Drogas

Dosis #3: Marihuana: médicos, “asesinos” y el “hombre más peligroso” de Estados Unidos

marihuana

La moral. Es paradójico que la marihuana, una planta asociada al movimiento hippie de paz y amor, sirva para definir a alguien que mata a otra persona, pero una teoría bastante extendida sobre el origen de la palabra asesino es que proviene del árabe hassassin, “fumadores o comedores de hachís”.[1]

La explicación a esta historia hay que buscarla entre la realidad y las leyendas —y como en todas las leyendas en la moral— de la Edad Media.

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Si son seguidores del videojuego Assassin’s Creed conocerán la historia de la secta de musulmanes ismaelitas nizaríes fundada por Hasan-i Sabbah, “El viejo de la montaña”. Entre los siglos XI y XIII esta pequeña escisión de los chiíes se dedicó al asesinato selectivo de sus enemigos. Aunque la trama del videojuego popularizó que fueron el terror de los templarios y, en general, de los cristianos en Tierra Santa, lo cierto es que los hassassin fueron mucho más una preocupación para los propios seguidores del islam. [2]

A finales del siglo XI, la secta se asentó en la fortaleza de Alamut (nido del águila), en el actual Irán. Se dice —porque aquí empieza la leyenda— que los sucesivos líderes, siempre ostentando el nombre de “El viejo de la montaña”, secuestraban a niños y jóvenes huérfanos para convertirlos en soldados. Los rodeaban de lujos y hachís en los jardines de la fortaleza como una pequeña probada del paraíso en la tierra para después encerrarlos en celdas. Si querían salir de ellas y alcanzar el verdadero paraíso debían cumplir una misión: matar.

En 1256 la fortaleza de Alamut cayó y fue destruida. Los hassassins se convirtieron en un pasado que sus rivales contarían a las futuras generaciones. [3]

Hoy está casi descartado que nuestro “asesino” provenga de “fumadores de hachís”[4]

Pero que la teoría cannábica haya llegado a nuestros días nos sirve para entender la pequeña enseñanza sobre la moral y la marihuana.

Nos podemos creer la leyenda y pensar que los efectos del cannabis ayudaban a alcanzar el éxito en un trabajo que requiere sangre fría, precisión y sigilo; o podemos pensar que bautizar a una minoría como “fumadores de hachís” cuando Mahoma había escrito en el Corán que cualquier sustancia que alterara la conciencia estaba prohibida, era una forma de desprestigiar y señalar la maldad del enemigo. Lo segundo lo hemos visto varias veces a lo largo de la historia.

La política. Timothy Leary nunca mató a nadie, pero eso no impidió que el presidente de Estados Unidos Richard Nixon lo persiguiera hasta la extenuación `[5]. Leary nació en 1920, meses después de la aprobación de la Ley Seca [6] Las drogas y las políticas prohibicionistas marcarían una vida

que le dio tiempo de ser profesor de psicología en Harvard y que lo despidieran por realizar experimentos con LSD;  amigo de Jack Kerouac, William Burroughs y Allen Ginsberg [7], gurú de un movimiento entre el hipismo y las religiones orientales que experimentaba con sustancias psicoactivas, escribir libros, apasionarse por las computadoras y desarrollar software, cantar con John Lennon, quien compuso la canción Come Together para la campaña a gobernador de California de Leary contra Ronald Reagan [8], estar en la celda contigua de Charles Manson y protagonizar, con casi 50 años, una huida de una cárcel de Estados Unidos para exiliarse a Argel con ayuda de las Panteras Negras.

Leary era una figura casi omnipresente en cualquier expresión de la contracultura de los años sesenta. Si hablamos de drogas quizás lo común sería que apareciera en una columna sobre el LSD, porque era una especie de papa laico de esta sustancia, o sobre los hongos, su droga psicodélica iniciática, que probó en Cuernavaca, México, en 1960. Pero su historia con el cannabis es más representativa de las políticas de la época.

 “El hombre más peligroso” de Estados Unidos acabó sentenciado a décadas de cárcel porque lo detuvieron dos veces con pequeñas cantidades de marihuana. La primera, en la frontera con México, cuando se disponía a pasar unas vacaciones con su familia. Según algunas versiones, la policía le incautó 13 gramos. La segunda, en California. En esa ocasión fue arrestado por Gordon Liddy, que sería uno de los orquestadores del escándalo Watergate.

Leary se enfrentó también a la visión de Nixon en los tribunales y ganó[9]. Al año siguiente Richard Nixon firmó una nueva ley. Leary volvería a prisión por segunda vez. Después protagonizó su peliculesca huida que lo convertiría en un prófugo de la justicia.

La ley. Lo más probable es que hoy “el hombre más peligroso” de Estados Unidos no pisara la cárcel. En el país origen del prohibicionismo y la guerra contra las drogas, la marihuana legal ha sido una de las grandes protagonistas en las urnas en los últimos años [10].

En América Latina, por el momento, Uruguay es el único país que ha regulado la producción, distribución y consumo de la marihuana[11]. Se suele decir que el ejemplo uruguayo no es replicable a otros países de la región porque Uruguay es el menos poblado y el más pacífico e institucional. Es cierto. Pero eso no quiere decir que su caso no sea de interés. Mientras en Estados Unidos la regulación ha seguido la evolución de la opinión pública, en Uruguay se reguló a pesar de ella [12]. Incluso en contra de la opinión particular.

La noche de la votación el foco estaba puesto sobre Darío Ramírez, médico de profesión y diputado del Frente Amplio, el partido en el poder. Ramírez había manifestado los días anteriores que podría votar en contra de la voluntad partidista y, sin su voto, la ley no se aprobaría. Finalmente dijo en el parlamento: “La marihuana es una bosta (un excremento de vaca), pero lo es sin ley y con ley”. Y votó a favor. Para el entonces presidente, José Mujica, el cannabis tampoco era algo que entrara entre sus prioridades, pero apoyó la ley bajo la lógica de que la venta y consumo ya existían y que se debía buscar una nueva política en beneficio de los ciudadanos. “La ley intenta una regulación, no es un viva la pepa”, dijo cuando se aprobó la regulación. “Se intenta terminar con la clandestinidad, identificar y tener un mercado a la luz del día”.

Parece que México, un país marcado los últimos quince años por la guerra contra el narcotráfico, será el segundo país de América Latina en crear un mercado legal [13]. La incertidumbre del futuro es si la marihuana se incorporará como un producto más al sistema capitalista y quedará en manos de los grandes empresarios nacionales y multinacionales o bien si se tendrá en cuenta el sufrimiento de los campesinos y consumidores, los dos eslabones más débiles de la cadena del mercado ilegal de las drogas.

La medicina. La referencia más antigua que conocemos sobre el uso medicinal de la marihuana es el compendio médico chino Pen Ts’ao[14]. Pero, a pesar de su antigüedad, la historia médica de la planta no ha sido un camino ininterrumpido. En la Roma clásica parece que la marihuana solo se usaba en fiestas como un producto de lujo llegado de Egipto. A diferencia de otras drogas, como el opio, no aparece en ningún tratado de sus galenos. Con la expansión del cristianismo, quedó todavía más relegada en Occidente. Lo que nunca se perdió fue su uso ceremonial desde al menos el cuarto milenio antes de nuestra era en China, pasando por Mesopotamia [15], la cuna de la civilización occidental.

La planta llegó en la clandestinidad a mediados del siglo XX, cuando Naciones Unidas aprobó la Convención Única sobre Estupefacientes en 1961 [16]. Desde entonces la planta se ha convertido en la punta de lanza de las reformas de políticas sobre drogas apoyada, sobre todo, en dos hechos irrefutables. El primero es que la prohibición no ha frenado su consumo[17], como en todas las sustancias, más que con ninguna. El segundo es que la investigación científica ha demostrado su utilidad médica [18].

El 3 de diciembre del año pasado, casi 60 años después de la Convención sobre Estupefacientes (y 5.000 desde el compendio Pen Ts´ao) Naciones Unidas reconoció el potencial médico del cannabis y lo eliminó de la lista IV.

La historia reciente de la marihuana muestra la importancia de que la ciencia pese más que la moral y la salud más que política a la hora de legislar. Cuando alguien habla de regular no está pidiendo una barra libre. Todo lo contrario. Es investigar para tener información de calidad sobre una sustancia de riesgo y así tomar mejores decisiones para la sociedad.