Creo que en mis 25 años de existencia, no recuerdo un año tan lleno de conciertos épicos como el 2018. Solo en marzo pude ver a Depeche Mode con un Dave Gahan en todo su esplendor y a la semana, desde el Festival Estéreo Picnic, me di el lujo de encontrarme a Gorillaz y a LCD Soundsystem, dos deudas que tenía con mi infancia y mi adolescencia. La cosa siguió en abril con Radiohead y el sueño cumplido de finalmente ver a Thom Yorke y compañía por primera vez en estas tierras y a eso sumémosle tres días de Rock al Parque, tres días de Festival Hermoso Ruido y los eventos que la escena alternativa/independiente local organiza cada fin de semana en alguno de los pocos venues que quedan en Bogotá.
Pero justo hace una semana, vino el que tal vez es el papá de todos: Roger Waters. El bajista de Pink Floyd y una de las figuras definitorias para el surgimiento del rock en el Siglo XX, visitaba Bogotá por segunda vez y yo, algo incrédulo y alejado del asunto, había omitido su visita de mi cabeza. “¿Cómo carajos una persona que se dedica al periodismo musical se va a perder ese concierto?”, me dijo un amigo y colega en las semanas previas. Lo ignoré.
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Pero como normalmente pasa, a pocos días del evento y con una invitación de una muchacha para asistir con ella, finalmente me decidí a ir. El castigo por mi demora, como también suele suceder, fue entrar a la página de TuBoleta y encontrar el aviso rojo y en mayúsculas de BOLETERÍA AGOTADA justo en la localidad a la que quería ir.
Que estúpido.
Solo me quedaba una opción: la vieja y no tan confiable reventa a la que la gente indecisa como yo tiene que acudir en este tipo de situaciones. Me pasé toda una mañana dando vueltas por grupos de Facebook donde ofrecieran entradas y en un comentario de una publicación de algún desconocido, di con el contacto de un tipo que estaba ofreciendo. Hablamos por WhatsApp, cuadramos un precio -que en comparación al de la tiquetera no era demasiado alto- y esa misma tarde quedamos de encontrarnos en las inmediaciones de El Campín, en Bogotá.
Ya con la plata en mano y a la entrada del mini mall de una estación de servicio, le escribí a Juan*.
-¿Qué hace socio? Ya estoy acá, le dije.
-Ok amigo gracias. Deme 3 minutos, respondió.
No pasaron ni 30 segundos y Juan, que en mi cabeza era un tipo joven de gorra plana y carriel cruzado sobre el pecho, llegó a nuestro punto de encuentro. Pero el que llegó no podía ser más distinto: un hombre entre sus 40 y 50 años de pelo blanco y barriga pronunciada, vestido con un pantalón anaranjado y una camisa gris, con más pinta de papá oficinista que de cualquier otra cosa. De una billetera reventada de boletas de distintas localidades me sacó la que me había asignado y antes que le pasara la plata, me mostró los sellos de autenticidad de la boleta con una luz infrarroja portátil que cargaba.
Aunque no sepa nada del tema de los sellos, parecían ser auténticas y le pasé el dinero acordado. Parecía todo, pero antes de que me pudiera ir llegó uno de sus socios y entre los dos anotaron mi nombre, cédula y número de boleta en una pequeña libreta cuadriculada. “Es por seguridad, así le respondemos en caso de que su boleta tenga algún problema a la entrada”, me dijo Juan, que me dio recomendaciones para el ingreso al evento antes de despedirse y me dejó una tarjeta de presentación, como cualquier profesional de cualquier área.
Al otro día fue Roger Waters, entré sin problema y como muchos de ustedes ya habrán leído, fue un concierto sin precedentes, valió cada peso.
Pero al otro día no me podía sacar a Juan de la cabeza: “¿Será que pudo vender todas las boletas? ¿Alguna le habrá salido mala?” Por primera vez en mi vida me había sentido completamente cómodo con un revendedor, sin miedo a salir perdiendo, y por eso le escribí por WhatsApp para concretar una entrevista. Como asistente regular a conciertos, quería entender más sobre la vida de alguien que se dedica honestamente a algo que de fondo es una práctica clandestina, pero cuyo servicio es común y muchas veces fundamental dentro de la dinámica de los grandes espectáculos.
-La podemos hacer anónima si quiere, le insistí.
–Claro que sí, sin foto. Todo menos famoso, respondió al instante.
Nos citamos en una cafetería por Galerías, le puse el café que le había prometido al frente y con la frente llena de gotas de sudor, Juan comenzó a hablar mientras se secaba con un pañuelo de tela que llevaba en la mano. No era el mismo tipo relajado y con confianza de la semana pasada pero desde el principio me clavó la mirada en los ojos y en la hora que estuvimos ahí, me contó su experiencia como un revendedor de a pie.
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NOISEY: Bueno Juan, usted y yo nos contactamos por Facebook y no hubo problema. ¿Todas sus transacciones son así de tranquilas?
En esto hay mucha gente desconfiada. Yo pensaba llevarlo a usted a donde vive mi amiga que tiene un apartamento ahí al frente para que la viera mejor pero usted todo fresco me la compró de una. Yo quedé sorprendido porque también lo iba llevar al punto de TuBoleta para que la verificara pero usted de una me la compró chévere, sin lío. Como hay gente muy descomplicada como usted hay otros más difíciles, siempre es plata.
Y sin duda es un negocio que mueve mucha plata…
Claro, en esto se ve de todo. Hay gente que paga el seguro de las boletas y luego se la venden a uno con el sello de RP (reposición). Usted la compra de buena fe, las va a vender, y ve que esas boletas están reportadas y se pierde una plata. Yo por eso le pedí el número de la boleta y todo y nos ahorramos inconvenientes.
¿Usted se dedica exclusivamente a revender boletas?
Sí, desde niño llevo revendiendo. Lo que pasa es que ahora lo estoy haciendo desde Internet pero desde siempre he tratado de ser lo más transparente posible porque a uno lo califican y todo. Los compradores miran la reputación, cuántas ventas ha tenido, si ha tenido alguna falta y eso es importante. Yo gracias a dios le he intentado cumplir a la gente.
¿Y desde siempre ha andado con la luz infrarroja?
Toca porque además hasta para comprarle a la gente uno tiene que saber a quién le compra. Como cualquier negocio esta es la selva de cemento, usted sabe quién es el que vende boletas falsas, quién es el que se mete con las manillas, quién es el que trabaja a lo bien, quién es el que invierte…
Los estafadores le deben hacer mucho daño a la gente que trata de ser transparente dentro del negocio…
Claro hermano. Pensemos por ejemplo en una final del fútbol colombiano de Millonarios a la que usted le mete cuatro o cinco millones en boletas para revender y llega otro a vender boletas falsas a mitad de precio. A cualquiera le daría piedra y pues uno no aguanta eso, yo les digo “hermano si va a hacer eso pues que pena pero acá yo no me aguanto”. ¿A usted no le daría piedra? Da mal genio porque uno trabaja a lo bien y usted sabe que la gente lo busca a uno otra vez y el pícaro es el que se hace allá en la 63 o en la 57 a hacer su picardía y se va. Pero el que trabaja a lo bien, trabaja a lo bien.
Me imagino que para esos grandes eventos la cantidad de plata que le meten ustedes debe ser alta. ¿Se considera un inversor?
Claro, lo que pasa es que uno invierte pero también tiene que medirse porque esto es traicionero. Usted puede meter un millón o dos millones de pesos pero eso se puede ir de para atrás y una boleta de $100,000 la termina vendiendo en $20,000 o $30,000 pesos… Ahí es cuando usted dice “ay dios mío porqué no hice un mercado en Carrefour más bien”, jaja. Esto no es para todo el mundo y aquí han venido manes de San Andresito que creen que esto es solo meter la plata y es difícil, usted tiene que tener los contactos, tiene que tener los clientes, tiene que saber a quién le va a soltar y saber en qué tiempo puede vender las boletas. Eso no es así como meter la plata y ya. Todo es relativo.
¿Cuánto invierte más o menos por evento?
Pues uno se mide por lo que tenga. Pueden ser cuatro o cinco o hasta ocho millones pero también uno tiene que saber que es lo que va a comprar porque hay boletas con las que uno salva la plata o definitivamente pierde. Digamos en Roger Waters con la de cancha general se vendieron más fácil porque no es con silletería numerada y la gente compra para encontrarse con sus amigos. Si usted compra numerado la gente quiere a veces el puesto seguido y no, eso es imposible.
¿Cómo sabe a qué eventos invertirle?
Pues le doy el ejemplo del concierto de Lenny Kravitz que es ahorita. Usted primero mira, hace un estudio y ve cosas como que tiene cuatro Premios Grammys. Luego mira qué localidades pueden servir, cuáles puntos pueden servir y así.
Es decir que primero hace una averiguación bien exhaustiva del artista.
Claro, por lo menos por la gira de Sudamérica y pilla si ha tenido sold outs. Hace un par de años fue así con U2 que eso fue un fenómeno también. Yo tengo mis tarjetas del grupo AVAL listas para comprar de primeras y uno se da cuenta de que TuBoleta es un negociazo, ellos cobran por cada evento, por cada servicio. Además si uno quiere asegurar la boleta ellos cobran. A veces ellos no venden al público sino por teléfono o Internet porque saben que todo lo van a cobrar.
¿Y cómo es ese momento en el que compra un montón de boletas de un totazo para revenderlas?
Por ahí el 80% las compro relajado en taquilla y de resto se las compro a mis compañeros. Pero entonces como yo le digo, uno ya sabe quién es el que vende las boletas buenas, quién es el que vende las falsas, quién es el que las va a comprar con una tarjeta de crédito robada y usted sabe que ahí va perdiendo usted porque esas boletas van a servir para 24 horas o 72 horas y después las bloquean. Puede ser papel bueno pero luego usted va a entrar y esas boletas ya están reportadas.
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En este momento Juan hace una pausa en nuestra conversación. Me dice que realmente la razón por la que accedió a hacer la entrevista fue porque quería hacer una denuncia que los revendedores, según él, se llevan guardando desde hace rato.
Yo si le quería decir que lo único que pedimos es que si la gente va a entrar y esa boleta no llega a servir que por lo menos le den media boleta para hacer el reclamo. Pero es que esa boleta se presta para hacer un fraude porque si usted compra una boleta de buena fe y la está vendiendo y no sirve, ¿cómo va a poner un denuncio ante alguien? A la entrada le van a decir que nada que hacer y simplemente la rompen. Así no se puede hacer nada.
Hablando de ese momento en caliente, ¿cómo es el trabajo de ir a vender boletas un día de concierto?
Yo vendo por Internet pero cuando toca voy a repelar y ahí miro. Si veo que está bueno me quedo pero si veo que está flojo pues me voy, por eso es importante estar enterado de cómo está el evento.
¿Y cómo hace para saber?
Los compañeros me dicen si está bueno, si está flojo, si están jodiendo o si hay mucha boleta por fuera o mucho pase regalado. Hay eventos que uno sabe que son puro lavado porque llega mucha boleta regalada. La gente se emociona porque son boletas de 200, de 300, de 400.000 pesos y el que no sabe llega a comprar y si usted no sabe comprar pues pierde. Yo por lo menos compro y me mido, si veo que hay gente que me está pidiendo yo compro y llevo pero yo no me espero hasta el día del evento.
¿Cuáles eventos que hubo este año le parecieron puro lavado de plata?
Por lo menos Maluma fue puro lavado porque todos llegaron con boletas regaladas. Sacan la foto con el coliseo lleno pero eso es una farsa, uno sabe que eso es puro concierto regalado. En esos casos uno no vende nada y se puede quedar encartado.
Además de ese riesgo, me imagino que la relación con los tombos debe ser complicada
Antes le pegaban a uno, sin problema. Hoy en día las cosas han cambiado pero trato de tener el mínimo contacto posible con ellos. Igual yo trato de trabajar por mi lado, sin hacer la olla con otros revendedores. Igual a veces toca y si le toca frentear uno frentea.
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A Juan le entra una llamada al celular. Alguien le dice que no le permitieron la entrada a Roger Waters con la boleta que le vendió. Después de discutir con la persona más de media hora y colgar, nuestra conversación se pone tensa, le quedan pocas ganas de seguir hablando con un completo desconocido como yo.
¿Qué le pasó hombre?
El man dice que no pudo entrar pero se me hace raro, las boletas eran originales y si mucho usted entra allá y lo reubican. Yo sé que las boletas mías eran buenas y todo, la gente es fregada y a veces aunque si entren le pueden decir a uno que no y ahí qué…
Creo que la gente siempre tiene la concepción de que los revendedores los ponen a perder pero la situación también sucede a la inversa…
Le toca a uno duro cuando pierde. ¿Ahí quién le ayuda? Nadie. Nosotros hemos perdido $400,000 $500,000 y hasta un millón. Hay veces que nos vamos por allá hasta Aguapanelas a trasnochar hasta la madrugada vendiendo y muchas veces boletas de $100,000 o $200,000 se terminan vendiendo a $50,000, $30,000 o hasta $20,000. Hay veces que hasta nos ha tocado llegar a fiarlas de buena fe y así como hay gente honesta hay gente que lo roba a uno. Todo es un riesgo.
¿Este año cuál fue su peor concierto?
Digamos ahorita fue ese concierto de Martin Garrix y nosotros compramos en taquilla a $137,000 pensando que eso iba a estar bueno porque supuestamente era un DJ que de los mejores de Europa y nos tocó dar boletas a $100,000 a $80,000 y hasta nos tocó fiar.
¿Y qué es lo más jodido de ser un revendedor “profesional” en Colombia?
Además de los recargos que ya van hasta el 20% de algunas páginas como Mercado Libre o Viagogo nosotros tenemos que pagar ICA. Yo tengo que pagar declaración de renta porque ellos le pagan a usted al banco y el banco después de determinada plata le pasan un reporte a la DIAN. Usted no puede hacer trampa ni nada, tiene que pagar lo que es porque si declara menos, va a tener inconvenientes con el tiempo y lo van a sancionar.
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Mientras se pasa el trapo por la frente por quinta vez para limpiarse el sudor, Juan me dice que ya me dijo todo lo que debía saber, que tiene que ir a entregar unas boletas en Quintaparedes. Me da la mano y se despide con una frase que se me quedó en la cabeza.
Absolutamente todo en la vida es revendido: la ropa, la comida… Esto no es un artículo de primera necesidad, este es un lujo y el que le quiera comprar a usted le compra, no es ninguna obligación.
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