En julio Uruguay comenzó la venta de mariguana en farmacias, y se convirtió en el primer Estado en regular la producción, distribución y consumo de la droga para su uso recreativo, medicinal y científico. El experimento del pequeño país sudamericano, que ya suma más de 22,500 usuarios, fue noticia alrededor del mundo. Pero para el turista desprevenido hace falta una aclaración: por ahora toda la cadena está reservada para uruguayos o residentes legales.
A diferencia de los estados de Colorado y Washington en Estados Unidos que permiten a los extranjeros adquirir hasta siete gramos de mariguana, Uruguay ha reiterado que no fomentará el turismo cannábico. A inicios de año el gobierno sancionó a una firma que ofrecía catas y charlas a 250 dólares por persona en Punta del Este, el destino que más atrae visitantes durante el verano. Y el día que comenzó la venta de mariguana en farmacias, la ministra de Turismo Liliam Kechichiam se encargó de aclarar a la prensa que no se fomentará ese tipo de servicios.
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Para acceder al cannabis legal es necesario registrarse dando información de domicilio y documento de identidad, entre otros datos personales. Así los extranjeros quedaron fuera de la venta en farmacias que ya suma más de 14,000 usuarios, el cultivo en el hogar que engloba a unas 7,000 personas y de los más de 60 clubes de consumidores que optan por colectivizar la cosecha. Uruguay intenta así cuidar su imagen en el Mercosur, ya que las legislaciones vecinas de Argentina y Brasil apenas comienzan a discutir el uso medicinal de la planta mientras prohíben su consumo recreativo.
Pero hecha la ley, hecha la trampa. Un estudio realizado por el doctor en Derecho Pablo Galain entre turistas usuarios de cannabis reveló que 63 por ciento tuvo acceso a la droga durante su estadía en Montevideo. La encuesta, que se realizó en febrero (temporada alta) y en el casco histórico de la ciudad, registró que 50 por ciento había adquirido flores, 30 por ciento comida cannábica y apenas 7 por ciento el prensado paraguayo que vende el narcotráfico. Amigos, familiares, hoteles, hostales y growshops fueron las principales vías de acceso; 68 por ciento de los encuestados dijo haber comprado la droga. La investigación forma parte de una beca postdoctoral Marie Curie de la Unión Europea y Galain planea expandir el estudio a otros barrios turísticos de la capital.
Es que el tiempo que llevó poner en marcha la ley creó un “mercado gris”: los clubes y el cultivo domiciliario fueron reglamentados en 2013 mientras que la venta en farmacias comenzó este año. El Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca), que se creó para monitorear el mercado, recién conformó su equipo inspectivo el año pasado una vez que logró tener presupuesto oficial. Así se fue haciendo común escuchar historias de vecinos que se acercaban a algún club cercano para pedir aceites y extractos medicinales. Y mientras en las farmacias que adhirieron al sistema se adquiere un gramo de marihuana legal por 1.3 dólares (con bajos índices de THC, el componente psicoactivo de la planta), en el mercado de la compra clandestina comenzaron a aparecer flores de cultivadores, con un “pegue” potencialmente mayor.
Permitir el turismo cannábico podría ser una de las primeras reformas de la ley, ya que académicos y abogados se han pronunciado sobre la inequidad que genera la restricción. Pero según el ex secretario de la Junta Nacional de Drogas Milton Romani “no es una prioridad inmediata”. “Se ha ido paso a paso para no dar argumentos de que Uruguay sea un punto de turismo cannábico, pero desde el punto de vista de derechos habría que pensar una mejor forma de resolverlo”, dijo Romani, que dirigió la implementación de la norma.
La ruta legal
Esa venta de flores fuera de la ley llevó a algunos growshops a colocar carteles aclarando que no venden cannabis. Pero, inmersos en una incipiente cadena de productos cannábicos, estas tiendas comercializan elementos para plantar y fumar la droga. Urugrow fue el primero en instalarse, a partir de un grupo de amigos que desde la adolescencia cultivaba a escondidas. Activistas conocidos como Juan Vaz también se adentraron en el rubro y en la casa donde funcionaba la antigua Asociación de Estudios del Cannabis del Uruguay se instaló Planeta Granja.
Desde las sanciones que aplicó el gobierno, quienes se animan a organizar tours cannábicos lo hacen de manera muy discreta. Pero nada impide experimentar un poco de esa cultura en el Museo del Cannabis que dirige Eduardo Blasina, ingeniero agrónomo que asesoró a una de las dos empresas que hoy produce la mariguana que se vende en farmacias. Allí se exponen carteles y pancartas con los que el activismo uruguayo reclamó el derecho a “plantar tu planta”, además de libros, pipas y parafernalia cannábica. También se realizan talleres de cocina y extracción organizados por el instituto de enseñanza Gaia que dirige la activista Laura Blanco.
Desde que en 2013 se aprobó la ley que reguló todo el mercado, comenzaron también a organizarse algunos eventos sociales. Este mes se realizará la primera Montevideo Cannabis Weekend, seguidora de la Copa Cannábica que se organizaba hasta 2016 premiando a las mejores cosechas de cultivadores y clubes. Además en diciembre el predio del Laboratorio Tecnológico del Uruguay albergará la cuarta Expo Cannabis, donde suelen exponer growshops locales y distribuidores de semillas, se dan conferencias y se instala un consultorio de mariguana con fines medicinales.
Con el objetivo de darle un nuevo saber al mate, la tradicional bebida caliente rioplatense, dos empresas esperan la habilitación del Ministerio de Salud Pública para comercializar sus productos en supermercados. Las yerbas “La abuelita” y “Consentina”, con base en el cáñamo (es decir que no tendrán efecto psicoactivo), ya realizaron una preventa a inicios de año y una “cata” en el Museo del Cannabis.
También en el rubro gastronómico Hemp-T café, justo frente al Club de Golf, se instaló a fines del año tras la iniciativa de un grupo de venezolanos que pretendían instalar un lugar de encuentro y cultural enfocado en el cáñamo (el cannabis no psicoactivo). “Tenemos delantales hechos en base a cáñamo, boslitas, libros informativos y también estamos haciendo aceites con amigos”, explicó Jeraldine, una de las dueñas. Pero hasta ahora y por falta de regulación no pueden vender comida cannábica.
Para el turista que consiga algunas flores, en Facebook hay chefs dispuestos a dar un curso de cocina como Bruno Bukoviner quien a través de Green Chef organiza cenas y enseña a preparar brownies, trufas y mayonesa con base de cannabis entre otras recetas. Al final lo único que la ley no prohíbe para el visitante extranjero es sumergirse en la cultura cannábica y conocer a uruguayos dispuestos a compartir la nueva producción local.