Hay infinidad de bandas que alcanzan la notoriedad demasiado pronto para luego sumirse en la oscuridad, antes incluso de que pueda terminar de escribirse su entrada de la Wikipedia. A todas horas aparecen docenas de estos grupos desechables en escena y luego se esfuman y quedan relegados al olvido.
En el otro extremo están esas bandas que pasan años en la oscuridad casi absoluta, tocando para un público reducido pero incondicional que crece al ritmo que lo hace la formación. Saccharine Trust es el epítome de esta última categoría. La banda se formó en San Pedro a principios de la década de 1980, a la vez que grupos como Minutemen y Black Flag. Grabaron en el sello punk SST, de Greg Ginn, y fueron responsables de algunos de los álbumes más innovadores y mordaces de su época.
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Mientras que la mayoría de las bandas de punk se dedicaba a pegar saltitos y a berrear sobre Reagan, Saccharine Trust se posicionaban en un nivel mucho más profundo, tanto musicalmente como por sus letras. Su álbum de debut, Paganicons, refleja las vicisitudes de un tipo tímido y desilusionado dando tumbos por el mundo moderno. Temas como “A Human Certainty” y “We Don’t Need Freedom” conservan toda su rotundidad porque tratan temas tanprofundamente humanos como la tragedia y la desesperación sin vincularlos a la Administración Reagan o a una ideología política concreta.
Saccharine Trust ha mantenido toda su potencia hasta la fecha. Llamé a su guitarrista, Joe Baiza, que sigue viviendo en Hermosa Beach, cuna de la escena hardcore de SST. Hablamos sobre su forma de ver el arte, la época de SST y de cómo era vivir justo debajo del piso de D. Boon, de Minutemen.
VICE: Fuisteis una de las primeras bandas que firmaron con SST, ¿no?
Joe Baiza: Minutemen y Saccharine Trust fueron los primeros dos grupos que firmaron y grabaron con SST además de Black Flag. Fue bastante al principio, hacia 1980. Nuestro primer concierto fue en 1979, con Minutemen, que ya llevaban seis meses como grupo.
Luego Black Flag nos invitaron a hacer de teloneros de un concierto que habían organizado en un viejo cine en San pedro, el Star Theater. Cuando terminamos, Greg Ginn y Chuck Dokowski se acercaron y nos sorprendieron pidiéndonos que firmáramos para SST. Así empezamos.
¿Es así como surgió Paganicons?
Sí. Pero la primera vez que nos metimos en un estudio fue para el proyecto del recopilatorio de Mike Watt, Cracks in the Sidewalk. Era un EP con grupos de San Pedro y Mike nos pidió si queríamos participar en el proyecto. Nos metimos en el estudio de Hermosa con Spot; era el mismo estudio en el que Black Flag habían grabado unos cuantos temas.¿Cómo fue el proceso creativo de Paganicons? Ha resistido muy bien el paso del tiempo.
Me sorprende mucho que a la gente le siga gustando ese disco. Cuando lo escucho ahora, suena como a principiante, como si nos costara mucho. El objetivo era experimentar con un tipo de rock distinto, con influencias de Minutemen pero a nuestra manera. También nos gustaban los mismos grupos que a ellos, bandas británicas como The Fall y Gang of Four. Fueron Mike Watt y D. Boon los que me introdujeron en ese tipo de música. Antes de eso estaba más centrado en el arte visual, que de hecho es por donde empezó todo.
Empecé en la música como parte de un proyecto personal de arte conceptual. Me dije a mí mismo que iba a estar en una banda sin pensar en ello desde la perspectiva de un músico. Nunca antes había estado en un grupo y mi experiencia con la guitarra era muy limitada. Me embarqué en esto sin tener ninguna base, no había ningún grupo de los que pudiera decir que había recibido influencia. Empecé arrancándole sonidos a la guitarra. Jack siempre intentaba tocar alguna progresión básica de acordes de punk y yo no quería, así que al final era el bajista el que hacía las progresiones y yo tocaba algo con esa base.
Se desarrolló a partir de ahí, y en aquel entonces nos preguntábamos adónde llegaríamos con ese primer álbum, en el que habían participado Earl Liberty y Rob Holzman. Luego hicimos nuestra primera gira como teloneros de Black Flag y Rob se marchó y entró Tony Cicero. Cada vez que cambiaba el lineup, también cambiaba el sonido.
Con el segundo álbum, Surviving You Always, volvió a cambiar. En aquella época escuchaba mucho jazz, y de algún modo eso se reflejó en el disco, lo que, pensándolo ahora, me da un poco de vergüenza.
Sí, no encajabas del todo en el panorama del momento.
Éramos un grupo extravagante; supongo que se podía decir que éramos punk rock.
Por lo menos de actitud, sí.
La versión actual de Saccharine es la mejor, con Brian Christopherson a la batería y Chris Stein con el bajo. Esa formación ha estado vigente más tiempo que la original. Pero sigue habiendo un hilo conductor.
¿Alguna vez va a haber una reedición de Paganicons?
Queríamos hacer una reedición con otra discográfica, pero Greg Ginn todavía no permite que se haga nada con ese disco. Por ahora lo está reteniendo como si fuera un prisionero.
¿Cuál era vuestra postura política cuando grabasteis los primeros discos? No queda demasiado claro.
Éramos apolíticos, aunque durante un tiempo tuve una amistad estrecha con D. Boon y escuchaba sus opiniones e incluso le acompañé a alguna manifestación en la década de 1980. Pero no seguía mucho la política y nuestra música tampoco reflejaba ninguna ideología. Hablábamos sobre nuestros dilemas personales en un plano existencial totalmente distinto en el que la política no tenía cabida. Es como estar en un sitio de tu cerebro en el que piensas de un modo concreto.
Sí, es más fácil identificarse con esos temas y que perduren en el tiempo, más que hablando de Reagan o de Guatemala.
Queríamos reflejar esa idea de que cuando tienes un conflicto interior tan grande es difícil lidiar con lo que ocurre fuera. No teníamos una ideología política formada. D. Boon y Mike eran mucho más abiertos con el tema de la política; eso estaba muy bien, pero no era nuestro estilo.
¿Pasabais mucho tiempo juntos?
Sí. Yo vivía en el apartamento de debajo del de D. Boon y ya los oía trabajar en los temas de Minuteman antes de que formaran la banda. Los oía ensayar, hablar y discutir. Cuando lo conocí, Mike tenía mucha energía y mucho que decir. Fue una gran suerte que ambos estuviéramos formando un grupo a la vez. Jack y yo ensayábamos solos porque nos costaba mucho encontrar a alguien que quisiera tocar con nosotros. Todo el mundo acababa abandonando. Un día llegó Dennis y se presentó después de habernos oído trabajar. Yo había visto tocar a los Reactionaries antes de eso en Long Beach, en Suburban Lawn Studio.
Fue lo primero que hicieron, ¿verdad?
Sí. Recuerdo que pensé que eran muy buenos. Fue un concierto muy corto, unas cuatro canciones; el sitio estaba abarrotado y hacía mucho calor. Cuando acabó, me acerqué a saludar a Dennis y le pregunté por qué habían tocado tan pocos temas. “Ah, porque nuestro bajista se ha desmayado.” A Mike le había dado un golpe de calor y se desmayó.
Ellos fueron los que me aportaron la visión de lo que es estar en un grupo. Siempre que tocábamos en un concierto, Mike decía, “¡Esta noche te vamos a patear el culo!” Me hizo darme cuenta de que realmente tienes que darlo todo. Me costó un tiempo entender eso. Tienes que hacer que a la gente se les pongan los pelos de punta, ¿sabes?
Aprendí mucho de esos tíos. Llegaron justo antes que nosotros y eran buenos y toda una inspiración. Eso era lo bueno de San Pedro, que todo el mundo quería hacerlo a su manera en lugar de intentar parecerse a alguien. Todavía no me he hecho a la idea de ser músico o guitarrista. No me siento músico. Me limito a usar una guitarra y puede que suene bien o puede que no, no tengo control sobre eso.
Traducción por Mario Abad