Empecé a tomarle fotos a mi familia hace varios años como parte de un proyecto de las guerras de Irak y Afganistán. La fotografía es para mí la manifestación de la experiencia y la reflexión más pura del subconsciente. Sin embargo, en la guerra la fotografía se volvió de cierta forma opresiva, ya que está contaminada de muerte y desesperación. Yo llegué a perder de vista la satisfacción de descubrir lo bello en lo trivial. Empecé a tomar fotos de mi familia y de la casa donde crecí en Maryland, Estados Unidos. Al principio era un registro sobre mis abuelos. Ellos estaban envejeciendo y yo me había vuelto mucho más consciente de su mortalidad y de la mía. Cuando nació mi sobrina, la familia empezó de cero. A través de ella empecé a apreciar más el amor que mi familia me había dado y el santuario que mi casa había sido siempre.