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Dawa Steven Sherpa, un montañero y activista medioambiental, recuerda vivamente una tarde de agosto de 2017. Se encontraba en la capital de Nepal, Katmandú, cuando recibió una alerta de una organización de investigación medioambiental con la que trabajaba: el pueblo nepalí de Chukung, a los pies del Everest, estaba a punto de ser asolado por una inundación de los glaciares que se estaban derritiendo.
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“El lago Imja, que está por encima del pueblo donde vive mi comunidad sherpa, se desbordó. Me pidieron que los evacuara de inmediato”, nos contó Steven. Era una inundación de un lago glaciar, una de las secuelas más peligrosas del deshielo.
Como montañero que ha subido al Everest tres veces, Steven conoce de primera mano el impacto de la industrialización en el Himalaya. “Si haces un agujero en la nieve del Himalaya, se puede ver una capa de hollín negro proveniente de las emisiones de carbono de las fábricas cercanas”, contaba.
En un intento por combatir los efectos negativos de la industrialización, está construyendo un gavión, una estructura hecha de piedras para proteger a las comunidades de las montañas, como los sherpas, de las inundaciones glaciares.
Steven pertenece a una comunidad cada vez mayor de voluntarios, activistas y ecologistas que trata de concienciar al mundo sobre el impacto del cambio climático en los glaciares del Himalaya, que se derriten a un ritmo sin precedentes.
El 28 de julio de este mismo año, 52 organizaciones protectoras del medioambiente y activistas de los 12 estados del Himalaya en la India, redactaron una carta para el Ministerio de Medio Ambiente, Bosques y Cambio Climático. La carta subrayaba cómo las decisiones regulatorias y los proyectos industriales habían contribuido al inmenso daño ecológico en la cordillera más joven del planeta.
La cordillera de 2400 kilómetros que pasa por cinco países, incluidos Nepal, India, Pakistán, Afganistán y China, lleva derritiéndose considerablemente desde 1991.
La carta señala que un proyecto de una central hidroeléctrica que genera 150 000 megavatios podría afectar potencialmente de forma negativa al 90 por ciento del valle indio del Himalaya y destruir un 27 por ciento de los densos bosques de la región.
“El Gobierno ha clasificado a la región del Himalaya en el índice de riesgo climático. Lo que quiere decir que cualquier proyecto en la región podría provocar desprendimientos, sequías en las aguas subterráneas y deshielo de glaciares”, nos dijo Manshi Asher, una activista de la organización Himdhara y una de los 52 signatarios de la carta. Asher está llevando a cabo una campaña para prevenir el daño ecológico y proteger a las comunidades vulnerables del Himalaya.
Cree que los acontecimientos en el estado indio de Assam, al nordeste, son preocupantes. Se trata del lugar dentro del índice con más riesgo debido a factores como la deforestación y la carencia de zonas irrigadas. Sin embargo, alberga un pozo de gas natural, que pertenece a una corporación gubernamental, Oil India Limited. El pozo petrolífero lleva expulsando gas natural descontroladamente a causa de una fuga desde mayo de este año. Una amenaza muy seria para un ecosistema muy delicado. La fuga ha obligado a más de 3000 personas a desplazarse a otros lugares.
Mientras, en el estado de Sikkim, alrededor de 600 kilómetros al este de Assam, 23 glaciares han retrocedido considerablemente o descongelado desde 1995. El alarmante ritmo al que se derriten tiene unas consecuencias muy graves, como las inundaciones relámpago o los desprendimientos, que ya han matado a 21 personas y desplazado a más de 30 familias en los últimos tres meses.
Es una tragedia que Mayalmit Lepcha, una ecologista que vive en Sikkim, nunca olvidará. En agosto, Lepcha participó en una sesión del Janta Parliament, un evento en línea en el que se discutieron los problemas medioambientales relacionados con la región del Himalaya. “Unas 30 presas construidas en Sikkim han tenido un efecto adverso en nuestros bosques y ríos sagrados”, dijo durante el evento.
Sin embargo, a pesar de que la cordillera se enfrenta a una crisis ecológica, el Gobierno indio ha presentado el proyecto de Evaluación del Impacto Medioambiental 2020 (EIA, por sus siglas en inglés). Este permite comenzar operaciones industriales sin permisos previos, reduce el alcance de la indemnización pública y espera que los infractores evalúen sus propias infracciones.
Hasta ahora, un comité de valoración de expertos, formado por científicos y gestores, mide el impacto de un proyecto propuesto teniendo en cuenta cómo afecta a las comunidades locales que viven en el área a través de un proceso de consulta pública. Si el EIA 2020 se aprueba como ley, este proceso quedaría obsoleto.
Gopal Krishna Agarwal, un representante del partido en el poder, el Bharatiya Janata Party [Partido Popular Indio], negó las acusaciones de que el Gobierno estuviera comprometiendo la biodiversidad de zonas susceptibles a favor de los negocios. “La gente se opone al EIA principalmente porque cree que nos hemos desecho de las audiencias públicas, pero esto es solo para proyectos específicos en regiones fronterizas”, nos dijo Agarwal.
Pero independientemente del proyecto, el impacto en esas tierras es real y tangible.
El Dr. Ravi Chopra, un científico medioambiental radicado en el estado norteño de Uttarakhand, dijo que estos proyectos, que se vendían como una ayuda para los locales, al final harían más daño. Una vez que se derritan los glaciares, acelerados por estas intervenciones, se alterará el flujo continuo de los ríos del Himalaya que crecen y decrecen en verano e invierno respectivamente. “En última instancia, los proyectos de energía hidroeléctrica ni siquiera afectan al suministro de recursos hídricos utilizables”, decía Chopra.
Keshav Singh Panwar tiene un supermercado en Uttarakhand. En 2012, perdió su hogar y todas sus pertenencias en las devastadoras inundaciones y desprendimientos que se saldaron con la muerte de 10 personas y la desaparición de 38. Panwar, que ha estado en un centro de rehabilitación hasta ahora, nos dijo que la culpa es de la deforestación masiva para proyectos comerciales.
Por si no fuera poco, el Gobierno no ha hecho prácticamente nada para ayudar a aquellos que, como él, se han visto afectados por unas tragedias relacionadas con la degradación medioambiental que podrían haberse evitado. Algo que solo empeorará con leyes tan laxas como la EIA.
“En los últimos ocho años, el Gobierno me ha estado diciendo que me daría una casa nueva, pero no me han dado nada”, decía.
Y en cuanto a Steven, también está preocupado por cómo el deshielo de los glaciares contribuye a las tormentas, avalanchas y los casos cada vez mayores de congelaciones en las montañas. Tiene miedo de que ya no sea seguro escalar el Himalaya.
“Como montañeros, dependemos de nuestras habilidades, pero un clima errático hace que sea difícil predecir el tiempo”, decía Steven. “Para nosotros no es un inconveniente. Es una amenaza de muerte”.
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