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El movimiento de extinción a corto plazo está promoviendo el fin de los tiempos

Sabemos que el planeta está nuevamente en medio de una gran extinción causada por el comportamiento humano. Lo que no está claro es si esta muerte masiva alguna vez nos alcanzar’a, pero un gran número de personas cree que si. ¿Quién puede culparlos?

Ya tenemos una bóveda de semillas en el ártico gracias a una guerra que fue causada, en parte, por el cambio climático y las imágenes de los refugiados de aquella guerra, cuando traspasan las fronteras militarizadas y la policía les dispara balas de goma y granadas cegadoras, ciertamente no se ven como las de un mundo que va en alza. Y el caos sólo está comenzando: es seguro que tendremos algún grado de catástrofe en este siglo, no importa lo que hagamos. Nuestros océanos continuarán subiendo sus niveles. Y los científicos sospechan que los “circuítos de retroalimentación“, como la capa permafrost y su rápido descongelamiento en el Ártico y Siberia, podría enviar suficiente metano al aire, lo que nos llevaría a un cambio climático catastrófico.

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Entonces no es extraño que un creciente número de personas esté creyendo la idea que la extinción de los humanos ocurrirá durante nuestra vida. Dependiendo de a quién le preguntas, se ha estimado que el Apocalipsis causado por el cambio climático ocurrirá en pocas semanas o en tres generaciones más a partir de ahora. No hay muchos datos sobre qué tan ampliamente se comparten estas creencias, pero los creyentes han comenzado a organizarse; libremente, al menos. Un “candidato pro extinción” va por el senado en California. Existen reuniones y talleres para discutir el fin de los tiempos, las que se están llevando a cabo alrededor de Estados Unidos. Y existe un grupo de Facebook al que pertenezco, privado pero muy activo, llamado “Amor a la extinción a corto plazo” y tiene cientos de miembros. Llámalos extincionistas de corto plazo o los estoicos del cambio climático, como sea, pero ellos no tienen ningún sobrenombre oficial.

El tono de “Amor a la extinción” es similar a lo que uno podría encontrar en una reunión de Alcohólicos Anónimos. Una mujer escribió recientemente que sentía una profunda desesperanza por la muerte y temía al futuro, los miembros del grupo la apoyaron con sus likes y comentarios asegurándole que estaba bien sentirse así. Ocasionalmente hay cosas más livianas como una foto viral de un cisne tomando por el cuello a un hombre. Más frecuentemente los miembros suben artículos del tipo “te lo dije”, son artículos y noticias sobre los males del cambio climático.

Pauline Schneider es la administradora del grupo y dice que este funciona como “un memorial diario o una vigilia constante” por las vidas perdidas debido a la extinción masiva; las personas que participan están en un constante estado de luto. Schneider dice que antes era una comprometida activista que se aferró a la esperanza hasta cuando fue arrestada en los pastos frente a la Casa Blanca luego de una protesta contra el oleoducto Keystone XL, protesta que fue dirigida por el famoso ambientalista Bill McKibben. Ahora ella desprecia a McKibben y otros como él, a quienes acusa de “mentir” sobre la posibilidad que tenemos de mitigar el cambio climático.

“No seremos capaces de salvar el mundo” dijo Schneider en el grupo, “Los acontecimientos ya están sucediendo. Esto es muy grande. Ahora estamos enfocados en movernos a través del mundo y estamos preocupados de lo que hacemos con nuestras vidas, algo sobre lo que aun tenemos control”.

Muchos como Schneider dice que lloran no sólo por la inminente extinción, también por las muertes masivas que están ocurriendo en el planeta Tierra en estos momentos, también profesan una importante conexión al mundo natural. Algunos atendieron un taller en Nueva York para personas que “vienen a aceptar la extinción humana a corto plazo” y quieren vivir sus últimos días de la mejor forma posible, como unos pacientes condenados al cáncer, aceptando su inevitable muerte.

Chris Johnston, quien ayudó a desarrollar el taller, es un especialista médico con 20 años de trabajo en la recuperación de adictos y miembro de la alianza de psicología climática en la universidad Bristol. Cuando él comenzó a pensar en los desafíos psicológicos presentados por el cambio climático, le sorprendió cuan similares son nuestros mecanismos de supervivencia a los de adictos a las drogas que se están recuperando y a los de pacientes terminales. Nuestra adicción a el estilo de vida ligado a los combustibles fósiles y la negación general a reconocer sus efectos perjudiciales, es similar a la negación de un adicto, dice Johnston. También lo es el proceso a través del cual entendemos sus consecuencias mortales, el que va desde la negación a la rabia, la negociación, la depresión y la aceptación; las etapas del dolor de acuerdo al modelo Kübler-Ross.

“Las personas pueden creer que sus vidas se están cayendo a pedazos” él dice, “y comienzan a pensar en cuál es el punto ¿En qué más se puede pensar que en ser un adicto?” En el taller sobre la extinción humana a corto plazo se informaron algunas de las ideas que Johnston desarrolló con Joanna Macy, una activista medioambiental y líder espiritual quien ha utilizado conceptos budistas para ayudar a, por ejemplo, las personas en el proceso de dolor en Ucrania luego de la fusión nuclear de Chernobyl. La desesperación se “transforma en una profecía autocumplida”, dice Johnston, pero cuando las personas reconocen que han llegado al fondo, tienden a cambiar su comportamiento y eventualmente encuentran paz durante sus últimos días.

“No importa si la economía industrial colapsa o no, estamos jodidos a corto plazo de cualquier manera”

Este taller eventualmente evolucionó en un grupo de apoyo que se reúne unas cuantas veces al mes. Jevon Nicholson, un modelo y guardia de bar de 40 años que vive en Brooklyn, ha ido a cinco de las reuniones del grupo. Al igual que Schneider, el pensamiento político de Nicholson ha sido progresivo durante muchos años y por mucho tiempo trabajó para mejorar el mundo. Votó por Obama el 2008 y apoyó Occupy Wall Street, pero las semillas de la desesperanza ya estaban ahí, luego que perdió su trabajo en una institución sin fines de lucro dedicada a la educación y tuvo más tiempo para leer sobre cómo el nexo entre el gobierno y los intereses corporativos estaba promoviendo el cambio climático. En estos días, dice Nicholson, ha decidido vivir una vida más simple y “desconectarse del hiper consumo” y de la economía basada en combustibles fósiles.

“He pasado toda mi vida en un estado de aceptación, tratando de vivir con amor y compasión” me dijo Nicholson, refiriendose a la escala Kübler-Ross. Él considera que las personas que proponen soluciones al cambio climático basadas en el mercado son especuladores de la esperanza y dice que a través del grupo de apoyo ha encontrado a “otras personas que están cómodas con abandonar la esperanza”. Él estima que la humanidad desaparecerá en 100 años.

Nicholson, como muchos de los estoicos climáticos, supo de la idea de la extinción a corto plazo a través de los posts de Guy McPherson, un profesor emérito en recursos naturales y ecología de la universidad de Arizona y, más recientemente, un consejero. “Estaba lleno de esperanza hasta hace cuatro años atrás, cuando la evidencia me abrumó” me dijo McPherson por teléfono en julio pasado. “No importa si la economía industrial colapsa o no, estamos jodidos a corto plazo de cualquier manera”.

La cruda desesperanza de McPherson le ha valido cierta ira de sus colegas científicos, quienes lo acusan de no tomar en cuenta algunos datos para que así su diagnostico terminal tenga sentido. Y no es dificil preguntarse si acaso su ego lo obliga a encontrar pupilos dispuestos a recibir su mensaje. El año 2009, cuando tiró la toalla y se largó a una granja en una parte rural de Nuevo México, esperaba que otros lo siguieran. Cuando nadie lo hizo se confundió y se enojó pero eventualmente llegó a un punto donde aceptó “lo dificil que es cambiar la mente de uno mismo, mucho más las de otras personas”.

En estos días McPherson dice que ha estado trabajando para ayudar a que las personas aprendan “a pasar sus últimos respiros en este planeta haciendo el trabajo que aman, buscando el amor y las excelencia en sus vidas”, lecciones que él cree que deberíamos seguir ya sea que esté equivocado o no respecto al Apocalipsis, que (él predice) podría ocurrir el próximo Octubre.

Dos meses después que conversamos por primera vez, McPherson me invitó a una reunión en la casa de Pauline Schneider, en Westchester, Nueva York, a unos 56 kilómetros al norte de la ciudad.

Cuando llegué, McPherson y tres otras personas estaban solemnemente sentadas en el exuberante patio trasero, bajo el último calor del verano. A medida que llegaban más personas (llegaron cerca de una docena, casi todos cerca de los 50 años) se pusieron a conversar, pero se mantenían sombríos. No recuerdo haber oído risas más de una vez durante toda la tarde. Luego de una conversación sobre accidentes en auto nos pusimos directamente a hablar del fin de los tiempos.

Le mencioné al grupo que he hablado con expertos en fauna oceánica quienes tienen esperanzas que la humanidad podría, al menos, mitigar algo de la devastación de los océanos. Thom Juzwik, un masajista de 50 años, negó la posibilidad al señalar la proliferación de algas oceánicas que succionan oxígeno, las que según un estudio jugaron un papel importante en las cinco extinciones anteriores de la Tierra. Los otros estaban de acuerdo. A medida que la conversación seguía todos se burlaron del apoyo de Hillary Clinton a las industrias del petróleo y el gas. Yo era parte de la minoría que no estaba muy seguro que el mundo se fuera a acabar antes del 2030.

Este pesimismo está comenzado a filtrarse hacia las masas con el lanzamiento del anticipado nuevo libro de Roy Scranton, “Aprendiendo a morir en el antropoceno“. En el libro, Scranton defiende un nuevo marco filosófico que podría convertirse en un metafísico “error en la máquina” para la economía global, interrumpiendo los flujos de capital y reemplazando la predecible reacción con una lenta y mediada reflexión de nuestra propia mortalidad.

“El humanismo filosófico es la práctica más radical en la interrupción disciplinada de flujos somáticos y sociales y el desapego de la conciencia frente al impulso” él escribe. En una reciente charla que Scranton dio al lanzar su libro en Brooklyn, sugirió que la ciencia era demasiada sombría para que los movimientos sociales puedan cambiar nuestro futuro; lo que nos queda es cultivar compasión y paciencia a medida que todos esperamos morir.

El estoicismo de Scranton es el tipo de desapego que nuestro grupo de apoyo valora. Pero pese a que todos creen que el final está cerca, también está claro que algunos aun se apegan a la posibilidad que las cosas puedan cambiar para mejor.

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Antes de abandonar la reunión en Westchester, conocí a una mujer llamada Laurie Evans, quien dijo que también había asistido al taller de extinción. Evans es voluntaria en una campaña para detener la construcción de una tubería que transportará gas obtenido a través de fracking, lo que ocupa mucho de su tiempo. Ella también intenta vivir una vida sustentable, pese a lo difícil que parece ser este esfuerzo.

“Utilizo velas, uso barras de jabón porque no quiero botellas plásticas. Corto las esponjas por la mitad. Guy dice que no es importante si cortas o no las esponjas por la mitad” ella dice, “Quiero continuar haciendo un cambio porque quiero tener un poco de esperanza para mis hijos”.