos estereotipos negativos de la gente de color y explotándolos para fines ‘artísticos’ y, claro, en beneficio de de su interés capitalista. Han seleccionado ciertos aspectos de una identidad, despojándola de su color marrón original, envolviéndola en un envase blanco e inofensivo y carcajénadose en su camino hacia el banco para cobrar un cheque gordo.

No es ninguna sorpresa que sean recibidos por sociedades que tradicionalmente recompensan la apropiación cultural, como Estados Unidos e Inglaterra; o países cuya identidad tiene rasgos importantes de apropiación en su base, como el caso de México. Son los cuerpos desechados de color café y de los que se han apropiado, los mismos que carecen de la movilidad social y cultural de la que gozan Die Antwoord, que les permite evadir un perjuicio inherente de las sociedades: cuando Die Antwoord lo hace, es cool, fresco y artístico como la chingada, pero cuando lo hace gente de color e históricamente marginada, son vistos con miedo, como un peligro y como degenerados.

Let’s Get Into It

En su canción “Cookie Thumper” del álbum Donker Mag, Yolandi hace las veces de una linda colegiala que vive en un orfanato y se enamora de un gángster recientemente liberado de prisión llamado Anies. En el video, Anies es claramente un gángster de color, revestido con tatuajes asociados con pandillas notorias de Cape Flats. Tanto él como Yolandi hablan en el lenguaje vernáculo de Cape Flats, utilizando la jerga de las pandillas y de la prisión. La letra del intro de la rola es la siguiente:

There once was a little girl
Who had a crush on a bad, bad boy
But when that bad boy got out of prison
That little girl’s ass was in big, big trouble.

[Había una vez una pequeña niña
Que estaba enamorada de un chico muy malo.
pero cuando ese chico malo salió de prisión
El culo de la pequeña niña estaba en un gran problema
].

La última línea de la introducción acompaña un lento desplazamiento de la cámara, cerrando la toma en la cara de Anies, sus ojos verdes inquietantemente abiertos, hipnótico, aparentemente hasta su madre en drogas, y lenta y provocativamente muerde su labio inferior, desafiando al espectador que lo mire. El coro de la canción justo antes de la primera estrofa está en Afrikaans de Cape Flats:

Daai bra Anies hy’s n fokken gam braHaai!
Daai Anies hy lam innie mang ja

Esto se puede traducir más o menos como: “Ese bro Anies, es un fucking gam [o ham] bro. ¡Ey! Ese Anies, está en la cárcel”. Ham (o gam), se refiere al hijo maldito del Noé del Antiguo Testamento, Cam. En la teología del Apartheid, se cree que la gente de color son los hijos de Cam, es decir, los malditos.

Estas letras, yuxtapuestas con la representación visual de Anies, refuerzan el estereotipo de los hombres de color, no sólo como peligrosos gángsters de poca monta, sino como depredadores sexuales en busca de mujeres blancas inocentes… Por lo tanto, si escuchan esta canción en su concierto, por favor tengan esto en cuenta cuando saquen sus pasitos perrones.

En la rola “Enter the Ninja”, de su álbum 5, Ninja comienza proclamando que el “representa la cultura sudafricana, blanca, negra, de color, inglesa, zulú, afrikaans, khosa”. Continúa afirmando que él es todas estas cosas y personas diferentes todo revuelto en uno [la expresión que usa en inglés es ‘fucked into one’]. Esta declaración es en sí misma un reflejo del privilegio blanco del que goza Ninja, que le permite autoproclamarse y autorepresentarse como la cultura sudafricana para una audiencia global. Es el derecho a elegir lo que quiere montar en su propia agenda, ya sea artística o de otro tipo, y sacar partido de esta representación. El problema aquí es el otro lado de la moneda: la mayoría no blanca de Sudáfrica carece del capital cultural, acceso a recursos o el derecho a reclamar aspectos de la cultura blanca sudafricana (o de cualquier otra identidad cultural del país) y presentarse a sí mismos como racial y culturalmente fluidos.

Portada de ‘Mount Ninji and da Nice Time Kid’

La portada del más reciente álbum de la banda, Mount Ninji and da Nice Time Kid representa a Yolandi vestida en calzones y una camiseta sin mangas dejando al descubierto su abdomen, con las manos cómodamente flexionadas hacia arriba, cada una con una pistola (¿tal vez de agua?) y con Ninja encumbrado en altura imponente y gesto protector detrás suyo. Su cuerpo está pintado de blanco con destellos color rojo, y Ninja está vestido con el traje ceremonial tradicional de los Xhosa, ambos parados encima de una montaña de basura, y con lo que parece ser Johannesburgo en un fondo remoto. Los Xhosa son una de las principales tribus de la Sudáfrica negra y Nelson Mandela es su hijo más famoso. No sé cuánta gente Xhosa considere esta representación por una persona que no es miembro de este clan, como algo respetuoso de sus tradiciones, incluso si es por el bien de la libertad de expresión artística.

Un mes antes del lanzamiento de Mount Ninji and da Nice Time Kid, Yolanda Visser publicó una foto en Instagram para promocionar el álbum, acompañada de un largo párrafo (y estoy parafraseando) en el que explicaba que había nacido en Sudáfrica, es Afrikaans (es decir, una chica blanca que habla Afrikaans) pero criada alrededor de diferentes razas, y cómo todas estas cosas la influenciaron mientras ella crecía. Además, expresa que todas las cosas sudafricanas le pertenecen y que Sudáfrica estará siempre en su corazón. Después sigue compartiendo la manera en cómo evolucionó el álbum, que Die Antwoord ha colaborado con ciertos artistas, etcétera, y cómo los artistas de Estados Unidos son muy confiados y originales, que es lo contrario de Sudáfrica.

La identidad de un individuo es algo súper personal, profundo y el corazón de lo que somos todos. Ciertamente no quiero quitarle a Yolandi (o a Die Antwoord), por así decirlo, su sudafricaneidad, o negar la profundidad del amor que tiene por su tierra y su gente. Simplemente parece que no se da cuenta, o es incapaz de reconocer, la posición que tiene de reclamar todo lo sudafricano como suyo y perteneciente a ella como un gesto de apropiación. Ella y Die Antwoord en su conjunto, simplifican, encubren y aprovechan las identidades culturales complejas de esta sociedad cuando les conviene, y son continuamente premiados internacionalmente por hacerlo, tanto a nivel monetario como a nivel artístico.

O sea que sí

Foto por Amanda Demme

El legado de un régimen opresivo, racialmente segregado, y de varias décadas, ha dejado al país dividido y, de cierto modo, es comprensible: un país culturalmente inseguro a pesar de la riqueza cultural que tiene. Sudáfrica es una joven democracia, pero con todos sus problemas, es una con gran esperanza, con solo 23 años de edad y poco a poco encontrando su camino y su identidad como una nación y su lugar en el mundo. Cuando esto ocurra, será dinamita, una explosión cultural desde el sur. Es un país donde la inmensa mayoría de las personas, que son ‘no blancas’, siguen siendo marginadas, económica y culturalmente, con una minoría blanca todavía en posesión de la mayoría de las riquezas, el capital cultural y el acceso a infraestructura y recursos.

En la superficie, Die Antwoord parecen representar el ideal utópico de la Nación Arco Íris, una Sudáfrica post-racial libre de racismo, pero si rascan un poquito, el dúo sigue ocupando el espacio que conlleva el privilegio de la ‘blancura’. Su visión artística o intención personal pueden no ser maliciosas; sin embargo, son problemáticas en varios niveles: es privilegio blanco, pero en un nuevo y brilloso empaque, y comercializado de un modo astuto y adecuado para audiencias millennials. Por otra parte, Die Antwoord hace poco para contribuir con el discurso de cambiar las perspectivas en las complejas capas de las diversas identidades culturales del país, que es lo mismo que las potencias coloniales hicieron durante siglos.

Die Antwoord en Lollapalooza Chile 2015. Foto por Carlos Molina.

Si quieren hincarle el diente a otras bandas sudafricanas igualmente provocadoras, les recomiendo a Dookoom, un grupo multicultural que no teme asumir cuestiones sociales y contemporáneas en su música. Su sencillo “Larney Jou Poes” (Afrikaans para ‘Fuck You Boss!’) de su álbum, A Gangster Called Big Times, sacudió a la sociedad sudafricana por echar luz sobre el trato inhumano de los granjeros negros en Western Cape por generaciones, un debate que llevaron a la conciencia nacional. Su líder, Isaac Mutant, es una leyenda del hip hop nacido y crecido en Cape Flats y colaboró con Die Antwoord en su primer disco, $0$.

Y si les gusta el hip hop y quien explorar otros artistas de Cape Flats, los legendarios Prophets of Da City, formados en 1988, y cuya música lidia con los entramados socio-culturales de la era del Apartheid, sin duda son una pieza importante en el mosaico cultural actual de Sudáfrica. Tocaron en la inauguración presidencial de Nelson Mandela en 1994 y son uno de los más importantes actos de rap en la historia del género a nivel mundial. Para un aporte más contemporáneo, Dope St. Jude, cuya música siempre tiene un toque controversial, es una artista que vale la pena escuchar, con una agenda alrededor de la clase, la raza, asuntos de género y queer.


Zayaan Jappie es una directora y productora cinematográfica sudafricana viviendo en Sudáfrica.

Die Antwoord se presenta hoy en el Pepsi Center de la Ciudad de México. Las entradas se encuentran agotadas.