Artículo publicado originalmente por VICE en italiano.
Alicudi es una pequeña isla volcánica frente a la costa norte de Sicilia, en el archipiélago de las Islas Eolias. “Es difícil encontrar un lugar más triste, lúgubre y desolado que esta isla desafortunada”, escribió el autor francés Alexander Dumas durante sus viajes en 1835. “Es un rincón de la tierra olvidado por la creación y atrapado en la era del caos”.
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La isla es rocosa, remota y escasamente poblada. No hay automóviles: para llegar a la única zona habitada de la isla tienes que subir unas escaleras empinadas talladas en las rocas. Los residentes, en su mayoría pescadores o pastores de cabras, dependen de los burros para transportar cargas pesadas a través de la aldea. Pero a pesar de su tamaño y paisaje desolado, la pequeña isla es famosa, aunque no por su belleza salvaje o su apacible soledad.
Entre 1903 y 1905, la gente de Alicudi comenzó a experimentar visiones: brujas dándose banquetes en playas remotas; sacos parlantes; mujeres con alas volando a la isla de Sicilia para hacer sus compras; fantasmas, payasos y guijarros cayendo del cielo. Los expertos creen que todo esto tuvo que ver con el pan que los habitantes consumían.
En aquel entonces, el centeno era un alimento básico y vital de la dieta de la aldea, utilizado en pan y galletas. Por desgracia, la planta de centeno también es susceptible a la infección de un hongo llamado cornezuelo, conocido científicamente como claviceps purpurea. Cuando sufre una infección, a la planta normalmente beige le crecen pequeñas espigas negras en la punta. El cornezuelo produce un alcaloide llamado ácido lisérgico, que también es el compuesto básico del LSD. En resumen, consumir cornezuelo te hace experimentar efectos alucinatorios.
Históricamente, la población de la isla era bastante pobre, así que nunca consideraron desperdiciar sus alimentos. Conocido como “tizzonara” o “cenizas” en el dialecto local, debido a su color negro, el centeno infectado probablemente era procesado en el molino del pueblo para hacer harina. Es posible que haya contaminado los almacenes durante décadas.
“Parece que fueron los británicos quienes lo introdujeron a la isla”, contó Paolo Lorenzi, un antropólogo que pasó ocho meses en Alicudi en 2018 escribiendo su tesis de maestría sobre esta historia para la Universidad Sapienza de Roma. “Llegaron a esta área para comprar uvas malvasía [sicilianas] para hacer jerez y absenta”. Los barcos británicos comerciaban principalmente en los grandes puertos de Messina y Palermo, y pasaban por las Islas Eolias en el trayecto.
Pero Lorenzi dijo que otros expertos creen que la infestación podría haber comenzado mucho antes de principios del siglo XX y continuado durante mucho tiempo después. La antropóloga Macrina Marilena Maffei, quien se especializa en los mitos y leyendas de las Islas Eolias, entrevistó a los habitantes locales de mayor edad en la década de 1990 y principios de los 2000. Ella piensa que el cornezuelo pudo haber sido común en algún momento en todo el archipiélago y cree que la infestación podría haber ocurrido hace siglos.
En la comunidad pequeña y aislada, los habitantes locales compartieron sus alucinaciones entre ellos; hasta el día de hoy, algunos todavía creen que las brujas y los fantasmas eran reales. También han sobrevivido otras supersticiones y misterios de la isla, como señala el documental de 2007 L’Isola Analogica, o La isla analógica, del griego “ana-logos”, que significa contrario a la lógica. El nombre del documental no solo hace referencia al estilo de vida libre de tecnología de los residentes, sino también a su complicada relación con la realidad y su gusto por la superstición.
Por ejemplo, en uno de los puntos más altos de la isla se encuentra una iglesia dedicada a San Bartolomé, a la que solo se puede acceder subiendo 820 escalones empinados. Los pobladores trasladaron la estatua del santo a otra iglesia más cercana a la aldea, para que fuera más fácil de visitar, pero actualmente dicen que entre el 20 y el 24 de agosto —los días dedicados a la celebración de San Bartolomé— siguen ocurriendo accidentes graves en los alrededores de Alicudi, como buzos que terminan ahogados y turistas que mueren al sufrir una caída. Muchos atribuyen estas desgracias a la aversión del santo por su nueva ubicación.
La isla también es golpeada a menudo por vendavales que pueden formarse súbitamente y tomar a los residentes desprevenidos. Según otra leyenda de la isla, hay un hechizo mágico que permite a las personas “cortar” el vendaval en dos, horizontalmente, dispersándolo en el aire. El encantamiento se enseña a miembros selectos de la comunidad de una generación a la siguiente, a menudo en Nochebuena.
“Si hubieras venido aquí hace 30 años, te habrías dado cuenta de que la realidad funciona de manera diferente”, dijo un habitante local anónimo, quien dio una entrevista en el documental de 2007. Aunque la mayoría de las historias se concentran en esos tres años a principios del siglo XX, se cree que varias generaciones consumieron productos de centeno contaminados.
Dado que los residentes de la isla, sin saberlo, ingirieron el compuesto psicodélico, no estaban preparados para las alucinaciones, lo cual hizo que las experiencias se sintieran aún más reales e intensas. “Para sentirse en control durante un viaje de LSD, tienes que desarrollar algunas habilidades, y estas habilidades se quedaron con ellos”, agregó el hombre en el documental.
Pero todo cambió en la década de 1950, como explicó Lorenzi, cuando la isla recibió a sus primeros turistas.
“Debido a su naturaleza mística y remota, Alicudi se convirtió en un punto de congregación para los hippies”, explicó. Los visitantes escucharon las historias de los pobladores y reconocieron las señales reveladoras de un viaje con ácido. “Para los habitantes locales era normal; eran los turistas quienes les hacían darse cuenta de que habían estado experimentando alucinaciones psicodélicas”, advirtió Lorenzi. “Así que en la actualidad, sus historias están influenciadas tanto por explicaciones científicas como por su propia perspectiva mágica”.
Eventualmente, la iglesia local declaró que el pan era “el pan del diablo” y la gente lo evitó hasta que desapareció por completo en la década de 1960. Pero años después, los residentes de mayor edad aún cuentan las historias de esas extrañas visiones alucinatorias.