Di lo que quieras acerca de los méritos de las hojas de mostaza masajedas con aceite de oliva de alta calidad y vinagre de jerez, o incluso una gran ensalada wedge con lechuga iceberg obscenamente decorada con cremosa salsa de queso azul y lardons del tamaño de tu dedo meñique.
La ensalada sola es terrible.
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Al menos eso es lo que Tamar Haspel del Washington Post nos quiere hacer pensar. Al escribir esta semana, Haspel argumenta que en un mundo en el que los comensales éticamente conscientes consideran los residuos y el futuro de nuestro planeta al planificar sus comidas, no hay espacio para la ensalada.
En primer lugar, las ensaladas verdes –es decir, la lechuga iceberg, las hojas de lechuga, etc.– no te aportan nada nutricionalmente hablando, o por lo menos en comparación con los vegetales que normalmente no entran en las ensaladas. Los pepinos, los rábanos, la lechuga y el apio, de acuerdo con el “consultor orgánico” Charles Benbrook, aportan los menores nutrientes en el mundo vegetal, sobre todo porque están conformados por agua. Piensa en las calorías vacías, pero a la inversa –la falta de calorías.
“Aunque el agua aparece en abundancia en casi todas las hortalizas (el camote, uno de los menos acuosos, tiene 77 por ciento), las cuatro verduras para ensaladas encabezan la lista del 95 al 97 por ciento de agua”, escribe Haspel. “Una cabeza de lechuga iceberg tiene el mismo contenido de agua que una botella de Evian (1 litro: 96 por ciento de agua, 4 por ciento de botella) y es solo marginalmente más nutritiva”.
La lechuga no solo es, en palabras de Haspel “un vehículo para transportar agua refrigerada de la granja a la mesa”, también es cara considerando los nutrientes que aporta y ocupa espacio en los campos que podrían estar cultivando ofertas nutricionalmente más densas, como las acelgas, la col rizada , los tomates o los ejotes.
Haspel prosigue a condenar a las “ensaladas” de algunos de los mejores restaurantes –Applebee de Estados Unidos, en concreto– y el “halo de salud” que rodea a cualquier platillo que sea en gran parte verde, incluso si llega a más de mil 400 calorías.
¿No es suficiente regaño para las ensaladas? Pero espera, ¡hay más!
Haspel señala que la lechuga es la principal fuente de residuos alimenticos de las verduras (probablemente porque la lechuga iceberg no tiene otro uso que no sea en la ensalada wedge de tocino) que asciende a más de 450 mil millones de kilogramos cada año. ¡Sorpréndete al ver que una nación entera lanza una tercera parte de su ensalada César a la basura todos los días!
¡También es una fuente común de enfermedades transmitidas por alimentos, según la CDC! Pero aquí es donde la lógica de Haspel es un tanto engañosa, lo que incluso ella admite: “Para ser justos, la categoría de ‘vegetales verdes’ de la CDC también incluye a la col, a la espinaca, y a otros tipos de verduras, pero la razón por la cual la categoría lidera es que las cosas verdes a menudo se comen crudas. Como en la ensalada”.
Sí, como la ensalada de espinacas. Es decir, la ensalada de espinacas nutricionalmente densa que nos da brazos de Popeye y visión nocturna. Y casos quizá a veces fatales de las mierdas, pero aún así.
Así que cree en este evangelio anti-lechuga si deseas renunciar a tu pálida guarnición de lechuga iceberg bañada en aderezo italiano (y guarda lo mejor para una ensalada wedge de infarto bañada en queso).
Pero no vayas a pensar que todas las ensaladas son iguales, a menos que planees darle la espalda totalmente al reino vegetal, y volverte simplemente carnívoro. Y ésa tampoco sería la decisión más acertada.