Es fácil entender por qué las personas aspiran a ganarse la vida tocando o componiendo música. Todo lo que se requiere es a Justin Bieber y su madre dándose cuenta de que él era tan buen cantante como la mayoría de los concursantes de American Idol, y entonces todo queda claro, ahí está la inspiración para una carrera como estrella de pop.
Pero ¿qué pasa con las miles de personas que trabajan en empleos relacionados con la música que no implican tocar o presentarse en vivo? ¿Acaso vieron a los roadies cargando las guitarras y la batería, o un blogger de música escribiendo artículos en forma de lista para ganar el salario mínimo, y pensaron, es todo lo que siempre quise?
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Como el personaje de David Herman señaló una vez en Enredos de oficina (Office Space), es una mentira asumir que las personas siempre buscan los trabajos que disfrutarían más, porque si eso fuera cierto, “no habría conserjes”. Los empleos en la industria de la música sin duda tienen sus ventajas, pero a menudo carecen del glamour de los conciertos en vivo. Aún así, las personas aspiran a ser managers e ingenieros desde que son jóvenes, y se rompen la espalda para llegar ahí.
En mi caso, descubrí algo que disfrutaba y en lo cual me destacaba. Cuando apliqué para la Universidad de Nueva York, la escuela a la que quería entrar, me pidieron que escribiera un ensayo sobre una obra de arte que me inspirara. Así que seguí la corriente. Nunca había tenido la oportunidad de escribir sobre este tipo de artefactos modernos e históricamente irrelevantes como Yoshimi Battles the Pink Robots de los Flaming Lips. A diferencia del resto de mi proceso de solicitud, fue muy divertido. Después de leerlo, todavía recuerdo que mi padre me dijo: “Si consigues entrar, no es gracias a tus calificaciones. Es debido a esto”. Hoy en día me considero un periodista de música, lo cual fue la meta de mi estancia en la Universidad de Nueva York.
Después de tres años, tan sólo soy un retoño en este mundo de los empleos relacionados indirectamente con la música. Para entender mejor de dónde proviene esta vasta fuerza de trabajo, así como para reforzar mi propia cordura, contacté a cinco veteranos cuyas trayectorias abarcan distintos sectores de “la industria”: una ingeniera de sonido, un manager de giras, una productora, un roadie, y un crítico de música.
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Todos ellos tienen más de 60 años y han pasado la mayor parte de su vida adulta grabando, supervisando, organizando, o comentando sobre la música popular. Algunos comenzaron como músicos, a algunos los inspiraron los documentales sobre giras, y a otros los jefes sexistas. Tal y como me lo contaron por teléfono y correo electrónico, aquí están las historias de sus orígenes en la industria musical.
El texto ha sido editado por cuestiones de claridad y longitud.
Susan Rogers, ex ingeniera de sonido para Prince; profesora del Berklee College of Music
Como a muchos niños, me tocaron padres que quisieron que tomara clases de música. Durante un par de años tomé clases de piano, pero no era muy buena. No se comparaba con la recompensa que obtienes al escuchar algún disco de música. Como muchos ingenieros, nací para oír música, no para tocarla.
Me encantaba James Brown, Sly Stone, Stevie Wonder, y Al Green, y me he puesto a pensar de dónde provienen estas preferencias innatas. Trabajé para Prince durante muchos años, y él se refería a esto como “la calle dónde vives”, lo cual quiere decir la música que te llama. De niña, la música soul me llamaba la atención. Sí, es cierto. ¡Eso funciona para mí!
Cada vez que veía un disco que incluyera una foto del estudio en la parte de atrás, me le quedaba viendo. No me veía a mí misma como una intérprete. Me fijaba en el ingeniero, y sin saber nada sobre su trabajo, algo dentro de mí pensó: Eso estaría bien, creo que me gustaría.
A los 21 años, me mudé a Hollywood con una amiga y traté de entrar al negocio, pero no había muchas mujeres que fueran ingenieras. Así que tomé una ruta indirecta. Me convertí en una técnico de mantenimiento de audio, autodidacta en el procesamiento de sonido y electrónica. Aprendí a leer los diagramas. Tuve un empleo como aprendiz en una empresa. Y aprendí a reparar consolas y otros aparatos. Eso me llevó a tener mi gran oportunidad.
En el verano de 1983, me enteré de que Prince estaba buscando un técnico. Un ex novio se enteró del trabajo y me llamó para decirme: “El trabajo de tus sueños te está esperando. ¿Te gustaría ser el ingeniero de sonido de Prince? Literalmente era el sueño de mi vida, y no pude haber pedido nada mejor. Así que fui a sus oficinas, me entrevistaron, y me contrataron. Estaba bien calificada, había estado en el negocio por cinco años para este punto, me habían enseñado personas muy respetadas, y el factor más importante: Prince y yo habíamos escuchado la misma música cuando éramos jóvenes. Conocía a Sylvester, y a The Gap Band, y conocía a todos los miembros de Parliament-Funkadelic. Yo vivía en su calle.
David Libert, ex manager de gira de Alice Cooper; ex manager de Parliament-Funkadelic, The Runaways, Living Colour
Solía pasar el rato con algunos chicos en mi ciudad natal de Patterson, Nueva Jersey, y cantaba en el estacionamiento de un restaurante, básicamente porque parecía una buena manera de conocer chicas. Pero pronto nos dimos cuenta de que éramos bastante buenos en eso, así que empezamos a tomarlo en serio y formamos una banda llamada The Happenings. Fue entonces cuando me di cuenta que tenía que darle una oportunidad.
Patterson está muy cerca de la ciudad de Nueva York, así que solía ir al Brill Building, y a todos esos lugares en Broadway en busca de trabajo. Si se trataba de un editor, decía que era escritor; si se trataba de una compañía de producción, decía que estaba en una banda; si se trataba de una compañía discográfica, decía lo mismo. Todo lo que fuera necesario. Fuimos capaces de obtener un contrato de grabación, y así es como llegué a meterme profesionalmente en el negocio de la música.
Me convertí en el manager de The Happenings después de que nos deshicimos de otro que era un desastre, y me di cuenta de que había una calidad mucho más retentiva al ser un manager que al formar parte de la banda. Me di cuenta de que podía hacer eso, y simplemente tenía que aprender lo más que pudiera y hacer todo lo posible para obtener experiencia. No fue como si un foco se encendiera en mi mente, sólo fue una transformación gradual hacia eso, y resultó que había paga de por medio.
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Cuando dejé la banda, hice algunos trabajos locales, reservando grupos en los clubes de Long Island, y entonces me convertí en el manager de gira de Rare Earth, y luego me volví el manager de gira de Alice Cooper, bajo la tutela de su manager, Shep Gordon, y aprendí mucho. Me dio la educación que necesitaba para abrir mi propia agencia y representar a Parliament-Funkadelic, Bootsy’s Rubber Band, The Runaways, y varios otros grupos, y luego me convertí en el manager de George Clinton, Vanilla Fudge, Living Colour, y Sheila E. después de eso.
Por alguna razón no conozco a otros músicos que continuaran su carrera como managers. Creo que la mayoría de ellos encontraron el camino hacia un empleo en las compañías discográficas, que estaban más estrechamente relacionadas con el aspecto creativo de la industria. Pero aún así me dieron oportunidades creativas: canté en el fondo de muchas pistas de Alice Cooper, y toqué el piano o los teclados en algunas grabaciones. Nunca me fui de la música por completo, pero no se convirtió en mi principal fuente de ingresos, eso es seguro.
Gail Davies, cantante; compositora; productora
Desde que era joven sabía que quería ser cantante. Nací en una familia de músicos [la hija del cantante de country Tex Dickerson y la hermana del compositor Ron Davies] y nunca tuve otras aspiraciones. Fue siempre un hecho que iba a dedicar mi vida a ser cantante y después a ser una compositora.
Después de graduarme de la preparatoria, me mudé a Los Ángeles y finalmente conseguí un empleo en A&M Records como cantante de sesión. Más allá de eso, A&M se convirtió en mi escuela de música. En una ocasión me invitaron a asistir a una sesión de grabación de John Lennon, y me senté en una junta entre él y Phil Spector, lo cual fue una de las cosas más emocionantes que me han ocurrido en ese trabajo. Inspirada, decidí involucrarme en otros aspectos de la música además de cantar.
Mi formación como productora de discos se la debo a Henry Lewy, ingeniero y productor en A&M, quien habló conmigo un día y me dijo: “Sabes, Gail, tienes muy buenos oídos. Creo que podrías ser una productora”. Empecé a escribir canciones, compré una guitarra en una casa de empeño, y finalmente firmé un contrato con EMI.
Unos años más tarde, me trasladé a Nashville e hice mi primer disco de solista, pero tuve una muy mala experiencia con el tipo que lo produjo. Durante una sesión de grabación con mi banda, me dijo “No creo que estos chicos quieran que una mujer les diga qué hacer”. Ya sabes, era Nashville en 1977. Decidí que nunca más volvería a trabajar con otro productor, y nunca más lo he hecho.
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No había ninguna mujer productora cuando llegué a Nashville, y fue muy desalentador. Pude ver a artistas como Carole King y Joni Mitchell producir su propia música, así que cuando me mudé a Nashville, fue un poco desalentador ver que muy pocas mujeres participaban en el lado creativo del negocio.
Jan Michael Alejandro, ex roadie de David Bowie, Jackson Browne, Todd Rundgren, Blondie; propietario de Jan-Al Road & Touring Cases
Lo que realmente me dio ganas de lanzarme a viajar fue cuando vi [el documental de gira] Mad Dogs & Englishmen en un autocinema de Palm Springs cuando estaba en la preparatoria. Joe Cocker, Leon Russell, y los demás iban de un lugar a otro en una vieja avioneta, y yo pensé, ok… creo que quiero hacer eso. Fue el momento en que me di cuenta de que quería unirme al circo.
Uno o dos años más tarde llegué a San Francisco y conseguí un trabajo como conserje nocturno en un estudio para ensayar. Con el tiempo me convertí en chofer [del estudio]. Acabé por conducir, luego realizando envíos, y luego haciéndome cargo de los estudios.
Los clientes eran gente que solía escuchar Tower of Power, The Doobie Brothers, Santana, Country Joe & The Fish, así que por supuesto me encantaba el asunto. Aprendí tanto como pude y ya sabía tocar el piano, así que conocía bastante sobre música. Un día, el tipo que me contrató me dijo “Tienes varias habilidades. Debes aprender muchas más y decirle a algunas de estas personas que vienen que te gustaría lanzarte a las giras”.
Finalmente me mudé a Los Ángeles, y me encontraba sin trabajo cuando recibí una llamada de la gente de David Bowie. Eran chicos que me enseñaron algunas cosas en el estudio antes de que comenzaran a trabajar para Bowie. Se acordaron de mí, y me preguntaron si quería reunirme con ellos en Toronto y trabajar para Iggy Pop, que estaba de gira con Bowie, tocando el piano. Así que me fui a Toronto, me reuní con ellos, y empecé en ese momento. Trabajé para David por tres años, hice la gira de Heroes, y conseguí trabajar en grandes conciertos después: Todd Rundgren, Jackson Browne, Blondie.
Después de eso, mi esposa y yo abrimos una compañía de estuches y cajas para salir de gira, y todavía está en operaciones 34 años más tarde. En este momento tenemos trabajo con los Stones, Lady Gaga y Coldplay. Todavía me llaman, lo cual es agradable.
Joel Selvin, columnista de música del San Francisco Chronicle 1972-2009; autor
Me salí de la preparatoria Berkeley High School y me fui a trabajar como asistente para el San Francisco Chronicle en 1967. Poco tiempo después de empezar a trabajar allí, descubrí que podía tomar un lugar en la lista de invitados del Fillmore Auditorium gracias a mi empleo en el periódico. Fue entonces cuando me decidí a entrar al mundo de la música.
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La música era todo lo que conocía, y lo único de lo que quería escribir. No tenía interés en hablar con los policías, o con las personas cuyas familias fueron asesinadas, o sobre deportes, o finanzas. No, me veía escribiendo sobre bandas de rock para un periódico.
Luego cayó el último clavo en el ataúd. Fui a la universidad y empecé a trabajar para el periódico escolar, y fue entonces cuando me empezaron a llegar por correo discos gratuitos. Todo estaba listo. A esa corta edad, había alcanzado casi todas mis aspiraciones profesionales, y sólo era cuestión de jugar bien mis cartas para ver qué sucedía después. Pero conciertos y discos gratuitos, ¿qué más quería? Eran como inyecciones de morfina. ¿Un poco de plata, también? Qué mejor.
No todo era perfecto, pero no había mucho trabajo que hacer. La parte difícil era tener que ir a un concierto que sabías que no iba te iba a gustar, y también mantenerse razonablemente alejado de la cruda para realizar alguna composición literaria a la mañana siguiente. Se supone que eso era el trabajo duro.
¿Alguna vez pensé en unirme a una banda o pertenecer a la industria? Por dios no. Estaba haciendo exactamente lo que quería: ir a los conciertos, quedarme a pasar el rato con una libreta y un lápiz, y ser el tipo que escribió la crítica en el periódico al día siguiente.
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