En 1999, la revista Time la llamó la canción del siglo. Strange Fruit fue una canción que alcanzó un lugar diferente en las canciones de protesta. No sólo sirvió para incomodar a más de una persona, alcanzó el estatus de arte.
Escrita como un poema por Abel Meeropol, una poeta judío, miembro del Partido Comunista de Estados Unidos, luego le agregó música, y fue su esposa quien la cantaba en reuniones familiares y de amigos, hasta que llegó a la voz de Laura Duncan, quien la interpretó en el Madison Square Garden en Nueva York, donde se encontraba Robert Gordon, del Café Society, y quien se la presentó a Billie Holiday, quien grabó la canción y comenzó el ascenso a la cultura popular.
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Precisamente esa es la diferencia de la canción con otras que había de protesta. No fue la primera canción de protesta, no dentro del movimiento de las personas negras luchando por sus derechos, pero sí fue la primera que causó un gran revuelo en la sociedad estadounidense de ese momento.
La canción está inspirada en los linchamientos de dos hombres negros en Indiana en 1930. “Southern trees bear strange fruit. Blood on the leaves and blood at the root.” (De los árboles del sur cuelga una fruta extraña. Sangre en las hojas y sangre en la raíz), es el inicio de la canción, que causó una shock inmediato cuando Billie Holiday la cantó en el Café Society.
Meeropol se encontraba dentro del público del club esa noche, y quedó fascinado con la interpretación de la cantante, y con la reacción del público. “Esto es exactamente lo que quería que hiciera la canción y la razón por la que la escribí,” dijo el autor.
Es una canción que habla sobre los linchamientos que ocurrían en el sur de Estados Unidos, un lugar en el que hasta la fecha enfrenta un fuerte problema de racismo.
Billie Holiday tenía 23 años en ese momento. Y aunque en sus autobiografía, Lady Sings the Blues, Holiday afirma que se enamoró de la canción de inmediato, Gordon piensa que “no se sentía cómoda con la canción,” y que sólo lo hizo como un favor. Y es que muchas personas le pidieron que no la cantara. Sabían del poder que la canción causaba, y la poca aceptación que iba a tener en los estados del sur.
Luego de que la compañía discográfica, Columbia, rechazara grabar la canción, Holiday se fue con Commodore Record, y en cuatro horas, tenían la canción que hizo historia. Pero no fue un éxito inmediato, ha sido la historia y las tensiones políticas las que han elevado la canción a un estatus de arte y parte esencial de la cultura popular americana.
La canción luego pasó por varias voces: Nina Simone, Sting, Jeff Buckley, John Martyn, entre otros. Y actualmente sigue siendo tan importante como en aquella época. Estados Unidos enfrenta un serio problema de racismo, y como ejemplo, tenemos el movimiento “Black Lives Matter” (“Las Vidas Negras Importan”), que se opone a un sinfín de muertes injustificadas por parte de la policía a personas negras. Está canción sigue sonando, igual de fuerte que antes.
Strange Fruit está preservada por la Librería del Congreso de Estados Unidos, en un intento para que nunca sea olvidada, pero es poco probable que eso pase.
La canción sigue siendo noticia, y una obra que hasta la fecha se sigue explotando. Cuando Donald Trump estaba buscando a alguien que cantara en la inauguración de su presidencia, llegó con Rebecca Ferguson, quien le dijo que cantaría si la dejaban cantar Strange Fruit. Obviamente no sucedió.
Además, la versión de Nina Simone funcionó como un sampleo para la canción Blood on the Leaves del rapero Kanye West, en el álbum Yeezus. Y hasta el director, David Lynch, quedó impresionado con la canción, diciendo que “es una de las piezas más modernas y minimalistas, muy poderosa y bella a la vez.”
En las tensiones políticas actuales de Estados Unidos, no hay manera que esta canción sea olvidada. Todo lo contrario, es triste que no se encuentre muy lejos de la realidad que la raza negra sigue viviendo actualmente.
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