Todas las fotos: Hannah Quevedo para Noisey México.
Los días de anuncios, las conferencias de prensa, la revelación del cartel y la ya hasta tradicional ola de comentarios negativos que cuestionan la veracidad y autenticidad del Vive Latino; para muchos, esto es sólo un festival. Un evento que se convierte en una experiencia en la que con el paso de los años, hemos ido a criticar por la curaduría de su cartel y las cosas que a nuestros ojos parecieran ser “constantes errores” en la organización.
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Sin embargo, para los veteranos y para aquellos fieles seguidores del evento que durante 10 años han estado participando en esta celebración, el Vive Latino no ha “cambiado” o se ha vuelto “monótono”. Al contrario, ha evolucionado a un evento que cobija a los asistentes que, literalmente, han crecido al lado del festival: De aquella primera edición en la que ni baños había, la cerveza se terminaba y el agua de los servicios escaseaba (porque sí, hubo un Vive Latino en el que se quedaron sin agua), hoy una larga lista de servicios al público está disponible junto a alimentos, bebidas, recuerdos y, claro, servicios mucho más óptimos en los que incluso añadieron… ¡Un espacio para niños!
Nosotros con veintitantos años, pues sí, lo criticamos. Vivimos en esa edad en la que comparamos al Vive con el Corona, con Nrmal, Ceremonia, Hellow, Pal’ Norte y demás; quizás no tienen la importancia o no ha desarrollado en nosotros la importancia que en otros individuos sí. Pero el hablar con personas que de pronto te comparten historias de vida cuyos puntos de partida arrancaron en un Vive Latino, deja en claro que nos guste o no, este se ha convertido en mucho más que un festival: Es una tradición que al parecer en 2017, es incluso hasta familiar.
Julio y sus hijas
“Yo vengo viniendo al Vive Latino desde… ¡Pues desde su primera edición! Desde la primera, primera vez que se les ocurrió armar esto y pues, a mi sí me cambió la vida.
Conocí a mis amigos, que eventualmente medio me guiarían en lo qué me quería dedicar en la vida. Luego de ahí a mi esposa y de ahí pues, a mis dos niñas que estás viendo aquí.
Esto no es un festival nomás, sí es una tradición que se queda en la piel”.
—Julio Victorica, 32 años de edad, padre de dos niñas que visitan por segunda vez un Vive Latino.
Mario y Alma
“10 años tengo viniendo al Vive Latino. 10 años. Y esta es la primera vez que traigo a mi niña. La primera vez que vine estaba soltero, venía al desmadre y me ponía hasta atrás con mis amigos.
Hoy la neta como que sí nos entendemos. O sea, pon tú que antes vivía el Vive Latino desde adelante, en la trinchera, con los meados y los golpes pero ahora ya desde atrás por respeto a mi niña más que nada. Pero si quiero, si lo amerita, mi señora esposa me la cuida, me esperan en un lugar y yo me dejo ir recio.
Esto es una tradición familiar que me encantaría mi hija siguiera, pero sólo si quiere, si le gusta y le late como a mi. Si no, igual voy a seguir viniendo.
Yo soy fiel al Vive Latino y a los Pumas, ¡arriba los Pumas!”.
— Mario Esponda, 40 años, casado con Alma Muñoz Moreno de 38 años y padres de Victoria Dashiel Muñoz Esponda, 7 meses.
Sin darse cuenta en qué momento, los fanáticos del Vive Latino comenzaron a tener hijos. Pasaron de ser las voces que coreaban junto a Bersuit Vergarabat, Los Auténticos Decadentes, Caifanes, Cafeta, Molotov y hasta Charly García, para convertirse en los padres de familia con carreolas entre la gente y la comodidad de la “parte de hasta atrás”.
Solamente resultó normal que el festival en sí, se diera cuenta de esto y comenzara a crecer y cambiar con su público; no el de los chavitos, no el de los que se quejan de todo y sienten como que el evento los tiene que seguir convenciendo años después, sino los que estuvieron desde el principio, los ahora padres, los ya “señores”.
Francelino y Taíza
“Yo soy de Brasil, llevo cuatro años viviendo acá y definitivamente veo cómo todo el festival se ha adaptado a su público con el paso de los años.
Siento una vibra bien positiva, tranquila; es un evento al que puedes venir con tus niños y tú como adulto pasártela bien, y ellos como niños también divertirse.
Yo creo que al final, por mucho que digan, el Vive Latino ha mantenido su esencia como festival: Esa curaduría, esa música, ese corazón “Vive Latino” se sigue manteniendo fuerte y para nosotros eso está muy bien. No creo que ni su público ni su vibra, como muchos dicen, sea “de barrio pesado”, al contrario, es un evento muy pacífico
Si mis hijas siguieran los gustos musicales de sus papás me encantaría que vieran esto como una tradición, de lo contrario yo no tendría problema alguno”.
— Francelino, 34 años casado con Taíza de 33 años padres de Joanna y Elena, la primera de dos años y la segunda de seis meses.
Algunas de estar personas al ser entrevistadas, tienen esa mirada de nostalgia; un poco de melancolía mezclada con la música que les vio crecer, y el recuerdo de una etapa en la que sus únicas responsabilidades era ver a todas las bandas de su lista y llegar vivos a casa.
Pero si algo logran los buenos momentos, además de sobrevivir en los recuerdos, es pasarse de generación en generación, así que no es ninguna sorpresa que estas personas, lejos de regresar al lugar que los vio crecer, procuren que las nuevas generaciones se bañen y enamoren del mismo concepto al no sólo llevarles al festival, sino enseñándoles los viejos trucos, guiándoles de manera más precisa y orientándoles como a ellos nadie los oriente con la intención de que en un futuro, los pequeños se conviertan no sólo en un público más fiel, sino también responsable:
Isabel
“Yo vengo aquí con mis hijos y mi sobrina, somos algo así como los ‘tíos rockeros’ de la familia. Pero a mi el Vive no me asusta digo, yo ya lo viví, lo experimenté, lo disfruté y vi lo que tenía que ver. Si mis hijos, viendo a una banda, empiezan a oler mota, yo me agacho y les digo ‘ a ver, eso de ahí es marihuana y algunas personas la fuman y está bien. Tú no eres quien para juzgar lo que hacen los demás, tú preocúpate por ti mismo’ y así también con los borrachos. ¿Quién soy yo para decirles que beber o no está bien o mal si yo lo hice? Se les explica: ‘Mira ese señor ya no puede ni caminar por abusar de tal bebida’, ¿me entiendes? Prefiero decirles las cosas como son que andar mintiendoles. El Vive Latino no es para mentir, es para que entiendan y vean las cosas como son”.
—Isabel, 33 años casada con un hombre de 42 cuyo nombre no recuerdo. Ambos padres de dos niños de 2 y 4 años, acompañados de su sobrina Jennifer de 13 años.
“Creo que el Vive ha cambiado muchísimo y mira, cosas como la estacionada, la logística de venir e irse pues siempre son un desmadre, pero al final de cuentas de que ha cambiado ha cambiado, ¿ me entiendes? Yo sí veo todo mejor. Siempre fui muy responsable cuando venía solo y ahora pues más, traigo hasta a mi sobrina y como te dice mi esposa, sí somos muy directos en la manera en que les explicamos qué es cada cosa.
Respecto a lo de traer niños pues creo que como padre de familia sí denota una apertura mental más amplia cabrón. No es lo mismo la jefa de las juntas escolares que se escandaliza que porque las películas de “niños” están muy violentas, a nosotros que los andamos trayendo a conocer y descubrir ese lado de la música tal cual como es”.
— Esposo de Isabel
“Mis amigos se sacaban de onda cuando les decía que iba a venir con mis tíos. La verdad nadie de mi escuela había venido nunca y pues ni siquiera les gusta este tipo de música. Pero está bien padre y ay pues me pone nerviosa que haya tanta gente pero está padre, como que se ve muy divertido todo pues”.
— Jennifer
Al final, el Vive, sus lineups y lo que muchos de nosotros opinemos, probablemente no vaya a cambiar. Pero lo importante no es lo que se diga antes del festival sino después, y después de esta edición 2017, aquellos que en su momento bailaron al calor del público y la música, hoy son padres de familia que años y años después, siguen manteniendo viva la llama de esta celebración en sus corazones.