El estudio de porno de Las Vegas WoodRocket se dedica a convertir personajes infantiles en estrellas del porno, desde Bob Esponja hasta Simba. Varios de sus actores y actrices nos cuentan su experiencia.
Missy Martínez está pintada de rosa chillón hasta en las partes más insólitas de su cuerpo: el pigmento le cubre casi el interior de la vulva, el ano y, por ahora, todas las zonas por las que ha pasado la cara su compañera de escena, Brenna Sparks. En estos momentos, Martínez está teniendo ligeros problemas con una especie de protuberancia de gomaespuma que lleva en la cabeza como parte de su disfraz de anime y que se le está soltando, pero ella sigue con la escena.
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Martínez ya está retirada del porno. Lo dejó en mayo de 2019, un año después de su debut como Vagin Buu, la versión porno del personaje Bubú de Dragon Ball Z.
“Al final te cansas de hacer siempre los papeles de madrastra o niñera”, dijo. “No hay que tomarse el porno tan en serio… Se supone que el sexo ha de ser divertido. Si no te ríes mientras lo practicas, algo estás haciendo mal”.
Tal vez parezca algo que alguien haría por perder una apuesta, pero lo cierto es que Martínez lo buscó. Cuando Lee Roy Myers, uno de los creadores de WoodRocket, le preguntó si quería aparecer en una de sus parodias porno, Martínez no se lo pensó dos veces.
Como fan acérrima de DBZ, el papel le pareció fantástico.
“Cuando me estaban pintando los genitales de rosa, pensaba, Ay, madre…”, me explicó.
Martínez no es la única; todas las personas con las que hablé recuerdan haber vivido ese momento de constatación de que no hay marcha atrás mientras las disfrazaban o participaban en los proyectos disparatados de Myers.
Algunos historiadores sostienen la controvertida teoría de que el porno en clave de parodia fue el detonante de la Revolución Industrial. La “interpretación pornográfica” de Robert Darnton de los acontecimientos sucedidos en Francia a finales del siglo XVIII sugiere que el carácter obsceno de las tiras cómicas en las que se retrataba a la monarquía en escenas pornográficas fue lo que espoleó al pueblo para rebelarse. “El sexo es democrático”, me explicaba la historiadora sexual y colaboradora de VICE Hallie Lieberman.
Pero las parodias pornográficas se remontan incluso a antes del siglo XVIII. En el XVI, un autor anónimo escribió Ficheide, una parodia erótica de la Ilíada de Homero. En otro relato erótico del Renacimiento italiano, La Cazzaria, aparecían genitales satirizando a figuras políticas. La popularidad de la obra fue tal que su autor, Antonio Vignali, se vio obligado a exiliarse. La novela de 1748 Fanny Hill, considerada el primer ejemplo de pornografía en prosa inglesa, es también una parodia política. La revista pornográfica mensual The Pearl, que se publicaba en Londres a finales de la década de 1800, contenía parodias y era, en sí misma, una parodia de una revista familiar. Las autoridades británicas clausuraron la revista al cabo de dos años amparándose en la legislación que censuraba las obscenidades.
A principios del siglo XX, durante la Gran Depresión, se popularizaron unos panfletos pornográficos llamados “biblias de Tijuana” y que contenían parodias lascivas de iconos de la cultura pop como Popeye, Superman, Lois Lane y Wonder Woman. Avanzamos a la década de 1990 y principios de los 2000, una época gloriosa para el porno gracias al VHS, con películas como Forrest Hump y Everybody Does Raymond.
“La clase y la sexualidad están estrechamente relacionadas en nuestra sociedad, de forma que aquello que consideramos respetable lleva implícito cierto grado de discreción en lo referente al sexo”, señaló Laura Helen Marks, estudiosa del porno y profesora de inglés en la universidad de Tulane (Estados Unidos). “A veces es divertido y excitante ver cómo ese género tan ‘depravado’ que es la pornografía expone las perversiones e hipocresías de los principales medios. Es un momento de equiparación temporal muy satisfactorio”.
En la actualidad, tenemos los estudios WoodRocket, en Las Vegas. En ocho años, la productora se ha labrado una reputación en el género del porno en clave de parodia. Si oyes hablar de un vídeo nuevo con Bob Esponja como protagonista o con figuras de Lego a tamaño real, lo más probable es que WoodRocket esté implicado.
Desde hace cientos de años, se usan la parodia, la sátira y la sexualidad para criticar al sistema. Las cosas no han cambiado mucho hoy día, solo que ahora el objeto de la crítica es nuestra nostalgia.
A finales de los 90, Myers trabajaba en un videoclub. Desde entonces, ha hecho de todo, desde trabajar como ayudante de camarógrafo a tener un cargo de ejecutivo en una empresa de pago por visionado. Pero él apunta a la época en la que trabajó en el videoclub como la fuente de inspiración para su trabajo actual.
“Estaba en la tienda, viendo Eduardo Manospene. El tipo tenía unos dildos gigantes y espantosos en las manos. Era todo muy ridículo, asqueroso y raro. No tenía muy claro qué partes se suponía que eran de coña”, dijo Myers de la película, dirigida por Paul Norman. “Pero sí recuerdo que se me quedó grabado en la mente y pensé que sería increíble hacerlo”.
Myers hizo muchos contactos y amigos de la industria del porno mientras trabajó en programación y en las productoras. Uno de ellos fue Scott Taylor, el fundador de un estudio de porno llamado New Sensations que, en 2008, decidió darle un giro cómico a sus producciones y pidió a Myers que hiciera una parodia erótica que reflejara lo atrapado que se sentía haciendo trabajos con horarios de oficina aburridos. Myers creó The Office: An XXX Parody, la primera de una serie de ocho parodias de la cultura pop televisiva que sacó ese año para New Sensations.
A partir de ahí, las cosas se precipitaron. En 2012, Myers tuvo un papel preponderante en la transición del VHS al DVD y el cambio posterior. Internet lo estaba cambiando todo, y cada vez menos gente estaba dispuesta a pagar por ver porno, ahora que podía verlo gratis en alguno de los numerosos sitios web llenos de vídeos y películas pirateadas.
En lugar de luchar contra ese cambio imparable, Myers y sus socios empezaron a pensar en nuevas formas de aprovechar la moda del contenido gratuito de internet y seguir ganando lo suficiente como para pagar a los técnicos, los artistas y el equipo de iluminación. Así fue como, en 2012, nació WoodRocket, con la idea de ofrecer porno cómico, absurdo y sin pretensiones, de forma gratuita.
Myers, de origen canadiense, define su estilo de dirección como “televisión pública de terror”, con producciones como The Hilarious House of Frightenstein. WoodRocket lanzó su primera película SpongeKnob SquareNuts, en enero de 2013, acompañada de una nota de prensa y un tráiler “apto para ver en el trabajo” y un enlace para la película íntegra en WoodRocket.com.
El tema principal de la banda sonora es un homenaje paródico muy similar al original lo suficientemente estudiado como para no infringir ninguna ley de propiedad intelectual. Para su composición, así como la de la mayoría de las bandas sonoras y letras de canciones de WoodRocket, Myers cuenta con el técnico de sonido David DeCeglie. Cuando Myers le explicó qué esperaba de él para su nueva producción de Bob Esponja, DeCeglie supo enseguida que sería una bomba.
Y lo fue. Una hora después de lanzarse la película, el sitio web de WoodRocket se colapsó por la cantidad de gente que estaba entrando para verla.
El éxito absoluto de la primera parodia original del estudio fue sorprendente por partida doble, porque Bob Esponja era lo “más jodidamente loco que hemos hecho hasta la fecha”, dijo Myers. El disfraz gigantesco fue obra de Tom Devlin, quien lleva con WoodRocket desde el principio. Las indicaciones de Myers, dijo Devlin, fueron que el traje se pareciera a Pizza el Hutt de la película Spaceballs.
“El resultado da bastante cosilla”, confiesa Devlin. “El actor que iba dentro casi no podía moverse ni actuar, pero bueno, todo eso suma al rollo incómodo y paródico de la película”.
“Parecía un monstruo”, dijo Myers sobre el personaje. “Pero era gracioso, o al menos nos lo pareció; a la gente o le encantaba o le repugnaba, pero no dejaban de verlo”.
Otra actuación inolvidable es la de Rizzo Ford como Dikachu en Strókemon XXX. Parece uno de los ratones de dibujos del Dr. Seuss al que hubieran atropellado varios coches. La prótesis de látex que lleva en la cabeza y sobre la nariz la obliga a respirar por la boca y a mantener los ojos semicerrados. “¡Dikachu, Dikachu, Dikachu!”, chilla. Ella y Fisty, cuyo vello púbico han afeitado y teñido de naranja, están haciéndole un trabajo a Gash, interpretado por Tyler Nixon. Viendo el vídeo, me preocupa que la pobre no pueda coger aire.
“Porno y comedia deberían ir de la mano”, me cuenta Ford. “El sexo es muy chorra. Hacemos ruidos chorras con el cuerpo y la boca. El porno cómico ayuda a normalizar cosas que de otra forma nos avergonzarían”.
En lo que se refiere a los disfraces de WoodRocket, nadie mejor que Will Tile sabe lo que es ponerse uno. En 2018, hizo de extra en Red Dead Erection. Unos meses antes, no tenía nada de experiencia en el cine porno, pero desde entonces ha hecho de policía en Dick Hard y de genio en Aladdick, estrenada en mayo de 2019.
Cuando Tile llegó al plató para grabar Aladdick, Myers le indicó que fuera a maquillarse. “Yo pensé que simplemente me iban a dar unos retoques”, recuerda. Sin embargo, durante media hora le estuvieron pintando toda la parte superior del cuerpo con espray de pintura azul.
A estas alturas, tal vez te estés preguntando a quién leches le pone este tipo de cosas. ¿En serio hay gente deseando ver un Pikachu grotesco sexualizado o un sucedáneo pesadillesco de Bob Esponja con una erección?
El planteamiento de esta pregunta es defectuoso de por sí. Para empezar, sí, sin duda hay gente que busca vídeos de WoodRocket porque siempre han tenido un fetiche con los muñecos de Lego o similar. Pero también está el aspecto humorístico. El sexo es divertido.
“El humor y el porno tienen muchas similitudes”, señala Lieberman. “El fin último de ambos es una reacción física involuntaria: la risa o el orgasmo”.
Incluso para los propios actores y actrices, grabar parodias porno puede representar un alivio que no encuentran en otros estudios. Para Tile, el hecho de que su primera experiencia fuera en WoodRocket le sirvió para conocer una nueva forma de actuar que poca gente asocia con el porno.
Pero incluso una productora tan estrafalaria como WoodRocket tiene sus límites. Myers asegura que hay tres cosas que no hará en el futuro: nada que sea explícitamente ofensivo, nada en que no quede claro que las actrices son mayores de 18 años y nada más relacionado con Donald Trump, porque está un poco cansado del tema. Todo lo demás, es susceptible de aparecer en alguna de sus próximas producciones.
“Debemos encontrar un equilibrio”, dijo Myers, “que es distinto para cada persona. Nosotros hemos creado nuestro propio equilibrio, y habrá gente a la que le guste y gente que lo odie. A otros les repugnará. Pero en general, creo que podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que hemos conseguido arruinar los recuerdos de la infancia de todo quisqui”.