Natos y Waor.
Quien haya ido este año al festival español Viña Rock puede que haya visto a unos raperos que peinan canas, cantan himnos y encabezan carteles; y también encontraría a otros que exprimen su momento hasta que diga “no va más”. Natos y Waor saben que es difícil alcanzar la dimensión de Violadores del Verso, por eso ahora que están de moda disfrutan haciendo lo que les da la gana.
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Criados en Torrelodones y Aluche, en Madrid, se han abierto camino en el rap a través del underground. En pocos meses han tocado en los festivales Viña, Territorios Sevilla y Monegros. Han llenado salas de Madrid y Barcelona. Su videoclip ‘Cuentas Pendientes‘ supera el millón de visitas en YouTube y en Twitter tienen más seguidores que Tote King o Lírico. “El éxito es una consecuencia, no un objetivo. Ha venido como resultado de hacer las cosas como a nosotros nos gusta”, explica Waor. “Somos nosotros los que hemos puesto el dinero para hacer las copias de nuestro último disco, los que las hemos llevado a los puntos de venta y los que las vendemos en los conciertos”. También distribuyen Caja Negra a través de 044wear.com, una tienda de ropa online. No es casualidad.
Natos y Waor son la punta del iceberg de una escena que se expande al margen del duopolio Universal-Boa. Cada día se forman grupos embrionarios (Gadafi Clik, Poli Diaz Army, F*ckin’ Maniacs, La Jota Nostra, etc.) que convergen en colectivos (Yonkos Team) y construyen proyectos comunes (DeVod Dealers). Charly Efe, miembro activo de los Yonkos, vio dar los primeros pasos al rap underground: “Yo entré en este mundo en 2003 de la mano de los IFX. Siempre nos hemos mantenido al margen de los grandes sellos porque nunca nos llegó nada que nos hiciera crecer. Que nos hiciera mejorar. Quienes están en esta escena saben dónde están, es posible que un día des un concierto para 50 personas, o que actúes sin cobrar, pero compensa porque nos gusta lo que hacemos. Hay que tener muchos cojones para eso”, sostiene Carles Sanchís (su nombre real).
Este MC valenciano confiesa que si hubiera encontrado un trabajo estable con 25 años igual se habría salido del rap. “Es el caso de Charlie. Es uno de los máximos exponentes del rap, todos le queremos mucho, pero tiene un trabajo de profesor y prefiere tomar esta otra vía”. Carlos Hernández es el símbolo del underground en este país. Es un fantasma. No concede entrevistas, no se hace fotos, apenas deja rastro. Tiene tres maquetas con Hijos Bastardos y una en solitario publicada este mismo año, ‘Patente de corso’, sin embargo gran parte de sus temas los distribuye sueltos a través de YouTube. Es el ejemplo a seguir, cuantos menos intermediarios haya, mejor.
“Charlie ya casi ni rapea y está muy desconectado del rollo”. Lo cuenta Lone, la última perla de Zaragoza. Con 16 años ya tenía una maqueta autoproducida y con 22 sigue confiando en el ‘Do it yourself’. “Nunca nadie ha apostado por nosotros, así que no nos ha quedado otra que trabajar fuera de las discográficas. De todas formas mi manera de ver la música es autogestión 100%”. Más allá de los ambientes opresivos y las letras atormentadas, el denominador común del underground es efectivamente la autogestión.
LB Finest, su último trabajo, es un perfecto ejemplo. “El disco surgió de forma natural. Bombony Montana, que me ha hecho las bases, es mi amigo desde hace muchos años y solemos hacer música juntos. La creación ha sido totalmente 50-50, ya que yo he estado presente en casi todo el proceso de producción, aportando ideas para las instrumentales, arreglos, etc. Hicimos las copias nosotros mismos (pagando nosotros la fabricación) y las colocamos en algunas tiendas y en una plataforma de venta online. También está disponible en descarga gratuita para quien no pueda o quiera pagar. Autogestión”.
A finales de los 80, quien rechazaba lo establecido encontraba consuelo en el euskalpunk. La Polla Records, Eskorbuto o Kortatu escupían su odio al sistema con lenguaje de calle; era muy fácil entender la política de Evaristo: “Cuando millones de pagados sufren tu terror de Estado, cuando el miedo que provocas mantiene quietas las botas, ¡tu más enérgica repulsa!”. Eran los años dorados del punk. En los 90 la política dejó de tener atractivo para los chavales, perdió el componente de lucha y pasó a ser una cosa de progres y fachas que ha dormitado durante más de 20 años auto complacida e hipnotizada por el baile de burbujas.
Concierto de Natos y Waor en la sala Apolo de BarcelonaSin grupos que revitalicen el punk a nivel masivo y con un sistema contra el que da pereza luchar, quienes hoy representan son los raperos underground. Tienen ética, estética y mucha actitud. Llevan crestas, visten polos Ralph Lauren y actúan con latas de Steinburg en la mano. ¿Su gran mérito? Devolver la música a su lugar de origen. “Nosotros somos de barrios normales en los que la gente joven pasa la gran mayoría de su tiempo en la calle o en el parque. Hemos crecido así, y creo que se ve reflejado en las letras”, cuenta Waor. “En nuestras letras no destaca el componente protestante ni reivindicativo más que en algunas frases puntuales; escribimos de nosotros. De nuestras vidas y de nuestras inquietudes”.
Excesivos y brutales. Caóticos. Borrachos, drogadictos y muy carismáticos. Son los autodenominados ‘Hijos de la Ruina’. Si su vida son sus letras, están viviéndola a tope. Natos y Waor publicaron una primera maqueta en 2009 titulada Por la Jeta. Rondaban los 22 años y ya se apreciaban en sus textos las mencionadas inquietudes: “Cariño qué quieres, ingenio o estructura, locura o la cordura, la muerte o la tortura, droga blanda o droga dura, cortada o pura, mi lengua o mi literatura. ¿Amor por el rap? Qué va, lo mío es vicio”.
Charly Efe opina que estos dos madrileños “saben conectar muy bien con el público joven”. Es cierto, el 18 de octubre tocarán en la Sala San Miguel de Madrid y la entrada está permitida a mayores de 14 años. Allí escucharán canciones de cocaína, MDMA, marihuana y hachís. ¿Son Natos y Waor los chamanes de un viaje iniciático a la perdición? “La droga es algo que está ahí para quien quiera hacer uso de ello. Nosotros no hacemos apología de las drogas ni animamos a su consumo. Cada cual es libre de hacer con ellas lo que crea conveniente, teniendo presente que crean más problemas que otra cosa. En cualquier caso, nosotros no somos un ejemplo de nada”, puntualiza Waor.
No sólo no son tu ejemplo, además te odian. Charlie, Lone, Natos, Waor… todos exploran la vertiente hardcore del rap. Describen una realidad con tintes bélicos y la encaran como si fuera una contienda contra los demás. “Dime qué tengo que hacer para gustaros un poquito menos”, canta Waor. “Al margen de la gente porque tronco, la verdad es que me dais asco casi todos”, rapea Natos. Son fraseos pretendidamente arrogantes, pero también declaraciones de amor a la filosofía destroy. En la cuestión antisocial Lone es un maestro, como demuestra su formidable colección en Twitter de aforismos incendiarios: “Te quitas el corrector del móvil y me dan microinfartos en los ojos”. “Hay gente cuya simple existencia me produce una inevitable inflamación escrotal”. “Con los años tu filtro de personas se va haciendo más pequeño”. Y la sentencia que mejor define a esta generación: “Ódiame… no sé quién eres”.
Ayudados por el ingrediente lúdico también ahí conectan con el público al que aludía Charly Efe. La generación perdida y la que viene por detrás tienen pocas esperanzas de “vivir dignamente sin ser esclavizados por cuatro perras al mes”. Más siendo músico. Así lo cree Lone; Gonzalo y Fernando pueden decir que son la excepción: “A día de hoy, por suerte, aunque no dejemos nuestro otro curro vivimos principalmente de la música. Tenemos presente que esto es ahora. No sabemos cómo van a ser las cosas de aquí a unos años. Disfrutaremos mientras podamos y que nos quiten lo bailao”.
Carpe diem pues que, como cantaba Iousu Expósito en 1986, el presente es un fracaso y el futuro no se ve.