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Tres meses después de haber iniciado su huelga de hambre, Mohammed al-Qiq está ya en los huesos. Gimotea y se retuerce del dolor. Habla en balbuceos ininteligibles, tiene la visión borrosa y el oído maltrecho. Todo apunta a que ya falta muy poco para que se muera de hambre.
Qiq tiene 33 años y trabajaba como reportero para un canal de televisión saudí al que se acusa de pertenecer a la organización islamista palestina Hamas. El pasado 21 de noviembre fue detenido por las fuerzas de seguridad israelíes en Ramallah. Fue encarcelado en régimen de detención administrativa, una medida draconiana que permite encarcelar a quien sea de manera indefinida sin que la persona conozca qué cargos se le imputan. Qiq decidió dejar de ingerir alimentos cuatro días después de la perturbadora detención.
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La semana pasada, el Tribunal Supremo de Israel concluyó tras revisar presuntas evidencias clasificadas, que Qiq era “sin lugar a dudas, un activista de Hamas involucrado en misiones terroristas”. Y, a pesar de que el Tribunal estuvo de acuerdo en suspender la detención administrativa por motivos de salud, se negó a trasladar a Qiq a Cisjordania, cerca de sus mujer y de sus hijos, a quienes no se les ha permitido visitarle desde que fuera detenido.
“La resolución no tiene ningún sentido. No para ningún ser humano que tenga un cerebro activo, vivo, bajo la tapa de sus sesos. Es una decisión que solo entienden los israelíes”, ha declarado a VICE News Jawad Boulus, el abogado de Qiq. “En el momento en que el Tribunal suspende la detención administrativa que pesa sobre él, Qiq tendría que haberse convertido en hombre libre. Y como hombre libre debería de tener la libertad para elegir en qué hospital prefiere estar, dónde vivir y donde morir. Sin embargo, desgraciadamente, este tribunal no comparte este punto de vista, de manera que mi cliente sigue detenido”.
En un vídeo colgado hace 8 días, se ve a al-Qiq esposado en su cama de hospital. Está claramente desorientado y bajo un dolor extremo.
Advertencia: Este vídeo puede contener escenas que hieran la sensibilidad de quienes lo vean
La mujer de Qiq, Fayha Shalash publicó otro vídeo la semana pasada en la que hacía un llamamiento a la comunidad internacional para que presionara al gobierno de Israel para que libere a su marido, a quien describe como a un periodista que “estaba haciendo su trabajo”.
Actualmente alrededor de 650 palestinos están encarcelados en Israel bajo detenciones administrativas. Se trata de una forma de detención que ya ha sido criticada por Naciones Unidas y por la Unión Europea, quienes condenan la inexistencia de un juicio justo.
Ahora, 92 días después de haber arrancado, la huelga de hambre de Qiq es una de las más longevas del mundo.
A Qiq se le han administrado vitaminas y minerales por vía intravenosa en dos ocasiones — una de ellas después de que perdiera la consciencia en enero —, claro que al margen de ello, ha sobrevivido exclusivamente a base de agua.
La gran variedad de circunstancias de cada huelga de hambre, como la edad o la salud física de la persona antes de arrancar con su ayuno, provocan que se trate de protestas incomparables. Sin embargo, en términos generales, existen dos tipos de huelgas de hambre. La primera es aquella en la que la persona solo bebe agua. La segunda es aquella en que la persona se aviene a tomar nutrientes mínimos, como caldos, suplementos vitamínicos o bebidas que contengan determinados nutrientes.
En imágenes: el eterno conflicto entre Israel y Palestina. Ver aquí.
“Salvo por las dos contadas ocasiones en las que ha recibido nutrientes por vía intravenosa, la huelga de Mohammed al Qiq debería de ser considerada como del primer grupo. Se trata de huelgas en las que el impacto del ayuno contra el organismo es muchísimo más extremo”, explica a VICE News Amany Dayif, directora de la división de Prisioneros y Detenidos en la ONG israelí “Médicos por los Derechos Humanos.
“Los registros médicos muestran que el cuerpo empieza a fallar a los 42 días sin ingerir alimentos. Es entonces cuando empiezan a fallar los órganos. Existe una mínima posibilidad de que se produzca una hemorragia interna, que normalmente entraña un riesgo muy grave de colapso o de muerte súbita. Mohammed al-Qiq no ha permitido que los médicos le examinen desde hace semanas, de manera que sería imposible determinar el alcance de sus lesiones internas. Claro que lo más probable es que ya sean irreparables”.
Apenas hay registro de nadie que haya sobrevivido a huelgas de hambre tan largas. En 1981, Bobby Sands, un prisionero republicano irlandés de 27 años, murió en la prisión de Irlanda del Norte en la que había sido encerrado por su pertenencia al IRA. Llevaba 66 días sobreviviendo a base de agua y sal. Durante aquella tristemente legendaria huelga de hambre, sucumbieron otros nueve irlandeses republicanos. El que más aguantó lo hizo durante 73 días.
En 1998, el activista a favor de los derechos de los animales Barry Horne puso fin a una huelga de hambre de 68 días. Horne había sido acusado de un ataque con cócteles molotov. Después de casi 70 días sin comer, Horne estaba tan desorientado que se olvidó de que estaba en huelga de hambre. Horne había aceptado algunos sorbos de té y de zumo de naranja durante su huelga para no caer en coma. Pese a todo, termino perdiendo la vista en un ojo y padeció alucinaciones.
Quizá la huelga de hambre más duradera fue la que emprendió el socialista indio Bhagat Singh, quien se decidió a protestar con su ayuno por las condiciones en que vivían los prisioneros hindúes en las cárceles británicas durante la flagrante invasión. Singh estuvo 116 días en huelga de hambre en 1929, aunque lo cierto es que las autoridades lograron alimentarle a la fuerza alguna que otra vez, a pesar de sus intentos por resistirse. Su compañero de huelga, Jatindra Nath Das murió 63 días después. Otros varios activistas independentistas hindúes se declararon en huelga de hambre para denunciar el colonialismo británico, entre ellos Mahatma Gandhi, cuya huelga más larga duró 21 días.
Los palestinos también han acudido históricamente a la huelga de hambre como forma de protesta política. La primera huelga masiva palestina de la que se tiene noticia sucedió en la cárcel israelí de Nablus en 1968. A lo largo de las décadas de los 70 y los 80 se sucedieron varias huelgas en masa, aunque ninguna fue tan concurrida como la de 1992, en la que participaron 11.000 prisioneros.
A lo largo de los años varios palestinos han muerto en prisiones israelíes como consecuencia de su ayuno. Igualmente, otros muchos han logrado que se les libere. En agosto del año pasado, Israel se avino a liberar a Mohammad Allan, un presunto miembro de la Yihad Islámica, después de que los médicos advirtieran que tras 65 días de huelga de hambre era muy posible que tuviera lesiones cerebrales y orgánicas. Al menos otros 5 palestinos llegaron a acuerdos similares y consiguieron poner fin a sus encarcelamientos en la misma época.
Pese a todo, parece que no hay visos de que se llegue a un acuerdo en el caso de Qiq. A pesar de haber liberado recientemente a algunos prisioneros que estaban en régimen de huelga de hambre, Israel ya ha proclamado que está dispuesto a endurecer su postura contra todos aquellos que decidan acudir al ayuno como forma de protesta. En junio del año pasado, el gobierno aprobó una ley que permite a los médicos alimentar a los declarados en huelga de hambre cuando las vidas de los prisioneros estén amenazadas.
La medida fue apoyada por el ministro en Seguridad Pública Gilad Erdan, quien aseguró que las huelgas de hambre son equiparables a los “ataques suicidas”. Sin embargo, los médicos israelíes se han negado a ejecutar semejante disposición, y la Asociación Médica de Israel ha condenado la medida, a la que ha calificado de “humillante” y de “rayana con la tortura”.
Dayif, directora de Médicos por Derechos Humanos, hizo un llamamiento a las autoridades israelíes para que negociaran un final para la huelga, habida cuenta del imparable deterioro del prisionero. “Nos estamos quedado sin tiempo, cada día que pasa sin comer el riesgo de muerte se hace mayor”, comenta a VICE News. “Ahora mismo todavía queda una mínima posibilidad de salvarle. Pero si nadie interviene cuanto antes, esto va a terminar mal”.
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