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La ausencia de límites morales en las obras de Toshio Saeki es tan grande como su creatividad. Violaciones, coprofagia, necrofilia incesto, zoofilia, sexo con seres aberrantes… Este artista japonés, de casi 70 años, es el heredero actual de esa atracción tan primitiva y humana por lo terrible unido a lo bello que Japón ha sabido conjugar tan bien. Al abrir una puerta a la obra de Saeki vemos escenas espeluznantes de las que huiríamos cerrando de un portazo, pero ese segundo de pánico absoluto queda grabado en la mente y es muy difícil de borrar (como aquella vez que pillaste a tus padres en la cama).
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Saeki plasma sin pudor los tabús más arraigados del espíritu humano y se recrea en ellos (artísticamente hablando) de una manera escandalosa, pero los representa con un trazo limpio y elegante. Necesita muy poco para impactar mucho, la naturalidad de su estilo lo hace directo y afilado pero con un trasfondo real. Nos plantea con su obra una cuestión compleja. Todos sabemos determinar qué nos resulta siniestro, pero parece más difícil definir el porqué. ¿Por qué a una gran ciudad desierta o a un bebé con sonrisa maliciosa los consideramos siniestros? Saeki conoce la respuesta: cuando lo familiar se torna extraño surge lo siniestro. Para nosotros una gran ciudad está abarrotada y los niños son inocentes y puros.
El artista japonés juega con ello y en sus escenarios los niños adquieren un gesto de una maldad adulta, el sexo toma formas depravadas y los monstruos conviven con lo cotidiano.
VICE: Parafilias, violencia… las convenciones morales no parecen limitar la creatividad en tus obras. ¿Existe algún tema tabú que no te has atrevido a tratar en tus dibujos?
Toshio Saeki: La expresión creativa debe estar libre de cualquier tipo de tabú, pero soy humano también y, como cualquier otra persona, sería una mentira si dijera que estoy completamente libre del sentido común y las cuestiones morales. Podrías preguntarme cuáles son esas “cuestiones de sentido común y morales”, pero me gustaría guardarme eso para mí mismo.
Pero es inevitable para la mayor parte del público relacionar al artista con su obra. ¿Alguna vez has tenido algún problema por las situaciones que dibujas?
Nunca he tenido ningún problema importante. Pero en otra época mucha gente venía a verme pidiéndome que los atara con cuerdas y cosas así. Yo no sabía qué hacer con ellos.
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¿Y alguna clase de censura?
Cuando era joven oí que a varias revistas que publicaron mis obras la policía les dio una “advertencia”. Cuando una revista recibía más de tres avisos se le prohibía lanzar nuevos números. Además, recuerdo que, cuando se hizo una película de animación basada en un libro de mis obras en Francia, me enviaron la película pero las aduanas japonesas la devolvieron a Francia.
La belleza de tus obras es indiscutible. Pero, como niños que se divierten pisando caracoles, tus personajes tienen algo de siniestro y perverso. ¿Cómo es posible conjugar belleza, horror y humor en una misma obra?
La gente ha señalado muchas veces la coexistencia de belleza y fealdad o atrocidad en mis obras. No creo que algo feo pueda ser bello a la vez sólo mediante el uso de algún tipo de cálculo o técnica. Sólo se puede revelar la dignidad o gracia que el trabajo posee en sí mismo. Refleja la naturaleza del artista, eso es todo lo que puedo decir. En cuanto al humor, creo que es bastante veraz decir que el hecho de que crecí en Osaka, donde la gente tiene un gran sentido del humor y todo el mundo siempre está bromeando, tuvo influencia en mí y no en pequeña medida.
Muchas de tus obras son como abrir una ventana a una escena de pánico absoluto. ¿De dónde surgen esas imágenes?
Mis obras se basan a menudo en imágenes fuertes como las pesadillas que tenía cuando era un niño y fantasías extremas que tuve de adolescente. Estas imágenes que se han guardado en mi mente son exageradas al más alto grado, y terminan como obras finales que parecen “afectar” a la gente en gran medida cuando las ven.
Tus obras tienen dos caras igual de provocativas: una invita a participar de la escena convirtiendo al observador en cómplice y la otra transforma en víctima al observador.
Esa es una opinión muy interesante. Si el observador se convierte en un cómplice o víctima está determinado por la sensibilidad e inteligencia de esa persona. Me pregunto a qué grupo perteneces tú.
Actualmente, en un mundo a un click de todo el sexo y la violencia que uno desee (incluso más de la que uno se pueda imaginar) es complicado conseguir impactar en el público. Sin embargo, tus dibujos no dejan indiferente a nadie. ¿Buscas la provocación o quien se ruborice es un mojigato?
Para mí lo importante es despertar las sensibilidades que están durmiendo profundamente dentro del estado de ánimo de la persona. No importa si el observador es un mojigato o no. Quiero dejar una sensación intensa de que “algo anda mal” en la vida -por lo general segura y ordinaria- del observador. Sorprendentemente, es posible que pueda descubrir una nueva faceta de sí mismo que podría ser bastante encantadora.
He leído que vives cerca de las montañas. ¿Qué ha cambiado en tu obra desde que vives alejado de las grandes ciudades?
En primer lugar, la renta en Tokio era demasiado alta. Al mismo tiempo estaba buscando una manera de estimular mi vida cambiando el entorno. Esto no tiene ningún efecto en mis obras, pero observar las grandes ciudades y los diversos fenómenos del mundo desde las montañas hace que sea más fácil para mí ver y entender esta época incierta.