Música

Y cuando despertó, Dinosaur Jr. seguía haciendo los mejores feedbacks de la historia

“Goin Down” y “Tiny”, los dos primeros tracks de Give A Glimpse Of What Yer Not, el nuevo álbum de Dinosaur Jr., que también funcionaron como sencillos previos al lanzamiento, no son precisamente alentadores. Se escuchan juguetones y alegres y hasta tienen un encanto mancebo (un millenial despistado podría pensar que se trata de un banda de veinteañeros), pero carecen de la monstruosidad prolongada y apoteótica que funcionaba como bienvenida a un mundo de notas elevadas y de virtuosismo feedback donde la distorsión alcanza estado de armonías sublimes. Es el caso de las brutales “Little fury things” o “Freak Scene”, “The Wagon”, “Out There”, “Pieces” o “Don’t pretend you didn’t know”.

Más o menos se hizo costumbre que si la primera canción no tenía la potencia dinosauresca, era señal de que el disco bien podría decepcionar en algún momento. Me pasa sobretodo con Whitout a sound y Hand it over, que son bastante irregulares (excepto por la enorme “I’m insane”, una poesía tan esperanzadora como estrepitosa que te deja bien pincho sordo y optimista), pero sus descalabros tienen una explicación lógica: ni la guitarra de Lou Barlow ni la batería de Emmett Jefferson “Murph” Murphy III colaboraron en ellos y su ausencia es notoria. Básicamente era J Mascis y súbditos bajos el nombre de Dinosaur Jr. Dice Michael Azerrad que en ese entonces Mascis había llegado a una grado de mamonería patológica insoportable e hiriente, como gay neurótico que lleva la parte dominante en una relación y quien ante el hartazgo de la misma, sólo se deja llevar por sociopatías.

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Siempre he creído que las letras de Mascis guardan cierto grado de sensibilidad gay.

Es un hecho que Mascis desliza sus dedos sobre la guitarra con la perfección del mismo Neil Young, ese grado de virtuosismo lo obtuvo a punta de prácticas enfermizas, y de someter a sus compañeros de banda a una tortura psicológica bien pinche culera: primero les regalaba sonrisas, luego exigía exactitud, les invitaba cervezas y de pendejos nos los bajaba. Por alguna perversa razón, se ensañó con el pobre Lou, hundiéndolo en una crisis nerviosa que lo llevó a perder el control una tarde, rompió todos los objetos que había en el cuarto del hotel que los hospedaba durante una gira, mientras Mascis observaba el drama con malévola sonrisa. Mascis es un mamón.

“Desde el principio, Barlow y Mascis formaban una extraña pareja. Barlow era el tipo de persona que necesitaba cuidar sus sentimientos como un arqueólogo cuida una excavación, necesitaba que valoraran su labor y palabras de ánimo y deseaba fervientemente contar con la aprobación de Mascis, mientras que Mascis iba por la vida seguro de sí mismo y erra irritantemente autosificiente” escribe Azerrad en su libro Our Band Could Be Your Life: Scenes from the American Indie Underground, 1981–1991.

El trío original estuvo separado por diez años, pero visto a la distancia no fue un episodio tan errado. Quizás si los Sonic Youth se hubieran dando un respiro en serio, aún tendríamos esperanzas.

Pero Give A Glimpse or what yer not no es una producción mala. Todo lo contrario. Es un pinche discazo que parece continuar con la buena racha de aciertos que empezó con Farm del 2009 y la alineación original: Mascis, Barlow y Murph y seguiría con el I bet on sky del 2012.

El regreso “oficial” sucedió en 2007 con Beyond, un disco bueno pero débil.

La tradición de los solos de guitarra trenzados con potentes y melódicas capas de distorsión vuelven a su pulcritud con “Be a part“, el track número tres y a partir de ahí, la tradición slacker (un término que la prensa musical de finales de los ochenta utilizó para describir una tribu de jóvenes apática y melómana que terminaría convirtiéndose en la Generación X) empieza a fluir como si el tiempo se hubiera suspendido en el Where you been de 1993 (para mí el punto álgido de la discografía del Dinosaurio, en el que una canción supera a la otra conforme el álbum avanza y donde el estilo de la banda de Amherst, Massachusetts, terminó de cuajar su influencia definitiva en el así llamado rock alternativo). Se puede percibir una madurez sentimental en todos los integrantes. Es evidente que los rencores han sido superados pues Barlow toma la voz en las canciones más emotivas: “Love is…” y “Left/Rigth“, magistral balada de melancolía dramática sostenida en angustiosas guitarras, uno de mis tracks favoritos, junto a “I walk for miles“, pieza que es Dinosaur Jr en estado puro, en la misma latitud de cascadas de melancolía saturadas de distorsión de “Sludgefeast” del You´re living all over me de 1987.

El regreso del Dinosaurio con once canciones inéditas es un regodeo de melodrama hecho riffs, con la voz única de Mascis, huraña y vanidosa, que llega para psicoanalizar este momento en que la nostalgia parece ser la fuente de creatividad más eficaz de la música, sobretodo en la cada vez más desteñida escena indie, demostrando que lo alternativo no es una ocurrencia, sino el trastorno mental que se vive sin imposturas ni ideologías trendy, el que se padece hasta el extremo, hasta dominarlo, hasta que te sientas el más chingón del feedback, como es el caso de Dinosaur Jr.