Simón Vergara es un colombiano de 22 años que desde enero de 2021 está recorriendo el camino de herradura más antiguo de Sudamérica a bordo de sus tres mulas como un acto de reivindicación vaquero-indígena.
¿Por qué los Gen Z están tan obsesionados con reivindicar cosas? Es una pregunta que me ronda la cabeza cuando me encuentro con historias como la de Simón, un joven domador que durante los últimos 2 años planeó el recorrido de sus sueños y que ni una pandemia, ni el cierre de las fronteras pudo detener. Una prueba más de que la Generación Z es quizá la más cercana a cumplir sus sueños por más extraños o increíbles que parezcan.
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Para empezar, tenemos que entender que el Camino del Inca o el Gran Qhapaq Ñan es un complejo sistema vial andino de caminos (preincaicos e incaicos) que los Incas unificaron y construyeron como parte de un gran proyecto político, militar, ideológico y administrativo, conocido como Tawantinsuyu, o en palabras simples: la obra de ingeniería de la América preindustrial más completa, rápida y eficiente que movilizaba el desarrollo y la cotidianidad de los pueblos indígenas. En la actualidad, grandes porciones de esta ruta siguen sirviendo, incluyendo los espacios sagrados, los descansaderos y las apachetas (montoncitos de piedra que sirven como ofrendas a deidades) como las que podemos ver en las publicaciones de Instagram de Simón desde la comodidad de nuestro sofá.
“Todo transitó por acá y una forma de recuperar y revivir la historia de este lugar sagrado es recorriéndolo en mula. Es para mí la forma de conectarme con lo que me apasiona y a la vez conectar a la gente que me sigue con muchas de las culturas ecuestres milenarias de Sudamérica que están desapareciendo”
5Tierras es la cuenta de Instagram con más de 14 mil seguidores donde Simón documenta a diario cada etapa de su recorrido por el Qhapaq Ñan desde enero de 2021, cuando salió de su casa en Ubaté, Cundinamarca, en Colombia, rumbo al Festival Jesus María en Cordoba Argentina, a donde planea llegar el próximo enero de 2022.
VICE: ¿Por qué mula y no caballo u otro animal?
Simón: Tengo que decir que no viajo con una sino con tres mulas vigor híbrido que cuentan con la resistencia de un burro, la fuerza de un caballo y la inteligencia de ambas especies que las convierten en animales únicos y especiales para este tipo de travesías. Elegí una mula y no un caballo porque me parece bonito reivindicar la imagen de la mula como el animal terco, testarudo y lento que en realidad es una criatura noble, tremendamente inteligente y amorosa que he aprendido a conocer y cuidar desde niño.
VICE: ¿Cómo ha sido recorrer esta ruta con una pandemia en medio?
Simón: La gente se imagina de primera que esto es un recorrido de largo y la verdad es que con el tema del COVID cambiaron muchas cosas. Las fronteras terrestres están cerradas, no así las aéreas, entonces me toca hacer maniobras como volar entre ciudades y países para entrar en avión a algunos lugares; a todo eso súmale que debo dejar a las mulas en lugares específicos donde sé que las tendrán bajo el mismo cuidado que yo les doy a diario. Ha sido muy diferente viajar así, hay muchas festividades canceladas y cosas que pasan en los pueblos y ciudades a las que llego que me habría gustado disfrutar y ver en el camino; pero aún así creo que es el tiempo perfecto que me tocó para aprender.
¿Qué es lo más difícil de emprender una travesía como esta?
Simón: Además de los desafíos físicos, económicos y mentales que se puedan tener en el camino es la enorme responsabilidad que tengo con mis animales. Es como viajar con 3 niños pequeños (La Cimitarra, El Pluma de Oro y La Antisana) a los que le tienes que alimentar, darles el descanso y cariño necesarios. El clima es tan incierto como amenazador pero eso más que difícil lo encuentro maravilloso de experimentar.
¿Algún tramo complicado en lo que va de la ruta?
Simón: Cuando atravesamos el Páramo de Antisana era Semana Santa y llevábamos dos días con baqueanos conocedores pero el clima estaba muy complicado. Hacía frío, llovía y corría mucho viento. Subimos hasta unos 4.500 m y cuando empezamos a bajar nos perdimos del camino y terminamos entrando a unos pantanos. Empantanarse hace muy lento el viaje. Cada vez que te entierras toca quitarle la carga a la mula, jalarla, empujarla y lo que te demoras recorriendo en una hora se convierten en 3 o 4… De repente nos vimos metidos en el páramo en la mitad de la nada y no podíamos avanzar más. Acampamos esa noche ahí mientras los guías fueron a buscar ayuda. Al día siguiente llegaron 6 caminantes más para ayudarnos a encontrar la ruta de salida más cercana.
“Todo el mundo me dice: tienes que hacer un documental, tienes que salir en Nat Geo o en un docu de Netflix, pero a mí lo que me mueve y lo que busco con esto es viajar en mula, que es mi pasión y es el puente para conectarme con gente que comparte mi misma visión desde diferentes lugares del mundo del caballo. La cultura ecuestre latinoamericana milenaria como la conocíamos está desapareciendo, por eso un poco mi idea con esto es ayudar a visibilizarla y reivindicarla mientras cumplo el sueño de mi vida”.
Simón se encuentra en un tramo importante y extenso en Perú y planea continuar su recorrido acompañado únicamente por sus mulas y la comunidad de vaqueros de diferentes generaciones que lo siguen en sus redes sociales y le ofrecen hospedaje, guía y resguardo para él y sus acompañantes; una muestra más de que el Gran Qhapaq Ñan sigue vivo y activo porque continúa conectando el impresionante pasado Inca, con un presente chagra, huaso, gaucho, vaquero y sudaca que resiste.
Sigue la travesía de Simón en Instagram y a Katalina Aldana en Instagram.