“…más que una cuestión espacial y más que una cuestión mágica podríamos decir porque realmente es tecnología, es ciencia.”
Gerardo Ruiz. Secretario de Comunicaciones y Transportes.
“Todo lo sólido se desvanece en el aire.”
Carlos Marx y Federico Engels.
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“Es un ataque nuclear, Jacobo. Repito: Nuclear”. Alcancé a escuchar hasta la sala proveniente del viejo televisor de formica y aluminio ubicado en un rincón de la cocina. Aquel vetusto aparato me había entregado la peor noticia posible. Era 1991.
De nada servía que cuatro años antes la Perestroika había aligerado mi vida llevándose el temor del Armagedón nuclear, con el que crecí y viví. Sabíamos que el lanzamiento de un misil nuclear significaba que todos los disponibles lo harán tras él, tarde o temprano. Tenía por cierto que aquel enero terminaría nuestra existencia. No quedaría rastro de los Robles Maloof de la célebre Jardín Balbuena y, muy probablemente, de ningún ser humano.
A la voz de “¿Qué vas a hacer, cuando alguien apriete el botón?” cerré el Baldor y subí apresurado al cuarto para preparar una maleta. Creo haber elegido El Ajusco o La Marquesa como refugio. Mi madre, siempre sensata, me dijo: “Deja eso ya, apaga la televisión y sigue haciendo tu tarea”.
Como a muchos de mi generación, los cohetes, los viajes espaciales y las bombas nucleares fueron parte indispensable del imaginario real y ficticio. Asistí con mis primos, por ejemplo, a la transmisión del primer transbordador espacial desde Parral Chihuahua, con palomitas y toda la cosa. La multiplicidad de lanzamientos posteriores convirtieron a Cabo Cañaveral en tramoya espacial que al ir a venir, perdió toda novedad.
Esa mezcla de incertidumbre y miedo balístico regresó años después con la primera invasión de EU a Irak y sus transmisiones en tiempo real. Ya para esos años el viejo topo de la conciencia y los consejos de algún viejo comunista habían sembrado en mí la desconfianza hacia el aparato televisivo. Quizá esa tarde de 1991 no creí en el ansioso relato de Erica Vexler pero como porto una ligera propensión al drama, un ataque nuclear sonaba como el pretexto insuperable para dejar de contemplar las abigarradas formas algebraicas.
En esos años la complicidad de los medios de comunicación con el presidencialismo era tan clara que no sorprendía a nadie. Todos sabíamos que al prender el televisor escucharíamos a ese sistema priista hablándonos con su amplio repertorio de loas, eufemismos, mentiras y mensajes entre líneas. El mismito esquema que en nuestros días goza de salud inmejorable, como lo sucedido en Apatzingán demuestra, al calificar de “enfrentamiento” y no de ejecuciones extrajudiciales como impunemente sucedió.
La diferencia que modifica el campo de la discusión con el de aquellos años, no es el autoritarismo y su maridaje con los medios, sino la voces de una sociedad menos obediente, que ocupó espacios a costa de luchas ciudadanas y de decenas de vidas de palabra y conciencia honrada. Al emerger internet el terreno del debate público se tornó complejo y menos sujeto de control. Los cañonazos de 50 mil pesos de Obregón no funcionaron para la red, y el primer golpe vino en 1994 con los Zapatistas a la vanguardia de la guerrilla también en la red.
Pero algunos de esos ecos balísticos del periodismo oficialista llegan hasta hoy en formas insospechadamente humorísticas. El pasado sábado deambulaba por internet cuando recibí un correo de mi amigo Óscar, noctámbulo irredento: “A este gobierno nada le sale bien” acompañado por una nota que informaba que el cohete ruso Proton-M portador del satélite mexicano “Centenario” MexSat 1 se había estrellado en Siberia. Eran las 4:04 horas del sábado 16 de mayo. Ablandada mi disidencia muy probablemente debido al insomnio, pensé que si bien Peña Nieto nos caía mal por corrupto, no le podíamos achacar ese fallo. Después me dormí.
Al despertar la sorpresa me abrumó. En la confusión de la modorra, vi el correo de Ruth que comentaba el previo acompañando su texto con una imagen. “Lanzan con éxito satélite Centenario”. Era la primera plana del periódico Excélsior, dominada por una espectacular fotografía de un cohete.
¿Qué pasó? Tan solo unas horas antes no sabía siquiera de la existencia del mentado aparato, menos de su lanzamiento en un cosmódromo tan lejano como el rincón donde el viento da vuelta. Sin haber bebido, ni sufrir resaca me enfrentaba a un confuso remake de los momentos más inciertos de mi juventud. Ruth finalizaba su correo mordazmente “Si al gobierno no le sale bien nada, menos a los de Excélsior“.
¿Qué tiene que pasar para que la suerte de un periódico esté tan ligada al gobierno? Por primera vez en mi vida salí a comprar el Excélsior para tratar de entender lo que pasaba. Llegando al puesto advertí que la cortina de periódicos estaba dominada por las fotografías del “Lanzamiento exitoso”. El Excélsior, El Sol de México. La Prensa y algún otro.
¿Qué hacía el cohete en primera plana, cuando ya estaba desintegrado? Saltó a mi mente la hipótesis que la rotativa ya giraba antes que se conociera el fatal destino. ¿Por qué adelantarse? Regresé a casa y aún en pijamas inicié mi pesquisa. Lo primero que saltó del buscador fue el cúmulo de irregularidades señaladas alrededor del Centenario, por la Auditoría Superior de la Federación en el Informe de la Auditoria 2013 (ver página 20).
El 11 de mayo la empresa International Launch Services informó que el lanzamiento sería a las 00:47 horas, tiempo del centro de México del sábado 16 de Mayo. Luego encontré un video involuntariamente divertido de la noche del lanzamiento donde Gerardo Ruiz Esparza, Secretario de Comunicaciones y Transportes tras un discurso, en pleno pre copeo manda las cámaras a Kazajstán pero aparecen dos conductores del tipo de noticiero norteamericano presentando una serie de animaciones que mi sobrinito superaría en el Corel Draw.
Llegados a este punto, comencé a dudar si el hombre de verdad había pisado la luna. El video, lleno de las célebres “fallas técnicas”, repuso algo de emoción cuando después de las caricaturas aparecía el imponente Protón-M escupiendo fuego y alzando el vuelo. Tras unos segundos unas nubes se lo tragaron. El video termina regresando a Hermosillo donde Ruiz Esparza apenas se alcanza a distinguir entre decenas de personas ya desbalagadas por lo mágico y espacial del momento, se escucharon aplausos y porras.
Tal enjundia no evitó que tras 490 segundos, el cohete y su tripulante tricolor se desintegraran. A mi lado permanecía la primera página del Excélsior como única verdad tangible. Entré a twitter en busca de respuestas, en lo que pensé que era su renuncia como director editorial del periódico de la vida nacional, Beltrán del Río, anunciaba: “La posición de adivino de la redacción está vacante”.
No se refería a quien con su decisión profetizó un lanzamiento exitoso. Intentaba de manera infructuosa defenderse de las críticas. “Para quienes preguntan seriamente: el cohete despegó sin problemas, como se pudo ver y tuiteó la empresa. La nota se supo horas después”. Si la nota se supo después ¿por qué la dio por cierta? La pifia llega al extremo del ridículo si en la misma nota advierte: “Sólo al ubicarse el Centenario en la posición de órbita se podrá calificar el lanzamiento como completamente exitoso”. A Vexler la corrieron tras el incidente en 1991. Beltrán sigue ahí. A sus dos premios nacionales de periodismo ahora podrá sumarle el reconocimiento intergaláctico de quiromancia.
A las 2:00 horas del sábado la agencia espacial Roscosmos informaba ya de lo sucedido. Algunos portales mexicanos lo retomaron una hora después. Yo lo supe por Óscar a las 4 de la mañana. A pesar de ello Excélsior subió la nota de lanzamiento exitoso a las 5:24 horas y puede aún ser consultada. El Sol de México anunciaba el éxito del lanzamiento es su portal 13 horas después. La nota del portal de Milenio está fechada el 15 de mayo, es decir, el viernes.
Después del medio día sin aclarar nada a sus lectores, el portal del Excélsior orgullosamente anunciaba que México no perderá “Ni un solo peso”. ¿Cómo? ¿El dólar sigue igual que hace años cuando celebraron el contrato de construcción? ¿Y la cena y comilona de la noche quién la pago? ¿Y la Champaña?
No sé si era la cruda o las burbujas del vino rosado, pero desde el domingo a manera de huida hacia adelante todo ha sido buenas noticias. Francisco Mendieta de la Agencia Espacial Mexicana, en entrevista con Adela Micha, sostuvo que hay dos cuestiones favorables para México. “El Centenario está totalmente asegurado … y por otro lado está ya listo otro satélite idéntico, el Morelos III, que va a ser lanzado en octubre y que va a cubrir todas las funciones”. (Minuto 2:38 a 3:10). Y cierra con broche de oro el anuncio de Ruiz Esparza que lanzará una misión a Siberia para buscar partes recuperables del Satélite, tipo misión chacharera a Lagunilla de fin de semana.
Hace un par de años envié una carta a Carlos Marín quien abiertamente mentía sobre un joven que vandalizaba según él. En realidad el joven estaba hospitalizado por la violencia criminal de los granaderos. Jamás contestó. Desistiré en mi afán de tratar de corregir a los directores de los medios que de tantas caravanas al poder se van de bruces. Mejor propondré un museo de cera de los personajes de la prensa vendida. Con Jacobo, Ciro, Beltrán, Adela, Marín y claro, Vázquez Raña luciendo sus magníficos lentes Ray Ban.
Hace 3 años estos mismos medios habían sido el catalizador del más importante movimiento estudiantil desde 1968, al hacer pasar como éxito la huida de Peña Nieto a un baño de la Ibero. Ana Rolón, una joven 132, mordazmente sintetizó la pifia del satélite con un “Exitoso lanzamiento de satélite a pesar de intento de boicot orquestado”.
Ya era hora de comer. El lanzamiento exitoso me había ocupado lo suficiente. Apliqué el célebre consejo de doña Irma de aquel 18 de enero de 1991, guardé las portadas de periódico y cerré sus portales. No sé si la verdad sea más bonita, pero seguro es menos ridícula.
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