Este artículo apareció originalmente en Noisey US.
Cuando Charli XCX gritó “¡cómo están Firefest!”, sentí un cosquilleo de emoción a pesar de que ni siquiera había pasado por la entrada del festival. Mientras la popstar hablaba durante el set de A. G. Cook y Umru, la euforia empezó a escalar en el público. Hubo una locura colectiva y empezamos a llenar el chat de spam con emojis de colores brillantes. Entramos 30 minutos después, pero en vez de pisar barro y pasto empantanado, nos parábamos encima de polígonos impolutos. Animales digitales gigantes marcaban los caminos del festival y los escenarios llegaban hasta lo más alto del cielo. El público, compuesto de unos 5.000 avatares cúbicos, se movían con cada bass drop y giraban sus cabezas en formas extrañas y exuberantes.
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Fire Festival —una parodia de Minecraft del infame Fyre Festival— se realizó el 12 y 13 de enero de este año en el popular juego de construcción Minecraft, liderado por el productor musical de 21 años Max Schramp, más conocido como Sleepycatt. Tal vez tú no lo juegues, pero es casi seguro que tus primos menores lo hagan. En el mejor de los casos, es probable que pasen horas en casa de tu tía viendo a celebridades de YouTube pasear por los escenarios pixelados del juego, luchando con zombies de aspecto extraño y arañas gigantes. El gran encanto de Minecraft es que es básicamente la versión video juego de Lego, y desde su creación en 2009, grupos de jugadores han creado plataformas, a veces monstruosas, a veces hermosas, dentro de sus paredes 3D, desde una ciudad tipo Babilonia hasta un metro subterráneo.
Y Fire Festival celebró esta tradición. Desde octubre de 2018, los dos escenarios, así como el hub-world (el área donde llegan por primera vez los jugadores), fueron construidos por un equipo de 50 “constructores”, trabajando a una escala épica aunque con muchos toques delicados y personales. Hay una galería de arte con escaneos de obras de la vida real pegadas en las paredes, como si hubiesen sido aplastadas en Minecraft desde otra dimensión (piensen en esa vez que Homero se encontró en nuestro mundo). Hay pequeñas plantas y flores regadas en todo el lugar mientras que también hay un jet gigantesco flotando inmóvil encima. El mundo entero está cubierto con el arcoíris LGBTQ+ así como de los azules, rosas y blancos de la bandera transgénero. ¡Ah!, y hay un modelo gigante del posible premio Grammy de Sophie porque, sí, este es un mundo de ensueño y aquí ella ya ganó.
Las mecánicas para poder escuchar la música fueron un poco complicadas, pero funcionaron perfectamente. Un audio stream de la página web del festival virtual transmitió sets de sus dos escenarios y los jugadores recibieron instrucciones de apagar la increíble y relajada banda sonora de Minecraft de C418, que usualmente suena de fondo. En vez de eso, nuestros canales de audio fueron bendecidos con feroces sets de ballroom, grime, screamo y, por supuesto, esa versión tipo Animal Crossing de “Sicko Mode” de Travis Scott. Hudson Mohawke, Iglooghost y Kai Whiston se tomaron los escenarios pixelados y relucientes de Angle —no es un error, simplemente un guiño a las formas de Minecraft— y Devil junto a afiliados del PC Music como A.G. Cook, Umru y otros 70 artistas.
La idea de experimentar la música a través de la tecnología no es nueva. Después del resurgimiento de la realidad virtual en la consciencia popular en 2016, pensar en consumir presentaciones en vivo remotamente se volvió una innovación deseable en la industria de la música y los deportes. Boiler Room hizo unos acercamientos en 2017, permitiéndoles a los dueños de los Google Daydream experimentar en realidad virtual el set en vivo de FJAAK en el Arena Club de Berlín. En deportes, Fox diseñó su propia app que les permite a los dueños de los Oculus Rift ver sus deportes favoritos al situarlos en estadios digitales. Obviamente hay deficiencias fisiológicas en estas iniciativas —como no poder sentir los bajos atronadores o no sentir ningún olor—, pero también hay otros problemas. Puede ser visto como evidencia de nuestra inevitable individualización social; una retirada de lo público hacia lo privado, tipificada por las horas que pasamos pegados a nuestros teléfonos, computadores o tablets (de hecho, olviden eso último, ya nadie usa tablets).
El Fire Festival es interesante porque contradice un poco el escepticismo (muchas veces justificado) que rodea a la tecnología, las presentaciones y la música. Tal vez no sentí la música vibrando en mi caja torácica mientras escuchaba con mis audífonos, pero el pico en mis niveles de endorfinas era innegable cada vez que sonaba un drop bien puesto o una edición de voz increíble. Me hizo cuestionarme mis propias presunciones sobre cómo respondo a la música en un sentido físico, con reacciones que no se sienten en mi cuerpo sino en mi cerebro, y químicos lentamente diluyéndose en mi sistema sanguíneo y nervioso. Con el line-up correcto tal vez otras personas podrían aprender a disfrutarlo. Y en vez de ser un evento que nos aislara al uno del otro, nos juntó de una forma que se sintió genuina. El Fire Festival ofreció un espacio físico (más o menos) a un grupo de artistas que existen casi exclusivamente en Soundcloud y Twitter (nota al pie: en el momento tal vez más Fire Festival de todo el fin de semana, Cavan Brady puso a sonar su mashup de “The Middle” de Jimmy Eat World, con “Better Off Alone” de Alice DeeJay frente a un público que nunca lo habría esperado).
A diferencia de la mayoría de eventos musicales (y de espacios sociales, en general) de la vida real, Fire Festival se sintió como un lugar acogedor para los asistentes y artistas LGBTQ+, lo cual fue posible gracias a un esfuerzo consciente de Schramp y los otros organizadores. “Fue una reacción a la política, a la sociedad, y al estado actual de la industria musical”, me dijo por Skype el lunes después del festival. “Cuando decidimos irnos por Minecraft dijimos como, ‘Ok, podemos hacer lo que queramos. Hagámoslo bien’”. El equipo se sumó a esta actitud donando 1.750,97 dólares por medio de su sistema VIP a The Trevor Project, una organización que realiza intervenciones de crisis y servicios de prevención de suicidios a personas LGBTQ menores de 25 años. Todas estas creencias están en el polo opuesto de las opiniones intolerantes de Markus “Notch” Persson, uno de los desarrolladores originales de Minecraft, quien tuiteó “Está bien ser blanco”, junto con otros comentarios pidiendo un “HeterosexualPrideDay” (Día de orgullo heterosexual). Cuando le comenté a Schramp que Fire Festival podría ser algo que molestara mucho a Notch, él respondió: “Eso nos encanta”.
Aun así, el Fire Festival está hecho con bases precarias, como cualquier otra escena de música underground —tanto en la vida real como por fuera de ella— insertada en las estructuras económicas del siglo XXI. Schramp y sus colegas armaron su evento sobre una infraestructura y unas bienes raíces digitales prestadas. Desde 2014, Minecraft pertenece a Microsoft, quien compró el juego, los derechos de propiedad intelectual y a su desarrollador, Mojang, por la suma de 2,5 mil millones de dólares. Los esfuerzos de Shcramp, así como los de cualquier organizador de eventos que utilice Facebook, Soundcloud o Spotify para promover sus eventos, dependen de un conjunto de reglas estables y transparentes (relativamente, por supuesto). Actualmente, Minecraft —una plataforma en sí misma— permite que estos eventos tengan lugar, pero su existencia depende de que Microsoft se mantenga en su buena fe y, más importante todavía, de que haya una sincronía en los intereses y beneficios, en los cuales siempre van a primar los del proveedor de la plataforma.
En un increíble artículo para la revista Logic, Liz Pelly resaltó la forma en que Facebook pone en riesgo a los escenarios DIY de todo el mundo gracias a sus mecanismos, especialmente con el tema de contenido pago y con aquello que genera un gran número de clicks. Como muchas de las organizaciones que Pelly describe, el Fire Festival funciona por medio de labor voluntaria, lo cual lo hace particularmente vulnerable a los caprichos de las plataformas de las que depende. Al final de la nota ella escribió: “Tenemos que luchar en contra de las trampas de la conveniencia, y asegurarnos de que seamos nosotros quienes usamos las herramientas digitales y no las herramientas digitales las que nos usan a nosotros”.
Afortunadamente, Fire Festival inclinó la balanza a favor del evento, su comunidad y sus artistas, pero eso no fue gratis. Cuando compré Minecraft para asistir a este festival, tuve que acceder y afirmar que me parecía bien que mi información fuera recolectada para el juego. Después del predecesor de Fire Festival en 2018, Coalchella (también organizado por Schramp), apareció un artículo en AdAge, un medio especializado en la industria publicitaria y de mercadeo. Es difícil pensar que Microsoft o agencias publicitarias no vayan a ver esto como una oportunidad en el mercado emergente de festivales digitales, especialmente uno que esta lleno de personas jóvenes, a la moda y al tanto del mundo del internet.
Schramp y sus colegas nunca han sabido de una cultura musical de DIY que de alguna forma no haya sido toca por plataformas corporativas, lo cual es aterrador. Pero en el transcurso de 12 horas del Fire Festival, él y sus compañeros invirtieron las reglas del juego para satisfacer sus necesidades. Crearon un mundo online y una comunidad a imagen de lo que esperan que suceda en el futuro, una comunidad más equitativa y diversa, afortunadamente libre de las mierdas de Markus “Notch” Persson. “Le metimos a la gente la idea de que los festivales pueden cambiar”, dijo con orgullo. “Hay potencial para que la industria de la música cambie y sea una plataforma abierta a todos los artistas”. Incluso días después del evento, la voz jubilosa de Charli XCX sigue haciendo ecos en mi cerebro, recordándome el mundo brillante, color arcoíris del Fire Festival, un mundo construido en una tierra arrendada por la corporación más grande del mundo.
Lewis Gordon is un reportero radicado en Minecraft. Lo puedes encontrar en Twitter.