Me llamo Anabel Montes y soy una de las responsables de misión de salvamento de Proactiva Open Arms. Cuando tenía 17 años empecé a trabajar como socorrista. A la vez, hacía voluntariados de rescate. Me apasionaba todo aquello, pero al final, por el clima que tenemos en España en general y en Asturias en particular, que es de donde soy, tenía que buscarme otros trabajos en invierno para ganarme la vida. Tras 8 años en Asturias me fui a Barcelona y trabajé en playas durante 4 años.
En 2015, durante unas vacaciones, me enteré de que se acababa de crear Proactiva Open Arms, una ONG cuyo fin era —y es— rescatar del mar a los refugiados que llegan a Europa huyendo de conflictos bélicos, de la persecución o de la pobreza. Me ofrecí como voluntaria. Era el trabajo que estaba haciendo allí pero en otro contexto, en un lugar donde verdaderamente había necesidad. Me fui a Lesbos 15 días que al final se convirtieron en un mes y sentí que me estaba dando cuenta de cómo es verdaderamente el mundo.
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Llamé por teléfono a Barcelona y dejé mi trabajo. La mayor parte del tiempo la pasaba en una barca rápida de rescate en Lesbos. Era 2015. Para finales de diciembre de 2016 pasé a formar parte de la operación en el mediterráneo central y estoy en ella hasta ahora.
El 17 de marzo de este año nuestro barco fue retenido tras atracar en el puerto de Pozzallo, en Italia, para desembarcar a 216 migrantes. Nos acusaban asociación ilícita criminal, que es una acusación que se le hace a la mafia, y de inmigración clandestina. Llevábamos viendo durante un tiempo que las cosas estaban cambiando en el terreno. Que, desde 2017, había un cambio de actitud por parte de las instituciones y había más hostilidad y agresividad hacia nosotros. Pero no hubo ninguna notificación oficial, ningún cambio legislativo, nada que nos hiciera imaginar lo que ocurriría.
“La labor que llevamos a cabo es mucho más cruda, más difícil y más dramática de lo que se ve en la televisión. Partimos de la base de que estamos un poco anestesiados ante un aluvión enorme de fotos e información”
El barco fue liberado el 16 de abril. La sensación era de frustración, de impotencia. De no entender qué estaba pasando ni cómo era posible que ocurra algo así por hacer lo que consideramos que es lo correcto: no dejar morir a los refugiados y migrantes. Que por qué nos persiguen por hacer la labor que no se ocupan de hacer las instituciones es la pregunta que nos llevamos haciendo mucho tiempo, y que hacemos pública un montón de veces. Nosotros estamos rescatando a personas en el Mediterráneo porque los organismos que deberían hacerlo no se hacen cargo totalmente de la situación.
La labor que llevamos a cabo es mucho más cruda, mucho más difícil y mucho más dramática de lo que se ve en la televisión o en las fotografías. Partimos de la base de que estamos un poco anestesiados ante un aluvión enorme de fotos e información. Además, tenemos una visión muy sesgada de la inmigración. Creemos que es gente pobre, gente sin educación. Cuando estás en contacto con ella te das cuenta de que es algo tan grande y tan diverso que te rompe los esquemas. Te das cuenta de que podrías ser tú perfectamente el que llegara en una barca. Y de que, aunque lo niegues, llevas dentro, arraigado, el clasismo.
El proceso habitual es, una vez que tenemos a las personas rescatadas a bordo, darles lo que necesitan. Comida, bebida, mantas, ropa si están mojados… Pero también tenemos que darles el derecho a poder descansar. A sentirse seguros durante todo el tiempo que estén a bordo. Estamos hablando de que muchos de ellos no han estado seguros desde hace mucho tiempo, probablemente desde hace meses o incluso años. Después, dependiendo de las circunstancias, los llevamos hasta tierra firme o los pasamos a otro barco.
Los problemas más comunes con los que llegan son la desnutrición y la deshidratación, que son generalizados. También hay muchas personas agredidas sexualmente. Quizá parece una sentencia muy alarmista, pero te diría que todas las mujeres y algunos hombres de los que llegan han sufrido abusos sexuales. Todos y todas sufren un drama, pero el hecho de ser mujer intensifica el sufrimiento por todo el abuso masculino con intención de humillar y hacer uso de ese “privilegio” que es ser hombre. También está lo que no se ve a simple vista: el daño psicológico derivado de esta serie de abusos y maltratos.
“Hay muchas personas agredidas sexualmente. Quizá parece una sentencia muy alarmista, pero te diría que todas las mujeres y algunos hombres de los que llegan han sido abusados sexualmente”
A bordo se viven momentos muy difíciles. Yo siempre digo que hay distintos niveles de dureza. Está la parte más traumática, que es cuando tienes que sacar cuerpos del agua, pero realmente yo considero muy duro también lo que se vive con la gente que se queda a bordo, con los vivos. Sus historias, que a veces no hace falta ni que te cuenten. Se leen en sus cuerpos, en sus cicatrices, en sus miradas. Y también la sensación de mirarlos y saber que, cuando lleguen a tierra, el sufrimiento no se va a acabar sino que, simplemente, les queda una nueva lucha, probablemente mucho más larga. Quizá menos violenta físicamente en comparación con lo que han vivido, pero más traumática en lo psicológico. Ese probablemente sea el momento más duro. Cuando ves que ellos se sienten a salvo pero sabes que no es del todo así.
Pero a bordo también se viven momentos de alegría absoluta. Me sigue impactando y gustando mucho cuando las personas rescatadas ya llevan unas cuantas horas a bordo y se sienten un poco más descansadas y a salvo. Entonces algunas empiezan a cantar y bailar, ves que sonríen. Nosotros les ponemos músicas de sus países y culturas a través de un altavoz enorme. Antes lo hacíamos por pequeños altavoces de bluetooth.
“El momento más duro es cuando ves que ellos se sienten a salvo pero sabes que no es del todo así”
Es una pasada cómo bailan, cómo cantan. Cómo se dan cuenta de que están vivos. Eso es un chute de energía tremendo, y una lección de vida tremenda también. Relativizas qué es lo importante, relativizas las cosas por las que te has preocupado, por las que te has quejado… creo que verlo te hace mucho más consciente de la realidad, por mal que te haga sentir. Te hace conocer el verdadero valor de las cosas. Te hace ser más feliz en cierto sentido, porque las cosas que te hacen feliz en esas situaciones son reales. No son materiales, no son banales.
Por eso el rescate del Aquarius es importante. Es un gesto humanitario que tiene gran valor, teniendo en cuenta que el nuestro ha sido el primer país que, voluntariamente, se ha ofrecido en este escenario a hacer algo así. Pero también hay que tener en cuenta que, por lo menos desde donde estamos nosotros, desde el mar, las cosas se viven de manera diferente. Está legitimando que se hayan quebrantado las leyes internacionales vigentes que ha firmado Italia, les ha “dado una salida”. El clima que hay ahora en Italia, el discurso xenófobo y racista del Gobierno italiano está calando mucho en la sociedad y hay que recordar que a pesar de cualquier ley internacional estamos hablando de personas. Y la ley marítima no escrita desde el principio de los tiempos dice que no podemos dejar a nadie morir en el mar, independientemente de los temas legales y de cualquier otra cosa pueda afectar. No podemos permitir que nadie muera en el mar.
Es un tema muy complicado en el que entran cuestiones de derecho internacional, de derecho marítimo, de relaciones institucionales y diplomáticas… Pero, más allá de eso, creo que lo importante es recordar que hay una serie de leyes internacionales, de acuerdos marítimos y de derechos humanos que hay que respetar. Que hay que reclamar que se respeten.
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