Una encuesta realizada a 1,128 estadounidenses por Yahoo! y la encuestadora YouGov reveló que el 44 por ciento de fanáticos a la NFL dejarían ver partidos de futbol americano si las protestas similares a la de Colin Kaepernick continuaran, y también que ese mismo 44 por ciento de personas son unos caprichosos que exigen una cambio urgente de pañal cada vez que se les recuerda el tema. La encuesta también presentó una división del 42 por ciento cuando se les cuestionó si la NFL deberían o no permitir este tipo de protestas.
Si estás familiarizado con la NFL, es muy seguro que no te hayas sorprendido por las cifras presentadas por la encuesta. El futbol americano tiene sus problemas, que a menudo son creados por la NFL misma y, por lo general, son muy evidentes ante los ojos de los espectadores por no saber cómo lidiar con ellos. Pero de todas las cosas que podrían acabar con este deporte, la autodestrucción de la NFL es la más probable de todas.
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Al contar con la batuta de un grandioso y fascinante deporte que la gente ama ver, la NFL decidió —por razones que sólo tienen sentido para los adustos multimillonarios dueños de las franquicias, y que son expresadas de mejor forma por los súbditos que contratan— enfocarse en las enredadas y airosas aspiraciones de sus peculiares y aburridos dueños. El resultado se puede ver todos los domingos: los juegos están plagados de propaganda innecesaria, lucen aletargados al encontrarse desprovistos de toda expresividad, y son gobernados por una ridícula retórica y una postura autoritaria. De todas las cosas que la NFL pudo ser y las diferentes maneras en que pudo ser interesante, terminó siendo igual de cruda, desagradable y profundamente gris que las personas que la dirigen. De la inmensa gama de cosas que la NFL pudo vendernos —porque hay que recordar que cuenta con algunos de los mejores atletas del mundo que juegan este violento y adictivo deporte mejor que cualquiera— optó por exhibir las pretensiones superficiales de sus dueños. Se trata de un sorprendente fracaso de la imaginación y, sin embargo, la popularidad de este deporte continúa cautivando a la gente que lo disfruta a pesar de sus fallas garrafales. No precisamente en este orden.
Con esto no se trata de absolver la increíble cobardía exhibida por los ardidos que quieren que la NFL prevenga a los jugadores de expresar una sutil protesta en nombre de la dignidad de vidas humanas; las encuestas muestran que algunos fanáticos tienden a ser más viejos y “blancos” que el resto, lo cual estoy seguro no sorprende a nadie. (“Cuando un chico se arrodilla lo puedes ignorar, puedes decir que no es un patriota, puedes decir que no rinde honores a la bandera”, declaró Richard Sherman a los medios el miércoles. “No haré ese tipo de cosas. Se los digo como son las cosas: hay algo que no está bien y necesitamos hacer algo”.) La nula voluntad para encarar la sustancia de estas protestas e incluso su molestia por el simple hecho de recordarles su existencia, demuestra que muchos fanáticos se creen todo lo que la NFL les vende. El espejismo no culmina con el talento de Cam Newton o la calma de Aaron Rodgers, o incluso el virtuosismo de Odell Beckham Jr., ni siquiera en la fuerza de J.J. Watt. No, el espejismo de la NFL adquiere su forma completa cuando hacen creer a los demás que son los dueños de los jugadores. El espejismo consiste en ejercer el poder, poseer la habilidad para despedir a todos por cualquier razón o ninguna. No se trata sólo de estar a cargo, se trata de poder decir “no” y tener la última palabra.
Este espejismo está más presente con los fans más viejos y “blancos” de la NFL. Una cifra del 44 por cierto no suena tan mal y, al final del día, amenazar con dejar de ver los partidos de la NFL cada vez que los jugadores les recuerden lo incómoda que es la realidad es todo lo que harán. Pero estos fans nunca se darán por vencidos porque el espejismo les importa demasiado, y también porque son adictos a este tipo de ofensas, ante las cuales reaccionan de la misma forma desde la comodidad de sus salas. La ironía que subyace en todo esto es que nadie más que la NFL misma alimenta este tipo de posturas. De todas las cosas que los fans extrañarían más de la NFL —si es que decidieran dejar de verla por algún milagro—, sería la posibilidad de quejarse.