Artículo publicado por VICE México.
Es domingo en el oriente de la Ciudad de México y decenas de familias acuden a uno de los pocos lugares que tienen para divertirse en la zona. Se ven señores robustos con short y sin camisa tomando cerveza; sus esposas reparten sandwiches de jamón envueltos en una servilleta, mientras, sus hijos nadan en una piscina. A unos metros, cerca de los vestidores, una parejita de adolescentes en traje de baño se esconde entre los árboles para darse unos besos. Cerca de ellos, varios hombres juegan frontón con el torso desnudo mientras otros esperan su turno caguama en mano. Enfrente de ellos, algunos jóvenes se doblan las calcetas alistándose para el partido de futbol que está por comenzar. Al lado, en un salón de fiestas ubicado dentro del complejo deportivo, un grupo de cerca de 10 personas aprende a bailar salsa al ritmo de ‘Me tengo que ir’ de Adolescentes Orquesta. Es difícil imaginar que este lugar fue uno de los sitios más emblemáticos para la escena punk chilanga hace dos décadas. Es el Ex-Balneario Olímpico de Pantitlán.
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Este balneario empezó a operar durante la primera mitad del siglo pasado y el salón de eventos —con capacidad para 2,500 personas— que se encuentra dentro, funcionó en un principio como boliche, pero cuando cambió de giro sirvió para albergar eventos privados como fiestas de XV años, bodas o celebraciones de fin de año para trabajadores del gobierno. Pero con el tiempo se convirtió en uno de los lugares favoritos para los habitantes de Iztacalco, Ciudad Neza, Iztapalapa, Venustiano Carranza, Los Reyes La Paz y Chimalhuacán, para ir a disfrutar de sus grupos favoritos sin importar qué tipo de música tocaran: salsa, cumbia, disco o high energy. En el ex-balneario cabía de todo.
Por aquellos años —a finales de los 80 y principios de los 90— la movida underground del punk mexicano aumentaba su presencia entre los jóvenes. Su influencia crecía bastante con grupos como Rebel’D Punk, Síndrome Amaya LTD, Atoxxxico o Massacre 68, que tocaban cada fin de semana, sobre todo en lugares pequeños localizados en la periferia de la ciudad y no aptos para una tocada. Las constantes razias policiales en los eventos, provocaron que las bandas y promotores buscaran sitios nuevos para organizar más conciertos. Fue cuando el Ex-Balneario Olímpico —que sigue siendo balneario pero cambió su nombre a Centro Deportivo Olímpico 14 de diciembre— abrió sus puertas para el punk nacional e internacional.
A pesar de que dentro de sus instalaciones también se presentaban grupos de música tropical y se realizaban fiestas privadas con banquetes servidos en mesas largas de manteles blancos, había fines de semana donde el estruendo de las de guitarras, el rápido punteo de los bajos, la agresividad de los golpes en las baterías y las letras de protesta con alto contenido social, tomaban por asalto la zona. Poco a poco el sitio adquirió popularidad y se convirtió en una especie de templo. Buena parte de la escena punk se curtió ahí.
Roberto Ruiz, alias ‘Liber’, fue uno de los asistentes asiduos a esas tocadas. “Tenías que llegar en grupo porque ahí se reunían varias pandillas como ‘Los Perros’ de Neza o ‘Los Cebollos’ de Pantitlán, incluso algunas llegaban desde Aragón o Ecatepec. Eran muy numerosas, cada una juntaba entre 100 y 300 chavos”.
Antes de los conciertos, cuenta ‘Liber’, se juntaban en los lugares cercanos como el paradero de Pantitlán que está a unas calles o sobre la Calzada Ignacio Zaragoza, se ponían a beber, a fumar mota o a inhalar activo y a pedirle dinero a la gente para comprar su boleto, ya como a las 6 de la tarde entraban al evento. Otros llegaban en camiones repletos de la extinta Ruta 100.
— ¿Por qué fue tan importante el ex-balneario? —le pregunto.
— Por su ubicación. No es casualidad que el metro Pantitlán sea el de mayor afluencia en la Ciudad de México y el que desemboca en más líneas. Es un punto de conexión que une a varias delegaciones de la CDMX y a algunos municipios del Estado de México. Por eso ahí se hacían tocadas de todo tipo.
Pero este lugar lleno de agua, piscinas, chapoteaderos y toboganes, no sólo dio cabida a la escena nacional. A principios de los años 90 fue sede de dos conciertos históricos. Dentro los muros del salón de eventos se presentaron dos de de las bandas más representativas del punk en inglés y en español: Ramones y La Polla Records.
El primero fue el de La Polla Records. La banda originaria del País Vasco, formada en 1979, que ha influenciado a un sinnúmero de bandas de punk alrededor del mundo, pisó Pantitlán el 2 de septiembre de 1990. Fue un concierto épico para sus seguidores y fue la primera banda punk con etiqueta internacional que recibió el ex-balneario.
En YouTube se pueden ver algunas de las imágenes de ese concierto que, quizá, es el que más gente ha tenido en la historia del lugar. Se ve un salón completamente abarrotado y a Evaristo, el vocalista de la banda, con micrófono en mano brincando en el escenario y alentando al público mientras suena: “La moral prohibe que nadie proteste, ellos dicen mierda, nosotros amén. Amén, amén, amén a menudo llueve”.
Algunos de los comentarios abajo del video cuentan la experiencia que vivieron aquel día de verano: “Yeah! Yo estuve allí estaba embarazada y me metí al slam con mi hija, ahora tiene 26 años”. Otro dice: ”Recuerdo que hubo portazo y los que estábamos por entrar tuvimos que subir el boleto porque adentro los recibieron a macanazos, estuvo perro. Me quise subir al escenario y me dieron con la máquina de toques, qué culeros”. Uno cuenta: “No mames estaba lloviendo afuera bien machín y adentro estaba muy húmedo, goteaba y llovía también adentro pero era sudor que caía por la humedad ”. Otro más: “El Olímpico donde tocaron grandes bandas, aparte de sus buenas albercas jaja ”.
Aknez, vocalista de Massacre 68, tocó con su banda ese día. “Fue el concierto más masivo en la historia del punk en México. Entraron alrededor de 8 mil personas. La gente rompió las puertas para entrar gratis. En ese entonces no había un lugar que pudiera albergar a tanta gente. El Ex-Balneario permitió hacer masivos este tipo de eventos. Fue la primera banda punk de gran nivel que tuvimos en el país”, cuenta.
Llegó gente de varios estados de la República —recuerda Aknez— debido a la gran euforia que había por el concierto desde días antes y aunque ese día llovía tanto que el agua te llegaba a las rodillas en la entrada del salón, la gente no desistió para entrar. La tocada empezó temprano, La Polla tocó como a las 6 de la tarde.
“Fue un concierto muy grato en un gran escenario e incluso los de La Polla se sorprendieron de ver tanta gente. Tantos punks en ese lugar. No había seguridad policiaca, porque eso causaba bastante confrontación e irritaba a los asistentes, la seguridad era la misma banda, chavos que eran pagados por los organizadores”.
—¿Fue el mejor concierto que recuerdas en el lugar?
—Yo creo que sí por varias razones. Porque tocó La Polla Records; por el número de gente que asistió y por el equipo de audio que sonó bastante bien. Y eso se pudo porque aunque el ex-balneario no era apropiado para un concierto punk, brindó lo que tenía y fue uno de los mejores lugares para tener eventos masivos de punk de talla internacional.
Dos años después, en septiembre de 1992, los Ramones también llegaron a Pantitlán. Dieron dos conciertos. Tocaron con dos bandas de la escena nacional: Aquelarre y los Yaps. Iniciaron con Durango 95, después Teenage Lobotomy y Psycho Therapy y luego se detuvieron para preguntar con una forzada pronunciación en español: “¿Qué onda, México? ¿Cómo están?”, los asistentes extasiados gritaron y alzaron los brazos para que de inmediato sonara la popular Blitzkrieg Bop, un setlist de 32 canciones que duraron unas dos horas de show y que cerraron con I Don´t Wanna Go Down to the Basement, de acuerdo con el sitio setlist.fm.
En YouTube también existe parte de la memoria audiovisual de aquellos días. Se ve a los Ramones sobre un escenario más profesional que el de La Polla Records, al menos con más espacio y monitores, y atrás una manta con el nombre de la banda y su histórico logo de un águila calva, sosteniendo un bat y unos olivos rodeada de estrellas, mientras cantan con el público: “¡Hey Ho, Let’s Go!”.
Estos son algunos de los comentarios: “Algo inolvidable y por lo que puedo morir tranquilo”. “Un slam gigante que abarcaba todo el recinto”. “De repente se oye el grito one, two, three, four, prendieron las luces y empezó el desmadre”. “Recuerdo ese ambiente sofocante de tanta banda que hubo, a tal grado que teníamos que sacar la cabeza por un ventanal que daba a las albercas para poder respirar aire fresco”. “La adrenalina que viví en ese concierto es inolvidable”.
A diferencia del concierto de La Polla Records, el de los Ramones fue mucho más controlado. Pusieron vallas para cuidar más el acceso, también hubo presencia de la policía capitalina y no hubo portazo. Sin embargo, de acuerdo con Aknez —que en esa ocasión no tocó sino acudió como espectador— a pesar de la gran afluencia de la gente y del slam masivo que se armó, no se llenó tanto el lugar como dos años antes. Menciona que quizá por el extremo control en la seguridad y porque los boletos de los Ramones fueron más costosos.
Juan Manuel Velázquez, otro asistente regular a este tipo de tocadas, comenta que la escena punk en el ex-balneario y en el oriente de la ciudad no creció sola, sino de la mano de grupos de rock urbano como Tex-Tex, la Banda Bostik. El Haragán y Compañía, y Lira N’ Roll.
“El ex-balneario jaló bastante en aquellos años pero no fue de la nada, desde antes ya se hacían toquines en varias partes de Ciudad Neza, ya sea en la calle o en lugares cerrados como el Salón 5, sólo que algunos fueron clausurados porque en varias tocadas hubo muertos”.
Nadie es inocente (1987) – Sarah Minter
Después del boom de los primeros grupos de punk, dice Juan Manuel, llegó como una especie de segunda ola que le dio fuerza a la escena con bandas como Espécimen, Criatura, Vomito Nuclear, Ley Rota, Graffiti 3X o Catarsis Liberada, que aunque ya tocaban desde mucho tiempo atrás no habían sobresalido tanto.
Rogelio Garza, un escritor bastante documentado sobre la escena en aquellos años, explica por qué hubo un boom del punk en la periferia de la ciudad. “Había una necesidad juvenil de agruparse y pertenecer, por identidad, por expresión, por resistencia y protección. Ser banda no era una opción en el México marginal de los años 70 y 80, era la forma de adaptarse al entorno y sobrevivir”.
Comenta que algunas bandas que influenciaron a los punks mexicanos fueron además de los Ramones y La Polla Records, los Sex Pistols, The Clash, The Exploited, The Damned y GBH. En ese sentido, menciona que la música que se tocaba en lugares como el ex-balneario era el sonido de esa realidad y el punk rock también se convirtió en uno de los principales factores de identificación.
— ¿Fue el ex-balneario Olímpico uno de los lugares más importantes de la escena en aquellos años?
—Sí. Pantitlán era y es un punto de conexión esencial en la movilidad urbana y suburbana. Era accesible para la banda. Sólo allí se permitían tocadas punk por su naturaleza marginal, era un sitio “alejado”. ¿Dónde más se iban a presentar los grupos punk de la periferia para la banda? No tenían cabida en otros sitios.
Hoy en día el Ex-Balneario Olímpico de Pantitlán sigue funcionando como un centro deportivo donde cada fin de semana acuden familias enteras a pasar un buen rato, pero también sigue siendo sede de fiestas privadas y de eventos de salsa, cumbia, banda, electrónica y rock urbano, aunque desde hace más de 20 años ya no ha habido un concierto de punk internacional como los que se organizaron a inicios de la última década del siglo XX.
Es así como en este lugar se mezclaron las sandalias, los trajes de baño, las toallas y los goggles con pantalones entubados, estoperoles, chamarras de piel, parches, botas y peinados en forma de punta. Quizás algún día vuelva a mezclarse el sonido quieto del agua con el ruido violento de los amplificadores.