Un desliz, un performance que se le salió de las manos. Eso fue El Juidero para Rita Indiana, el primer y único álbum de estudio que la cantante y compositora dominicana lanzó en 2010 y con el que, sin planearlo, se convirtió en la revelación más brillante del Caribe alternativo, hasta el punto en el que no podía salir de su casa ni para comprar papel higiénico sin que alguien se le acercara.
Su universo combinó merengue, sintetizador, ambientes oscuros y un slang dominicano entreverado. Una mezcla impensable entre ritmos dominicanos autóctonos, como el palo o el pambiche, con el merengue más pop, el dub más volado, la electrónica de avanzada, la disonancia del punk y la psicodelia de The Doors. Rita le robaba azúca’ a Celia y poesía a Patti Smith. Era la reina tropical que necesitábamos.
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Pero antes de ser la Rita Indiana de “El Blu del ping pong” o la del “Maldito Feisbú”, fue y sigue siendo Rita Indiana la escritora, la que ha publicado ya seis libros.
Su carrera en las letras comenzó con dos libros de cuentos: Rumiantes (1998) y Ciencia succión (2002). Luego incursionó en la novela, género en el que se ha dedicado a ficcionar su propia vida sin aparecer nunca en escena, y en las que a veces coquetea con el realismo mágico o se da la licencia de ser especulativa sobre el porvenir. Es el caso de títulos como La estrategia de Chochueca (2003) o Papi (2005), en la que una niña espera ansiosamente el regreso de su padre mientras nos advierte que es el capo de capos, el que más cojones tiene y así se queda esperando; o de Nombres y Animales (2014), donde una adolescente se enfrenta al acertijo más difícil, con la labor de un dios: darle nombre a todo, pero primero, a los animales de la veterinaria en la que trabaja.
En su escritura, Rita problematiza temas como el género, la identidad cultural y las reivindicaciones étnicas del Caribe. Con una pluma hiperrealista retrata crudamente los barrios más bajos y la vidas más miserables a la vez que detalla exhaustivamente los paisajes y aromas, las moradas y los pensamientos más profundos de sus personajes. La “Montra”, como le dicen sus fans, hila virtuosamente su jerga de calle con un ritmo delirante, y retrata de manera aguda las aristas de su patria, de los que se han ido y han vuelto, de una sociedad que quisiera ser blanquita pero que está atrapada en una isla eternamente mestizada.
Rita Indiana nunca abandonó la música aunque sí su proyecto Rita Indiana y los Misterios. Siguió trabajando como productora, compositora para cine y escritora de canciones para otros. Y ahora está presentando su nueva novela: La mucama de Omicunlé, un relato intercalado donde encontramos santería, arte contemporáneo, cambios de sexo y transmutaciones.
Aprovechando que en estos días llega a Colombia a presentar su nueva novela en la Feria del libro, tuvimos la oportunidad de entrevistarla e intercambiar correos con ella. Además de regalarnos el primer capítulo de La mucama de Omicunlé, para nuestra edición impresa, acto por el cual estamos muy agradecidos, la dominicana nos respondió, además, las siguientes preguntas:
Vice: Hola Rita ¿Cómo es tu escritorio?
Rita Indiana: Mi escritorio es blanco, tengo una máquina de escribir Smith Corona de la segunda guerra mundial, una alcancía en forma de calavera, una escultura en madera de un salchichón del artista dominicano Raúl Recio y una lamparita que compré en una thriftstore con mi mujer en California.
En tus libros anteriores parecía que tomaras elementos de tu propia vida para recrear nuevas historias. Tu nueva novela, La mucama de Omicunlé, se sitúa en un escenario similar, pero ahora experimentas con la ciencia ficción y el futurismo. ¿Por qué aparecen estos nuevos elementos?
Con esta novela abro una nueva serie de libros que se desarrollarán en un Caribe en el que el poder es alcanzado a través de ciertas fuerzas extrañas. Los protagonistas conspiran en un paisaje agónico y paradisiaco a la vez. No hace falta ser Nostradamus para hacer ciertas predicciones sobre el futuro del Caribe que hago en la novela.
El ritmo de tu escritura, como el de tu música, es vertiginoso, ¿es algo que te sale natural o la obra misma te lo exige?
Es la forma en que experimento el mundo, de forma fragmentada y veloz. Tengo que meditar más para bajar revoluciones.
Siento que en tu obra hay tres inquietudes profundas: el género, la identidad y el Caribe visto desde la perspectiva de una niña que escuchó a Nirvana, a Beethoven y a Caetano. ¿Cómo has logrado entramar estos tres ejes en un cuerpo de trabajo que ha transitado desde la moda, pasando por el performance y la composición, hasta la escritura?
La identidad caribeña lleva 500 años sin terminar de coagular y sigue absorbiendo elementos. Es una materia esponjosa y viva. Esto para mí es muy interesante. En mi país se vive actualmente una reivindicación de los valores culturales afro-dominicanos, manifestaciones con muy poca visibilidad que con el advenimiento del internet están al alcance de la mano. Lo que quiero decir es que uno nunca termina de hacerse el vestido, de esta o aquella identidad, sea nacional o sexual. Es un proceso.
¿Qué mujeres han sido importantes para tu trabajo? ¿Cuáles te han marcado como artista?
Mi abuela paterna, Mama Chía, era comadrona, y cuando se iba la luz en el pequeño apartamento al que se mudó en la ciudad con sus hijos en los 70 contaba historias de pactos con la muerte, hechizos que se rompen poniéndote el sombrero al revés y tenía oraciones hasta para volverte invisible. Mi madre, que me leyó todo Oscar Wilde y Mark Twain a los 9 años y mi esposa, que como nadie se ha atrevido a hacerlo.
Entre otras cosas, tu escritura sabe a cocina dominicana. ¿Cuál es el plato típico que más te gusta?
Uy, tengo muchos. El pastelón de plátano maduro con carne molida y el locrio (arroz guisado) de arenque con habichuelas rojas.
En uno de los muchos intentos por clasificar tu música dentro de un género, alguien dijo que era ‘merengue psicodélico’, ¿sientes que ha habido en tu trabajo una exploración psicodélica o una pregunta sobre los estados alterados de conciencia?
Definitivamente, ni mi proyecto literario ni el musical existirían sin esos parties electrónicos a los que fui de jueves a domingo en el 1999.
¿Cuáles son los capos del merengue para ti?
Fernandito Villalona, Wilfrido Vargas y Johnny Ventura, el James Brown dominicano.
¿Cuáles son tus cinco palabras favoritas?
Canasta, skateboard, alegría, coño y Noelia.
¿En qué crees?
Creo en las fuerzas de la naturaleza, en el poder de la transmisión oral y en la gente que tiene cojones pa echar palante.
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Rita Indiana llegará a Bogotá el viernes 1 de mayo, donde participará en la franja “Conversaciones que le cambiarán la vida: Leer las mujeres” de la Feria del Libro. En compañía de Carolina Sanín, reflexionará sobre la nueva literatura caribeña en el auditorio Tomás Carrasquilla a las 03:00 p.m.
El 4 de mayo habrá un encuentro con la autora en la tienda de Melquiades del pabellón juvenil Colsubsidio a las 02:00 p.m.