El apanado: celebre el 4/20 con un clásico colombiano

Fumón. Todas las fotos por Santiago Mesa.

Ni la crippy de chicle, ni la afgana, ni siquiera la renombrada AK47, han conseguido agitar tanto el mercado de hierba como hizo este sencillo pero suculento banquete: el apanado, un potente porro de crespa recubierto por más crespa, que se consigue en las calles por un valor de entre 6 y 10 mil pesos y que muestra claramente la evolución de la oferta y la demanda de bareta en el país.

Se trata de un blunt ––un papel para fumar hecho de tabaco y de un tamaño superior al de un ‘cuero’ tradicional–– relleno de crippy, bañado en miel o aguadepanela y cubierto por una gruesa capa de eso que llamamos “polen”. Una mezcla de sabores capaz de deleitar los pulmones del fumón más exigente.

Videos by VICE

El ingrediente principal de esta receta canábica es lo que se conoce como “polen”, “resina” o “cristales”, ese polvillo fino y diminuto que se desprende de los moños de hierba es una secreción glandular que contiene grandes concentraciones de tetrahidrocannabinol (THC), cannabinol (CBN) y cannabidiol (CBD) (tres de los componentes de la marihuana que se encuentran aquí más que en cualquier otra parte de la planta) por lo que huele, sabe y traba más que el cogollo que nos fumamos regularmente.

Como lo explica Ed Rosenthal, redactor de la columna ‘Ask Ed’ que hace parte de la popular revista estadounidense Cannabis Culture, “las hojas, los tallos y las otras partes de la planta que no tienen valor comercial, contienen gran cantidad de resina. Este material se muele en un grinder [desmoñador] de tres niveles y así se obtiene la resina en forma de polvo que queda depositada en la parte de abajo”.

Esa “resina”, denominada por los conocedores como quife, kief o skuff, es un potente subproducto de la marihuana utilizado por el hombre desde hace milenios para la obtención de hachís, entre otros usos. En la marihuana transgénica o crippy, el quife se desprende de los cogollos casi que con solo tocarlos, por lo cual es prácticamente un sobrante que resulta de la simple manipulación de la hierba.

En Colombia, sin embargo, “el aprovechamiento de los subproductos de la hierba no es una costumbre muy arraigada entre los usuarios locales, en buena medida por la abundancia de marihuana de buena calidad de la que gozamos”, asegura Camilo Ernesto Medina, un usuario, activista y estudioso del consumo del cannabis en el país.

Debido a esto, para los jíbaros, hasta hace unos años el “polen” fue un sobrante sin valor comercial que resultaba del empacado de moños y el armado de porros para la venta al menudeo, pero ahora, explica un suboficial de la Sijín de la Policía Nacional que pidió la reserva de su identidad, gracias a Internet y la globalización, las costumbres de otras latitudes han inspirado a los narcomenudeadores locales, quienes “no pierden oportunidad para tratar de introducir productos nuevos a un mercado ilícito que se diversifica y se especializa cada vez más”.

Por eso la idea del apanado no es nueva: el ingenio nacional consistió en poner el producto al alcance del consumidor y bautizarlo con ese provocativo remoquete que evoca la tradicional receta que el coronel Sanders le aplicaba a su adictivo pollo de KFC. Una táctica comercial agresiva para un público que se muestra ávido de nuevas experiencias.

EL DINÁMICO MERCADO DE DARSE EN LA CABEZA

El del apanado es un fenómeno comercial que comenzó en el barrio Antioquia, cercano al aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, y que ya se extendió por todo el país. Su éxito puede obedecer, entre otras cosas, a la tendencia de los usuarios por consumir marihuana cada vez más potente.

Una reciente investigación de la Corporación Acción Técnica Social que se dio a la tarea de analizar cientos de muestras de las diferentes sustancias psicoactivas que se consumen en Bogotá, evidenció que la marihuana que se vende en la capital presenta altas concentraciones de tetrahidrocannabinol, lo que demuestra que los consumidores prefieren la marihuana tipo crippy (que tiene una concentración de THC del 18%), por encima de la marihuana ‘regular’ (que tiene una concentración de THC de entre el 2% y el 7%).

La irrupción del apanado es un ejemplo de lo dinámico que puede ser el mercado de la bareta, que se abre y se diversifica hacia el aprovechamiento de los derivados y los extractos, muchos de los cuales, como los aceites y hasta la misma resina, no restringen su uso al ámbito recreativo sino que son útiles en campos tan distintos como la medicina y la culinaria.

Este fenómeno psicoactivo comercial es una muestra de las inagotables posibilidades que ofrece el mercado de la marihuana, tan grandes que es probable que por fin haya llegado alguien que es capaz de vender más apanados que el mismísimo coronel Sanders.