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El 7-Eleven es un tesoro nacional en Corea

Nunca pensé que existiera un 7-Eleven diferente al que está en mi calle, con su triste exhibición de burritos de madrugada y el café que parece lodo del parque más cercano. Intercambio un par de palabras amables con los empleados mientras agarro unas papas fritas, una salsa y salgo corriendo.

Así que al tropezarme con un 7-Eleven en Seúl, insolada y desesperada por obtener una VitaminWater, casi me da un ataque al corazón. ¿Qué es este paraíso alegre y repleto de anime? Observo hacia la izquierda, donde me atrae un enorme refrigerador de bebidas heladas en un arco iris de letras.

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Después cometo el error de mirar a la derecha, donde una pared entera de accesorios para celular de Hello Kitty me muestra sus bigotes coquetos. ¿Necesitas una Hello Kitty miniatura usando un hanbok (vestido tradicional coreano) para adornar tu celular?¿Por qué no ampliar tu crédito coreano con una Hello Kitty usando un hanbok con un gran zapato tradicional coreano colgando torpemente a lado de su rostro? ¿Hello Kitty con un búho? ¿Hello Kitty gritando “¡Bienvenido a Corea!” mientras sostiene un pez?

En Seúl, incluso cuando crees que no estás de compras, de pronto estás de compras.

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Con tres accesorios extraños para el celular en mano, me dirijo de nuevo al enorme refrigerador de bebidas heladas, estoy completamente aturdida por las opciones disponibles. La gente se me atraviesa, agarrando bebidas sobre mi hombro izquierdo y derecho, y yo me quedo ahí parada con la boca abierta.

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¡Santa Asianness intolerante a la lactosa! Encuentras todos los tipos de leche imaginables: chocolate, cacao, coco, moka, fresa y la amada leche de plátano. Una vaca sonriente en el frente me dice que está bien tomar su jugo de bebé, una trinidad cómica de ubres de leche gotea en la parte delantera de la caja de cartón de leche. No quiero ser el Scrooge de todo lo lindo, pero ¿por qué todo en Corea debe ser tan adorable?

Empiezo a buscar el café, pero estoy un tanto abrumada. Los “lattes” de sabor, que estoy segura que de lattes no tienen nada, están empaquetados en cajas de leche que gritan “toffee nut” y “chocomenta”. Me gusta mi café negro como la medianoche en una noche sin luna, y, cuando era barista, el olor de los jarabes saborizados Torani me daban náuseas, así que estos no son una opción para mí.

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Si piensas que los 7-Eleven coreanos limitan su extrañeza a las bebidas, estás muy equivocado. Puedes comprar salchichas Viena miniatura llamadas “Everyday”, una simple porción de cangrejo de imitación (del tipo que adorna los rollos de California en tu deli), queso fundido adornado como vaquero en un palo, hot dogs de mantequilla de miel fría en un palo y pasteles de pescado picante en un palo. Mis ancestros en verdad lograron volver lujoso al 7-Eleven usando palos.

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En términos de carne, también hay una Big Bulgogi Burger prefabricada que me asusta muchísimo, con precios desde mil 400 won hasta 700 wos (unos 60 centavos de dólar) y presenta a quien parece ser un jugador de béisbol coreano. Estoy segura que esto es lo que come cuando está en el banquillo.

Vine con mi madre y me doy cuenta de que necesitamos bocadillos para nuestro próximo viaje en tren y para el hotel. Agarro un sándwich de jamón y un sándwich de huevo con maíz (los coreanos le ponen maíz a todo, incluyendo la pizza), ambos hechos con el pan blanco más esponjoso y sin nutrientes que pueda existir. Camino por docenas de estantes de ramen en platos hondos y tazas. Hay un microondas junto a ellos en el mostrador y una llave de agua caliente para un poco de ramen improvisado. Compro varios favoritos, incluyendo el ramen Shin picante y el frijol Chapagetti negro, así como el ramen Champong de mariscos.

En la sección de aperitivos, las algas brillan bajo la luz del 7-Eleven. Las galletas de arroz brotan como las flores y los pasteles de chocolate de Lotte y las galletas de koala y de panda parecen hablarme. ¿Estoy alucinando o solo tengo insolación?

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Sabes que ya no estás en Kansas cuando ves a la venta en el pasillo de los aperitivos lijas secas y condimentadas, calamar asado a la mantequilla y un paquete de “colección de calamares”. Crecí comiéndolos y los amo como aperitivos de cerveza, pero estoy segura de que estos han horrorizado a más que unos cuantos wae-guk-in (extranjeros). Un paquete de colección de calamar entra en la canasta, además de dos onigiri de atún triangulares. Veo carne seca, y aunque los coreanos preparan bien la carne (en honor a su herencia de Mongolia, por supuesto), no puedo decidirme a comprar otro producto procesado.

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ientras camino hacia la caja registradora, veo kimchi en paquetes pequeños y damugi, un rábano amarillo en vinagre. Ni siquiera yo sería tan malvada con mis compañeros de tren.

Cuando me doy la vuelta por la parte trasera de la tienda, me doy cuenta de que en este 7-Eleven también hay licor, vino y cerveza. Sin embargo, no es cualquier licor. Los coreanos quieren marcas con nombres old school que puedan reconocer. Quieren el Johnnie Walker –el rojo, el negro y el añejo. No está en un estante detrás del mostrador, sino en un estante bajo como parte del inventario olvidado y polvoriento. Me pregunto cuántas personas realmente compran su Johnnie Walker en el 7-Eleven.

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Convenzo a mi mamá, una abstemia total, de que para completar realmente el viaje a la patria y entender realmente lo que es ser coreana, tenemos que emborracharnos con una botella entera de Chamisul, el soju nacional de Corea. Me toma un tiempo convencerla y me doy cuenta de que debí simplemente echar el soju en la canasta y decirle que era Chilsung Cider, una bebida parecida al 7-Up que viene en una botella del mismo color.

Aguantamos cuatro shots y nos quedamos dormidas a las 9 pm después de ver dramas coreanos en nuestra habitación de hotel. ¡Gracias, 7-Eleven coreano!


Este artículo fue originalmente publicado en septiembre de 2015.