La 15ª edición del festival Insomnia se cerraba el pasado sábado 29 de octubre con las primeras nieves de la temporada en el norte de Noruega después de reunir un cartel de lujo con artistas de la talla de Jlin –para la que necesitamos tapones para los oídos pero gracias a la cual nos sentimos el cuerpo por dentro–, o Jessy Lanza –que enamoró a absolutamente toda la sala moviéndose como una aurora boreal–. Durante los últimos días de octubre, en la ciudad polar de Tromsø se bailó, se miró mucho al cielo, se habló de emprendeduría cultural, de dinero, de Michael Jackson, del Brexit, de Donald Trump, de aplicaciones para perseguir a las luces del norte y de la noche polar.
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Cuando un festival ocurre en una ciudad tan pequeña y remota y se invita a gente tan maja, es fácil alcanzar el efecto família relativamente rápido. Esto hizo que el encuentro sobre emprendeduría cultural programado para el sábado por la tarde en el festival Insomnia en realidad se extendiera durante todo el fin de semana. El seminario lanzó propuestas muy acertadas como la presentación del proyecto Lapsus. Carles Guajardo y Albert Salinas (aka bRUNA y Wooky) rompieron un poco con el tipo de presentación al uso en este tipo de eventos, no sólo por la química que respiran como tándem también fuera del escenario, sino por lo necesario de que alguien de vez en cuando rompa la narrativa del “todo ok” y explique qué problemas se han encontrado y cómo demonios los han resuelto. Sin embargo, se siguen echando de menos más voces de gente visiblemente joven, de gente visiblemente mayor, de mujeres, de personas no binarias, de gente de color y de lo que haga falta para no promover una visión monolítica de las industrias culturales.
Antonia Folguera, responsable de comunicación y comisaria de parte de los contenidos del Sónar +D, también estuvo presente en el seminario y explicó algunas decisiones estratégicas del congreso, como por ejemplo, la colaboración con los centros educativos de la que ha resultado una herramienta/buscador donde cualquier usuario puede explorar las opciones formativas que existen en Barcelona para establecerse como profesional del sector. Nos sentamos con ella para hablar de la iniciativa We Are Europe, de la cantera de artistas y makers de Sónar, y de lo necesarias que son las voces críticas incómodas para la indústria.
TCP: Durante el seminario has comentado que el Sónar+D es el laboratorio de experimentación de Sónar. ¿En qué medida os estáis involucrando en proyectos a nivel local? ¿Podemos empezar a hablar de la cantera del +D?
AF: Sí que hacemos cantera en el sentido de que en Barcelona hay una escena sana en cuanto a tecnología musical, estudios que hacen dispositivos visuales para conciertos y experiencias interactivas. Hay una buena escena. Intentamos involucrarnos al máximo sobre todo con los proyectos que ya han empezado a caminar y necesitan correr, si podemos hacer algo, encantados. Y da gusto ver cuando los proyectos salen adelante.
Es interesante ver lo bien que funcionan las colaboraciones que se proponen desde Sónar, como por ejemplo el trabajo de Lapsus – bRUNA y Wooky – y Alba G. Corral para la propuesta de directo de Archives que se estrenó en Sónar y se ha presentado también en Insomnia como parte del intercambio para We are Europe. El directo ha sido precioso y los artistas parece que se encuentran muy a gusto trabajando juntos. ¿Tenéis intención de trasladar este tipo de dinámicas de colaboración también en Sónar+D?
Van pasando cosas, quizás de manera espontánea más que con esta voluntad deliberada de unir perspectivas diferentes para que se hagan cosas. Este año dos de los participantes que teníamos en las charlas del +D eran los Domestic Data Streamers y Spotify, y en este caso hubo una colaboración entre ambos donde se aplicó la tecnología de Spotify para que fuera el motor de una instalación interactiva. Pero sería muy interesante de cara al futuro empezar a proponer colaboraciones.
Echo de menos que en los encuentros sobre emprendeduría cultural se hable más del valor de los proyectos en relación a las problemáticas y retos de la indústria…
Hay dos tipos de valor. Uno es el valor cultural, que va más allá del dinero. Luego está el valor económico. En la creación artística todo cuesta dinero: comprar un ordenador, las herramientas para trabajar, confiar en alguien para llevar la comunicación… Hay como una tendencia a pensar que cosas inmateriales que cuestan esfuerzo y dinero han perdido todo el valor porque la gente no les da importancia. La gente es capaz de gastarse mil euros en un teléfono móvil y cero euros en un disco o en los diez archivos que hacen un álbum. El valor se ha ido hacia los objetos materiales. Creo que hay que visibilizar el valor que tienen estas cosas. También deberíamos acabar con el tópico del starving artist que se muere de hambre pero hace lo que le gusta.
En el Sónar +D hay iniciativas dentro del area de Networking como “Meet the expert”, “Meet the investor” o las hackatones y concursos que están abriendo la posibilidad de integrar los asistentes al congreso casi como parte de la cantera. Una de las prioridades de las industrias culturales en estos últimos años ha sido crear y consolidar espacios y oportunidades para la circulación de diferentes ideas y proyectos ¿Qué estrategias podemos utilizar para que el poder no se concentre en unas pocas manos?
Ahora mismo este es el gran reto de las industrias culturales, sean las que sean. En el caso de la indústria musical, que es el que más conozco, podemos decir que la gente gracias a la tecnología se ha apropiado de algo que estaba en manos de muy pocos. Después de la aparición de las redes sociales peer to peer, de repente la música ha transitado libremente por los ordenadores y los discos duros de la gente. Eso ha hecho que conozcamos más música que nunca y tengamos un acceso directo a esta música, pero esta descentralización se debe seguir haciendo. Lo que hacen las corporaciones verticales es pensar: “Vale, hemos perdido poder porque no supimos ver una oportunidad y la gente se la ha hecho suya. Reconcentrémonos otra vez”. Lo que hace el establishment de toda la vida es reconcentrar el poder tanto como pueden, y trabajan en el siglo XXI con ideas del siglo XX. Esto se tiene que desmontar de alguna manera, y creo que justo ahora están comenzando a aparecer las herramientas para poder hacerlo. Yo tengo bastante confianza en el blockchain, que es la tecnología bitcoin aplicada a la distribución cultural. Te permite desde acreditar la autoría de una pieza –que puede ser una peli, una canción, lo que sea– hasta moverla de un ordenador a otro con libertad, sin intermediarios ni gatekeepers, y al mismo tiempo que se puede ganar dinero se puede retribuir al autor que ha creado la música. Esto requiere muchas cosas: que se desarrolle más tecnología y que esa tecnología la use muchísima gente, porque en el mundo digita para que las cosas tengan valor las tiene que utilizar muchísima gente. También es importante que las personas vuelvan a ver que las cosas intangibles cuestan dinero, tener esta responsabilidad de pensar: “A mi me gusta esto y lo pago”. Es una mezcla entre educación/concienciación y desarrollo de herramientas que todavía no están definidas ni arregladas.
A veces parece que desde los eventos sobre emprendeduría cultural se hace un esfuerzo por evitar cualquier cosa que suene a marrón/problema/crisis. El Sónar no es un festival para nada político pero tampoco le ha temblado la mano al programar proyectos como el de El Niño de Elche, precisamente con una reflexión bastante política sobre el fenómeno migratorio, y no es la primera vez que vivimos algo parecido en el marco del festival. En este sentido, ¿cómo valorarías el seminario, se ha empezado con buen pie?
Ni a Sónar ni a Sónar+D le da miedo programar voces críticas, es más, estas voces críticas es necesario que estén, porque en el fondo el arte siempre refleja la sociedad y siempre explica las cosas que pasan. Hay artistas o creadores más valientes que otros, y esto no nos da miedo. Siempre hay conferenciantes que dicen las cosas incómodas y siempre hay artistas que dicen las cosas incómodas y esto está bien y es necesario. Ojalá siempre estén. ¿Cómo valoro el seminario? es un seminario pequeñito, el festival se estrena en esta parte de intercambio de ideas y creo que para empezar está bastante bien. También creo que es interesante que nos hayan invitado a nosotros y a un proyecto griego junto con emprendedores culturales del norte de Europa que tienen una realidad completamente diferente a la nuestra.
A mí me ha encantado estar aquí y ver qué equipamientos culturales tienen en Tromsø, que son impresionantes para una ciudad tan pequeña. El festival tiene un cartel fantástico, el público está claro que responde perfectamente a la propuesta que les hacen, es agradable estar aquí y espero que el año que viene se repita y que continúen buscando su identidad, porque se han volcado muy buenas ideas. El Sónar +D tiene una identidad clara que en cierta manera refleja lo que es Sónar: un agregador de contenidos y audiencias. En Sónar se busca que las cosas mainstream convivan con las underground y que todo el mundo esté a gusto, de esta manera públicos tan diferentes no sólo no se enfaden, sinó que además terminen descubriendo algo inesperado. Es necesario que existan este tipo de lugares donde podamos compartir ideas y aprender cosas y bailar.