Entre tanta oferta y democratización para poder poner música, haciendo que sea relativamente fácil y rápido lanzarse al ruedo, se ha ido perdiendo una de las tradiciones que ayudaron a forjar la cultura del clubbing: las residencias.
Antes de que existieran grandes nombres y los DJs pudieran aspirar a tener un status de superestrellas, sólo estaban los clubes, sus sistemas de sonido y sus residentes a cargo de la selección músical los fines de semana. Esto hizo que el DJ residente se volviera uno de los aspectos más importantes dentro de un club, rol que se fue perdiendo a medida que la atención se centró en los invitados internacionales.
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La importancia de las residencias radica en que estar ahí cada fin de semana, noche tras noche, hace que se logre un entendimiento del público, su energía y sus expectativas que pocos DJs invitados pueden estar cerca de tener. Al tener la oportunidad de tocar en diferentes momentos de la noche, muchas veces abriendo, unas tocando en la hora pico y otras cerrando, logran comprender de manera perfecta el correcto desarrollo de una noche. De igual forma, de ese entendimiento del público muchos logran descifrar que estos no son estáticos y pueden fluctuar dependiendo del artista invitado, obligándolos a ser lo suficientemente versátiles para adaptarse. Cuando le entregan a un invitado deben ser el apoyo para que la transición sea adecuada, y cuando no hay invitado, deben ser lo suficientemente buenos como para poder tocar como un headliner.
Por supuesto, la oportunidad de tocar cada fin de semana en el mismo lugar viene con grandes responsabilidades, y una de esas es estar en la búsqueda constante de nueva música. La recompensa está en que una vez se ha construido una relación de confianza entre el residente y el público, éste se puede tomar ciertas libertades de poner música no convencional, consiguiendo expandir su selección y a su vez educar al público presentándole sonidos a los que no está acostumbrado.
Las residencias no solo benefician a los DJs, sino que ayudan a los clubes a forjar su sonido y darles una identidad. Por eso cuando escuchamos “Residente de Amnesia Ibiza” o “Residente de Concrete Paris” se nos vienen a la cabeza sonidos completamente distintos. Algunas residencias llegan a ser tan legendarias que terminan definiendo el futuro de los clubes. Por ejemplo, es imposible hablar de Paradise Garage sin mencionar el rol que tuvo Larry Levan, o hablar de Fabric sin mencionar el trabajo de curaduría de Craig Richards.
Esta identidad ayuda a que la gente sepa qué esperar de una fiesta y pueda salir un día y elegir un club sin importar si hay un invitado internacional, porque ya conoce y confía en sus residentes.
Desafortunadamente el panorama local y global ha cambiado, y con la atención centrada mayormente en los invitados internacionales, el rol del residente como pilar fundamental de un club se ha ido perdiendo.
Pero no toda la culpa es de los clubes. Muchos DJs emergentes pueden ver la tarea del residente como monótona y aburrida, y con la nueva ola de artistas que consiguen salir de gira fácilmente, comparado a como era hace unos años, a muchos puede resultarle más atractiva y glamurosa la vida del DJ que mantiene de tour que la de quien se queda en su ciudad construyendo una carrera como residente.
Jay Haze, por ejemplo, es uno de los DJs que se ha opuesto radicalmente a vivir de gira. Ese estilo de vida de “No sleep, bus, club, another club, another club, plane, next place, no sleep” simplemente no tiene sentido para él, principalmente porque los lugares que visita ya tienen sus propias escenas desarrollándose, y seguramente hay artistas locales que incluso tengan propuestas más interesantes. Para él, es más importante tener una residencia, desarrollar su carrera allí y a su vez impulsar el crecimiento de la escena de la ciudad donde esté viviendo.
Es por eso que el crecimiento de las escenas locales comienza a suceder cuando se desarrolla el talento local, no cuando se bookean artistas internacionales. Un club que ha tenido claro desde el comienzo que debe apostarle a desarrollar sus talentos es Berghain, reconocido por muchas cosas, entre esas sus residentes. Desde sus inicios, este club le apostó a sus artistas y fueron todos esos años de hacer sesiones extensas los que les dieron la experiencia que pueden presumir actualmente. No es gratuito que dos de sus residentes (Klock y Dettmann, por ejemplo) se hayan catapultado a la fama y ahora sean parte del circuito global, y que la frase “residente de Berghain” se haya vuelto el mejor atributo para vender un evento.
Kobosil cuenta, que en el momento en que Berghain le abrió las puertas y le pidió que tocara exclusivamente para ellos, fue cuando su carrera despegó. Para una institución como esta el trabajo de un artista no se limita únicamente a que toquen en el horario que mejor considere el dueño del aviso. No solo les dan la oportunidad de abrir, sino también el honor de hacer la sesión de cierre, la más deseada por todos. Al mismo tiempo se asegurarán de que pulan y mejoren sus habilidades de producción y, cuando estén listos, prensen en su sello Ostgut Ton. Una vez tengan dominada la selección y la producción, su agencia Ostgut Booking se encarga de que salgan de gira llevando el sonido del club por todo el mundo.
Desde luego, en Colombia la escena y sus prioridades ya no son las mismas, y como expuse al comienzo, con el cambio de atención hacia el DJ internacional muchos clubes del país, en búsqueda de garantizar asistencia, se ven presionados a centrar todos sus esfuerzos en sus invitados. Esto hace que llenen el resto del cartel con artistas locales, que terminan tocando sesiones de una hora (si se tiene suerte). El resultado de esto es una generación de DJs que, al ser privados de una experiencia como una residencia, nunca aprenderán a entender el correcto desarrollo de una noche.
Ya hemos dicho antes que no tiene sentido compararnos con escenas que han pasado por procesos completamente distintos, pero como nos gusta tanto inspirarnos en referentes extranjeros (por no decir copiarnos), podemos tomar como ejemplo modelos como el que propone el club XOYO en Londres, donde trimestralmente escogen un residente quien se encarga de la selección y curaduría de los invitados que lo acompañarán durante las noches de esa temporada. Para un DJ, esto es una experiencia invaluable ya que no sólo le permite dar una voz y una identidad a sus eventos, sino que le devuelve, así sea por algunos meses, la posibilidad de generar una conexión más cercana con el público que asiste habitualmente a un club.
Pero también hay que destacar lo bueno, y mientras se escribía esta columna, Mansion Club anunció sus nuevos residentes, proponiendo un modelo similar al mencionado más arriba, en donde le devuelven nuevamente el protagonismo al talento local.
Sólo queda preguntarnos cuánto talento local se está desperdiciando, y esperar a que los dueños de los clubes valoren la importancia que tienen los residentes para construir su identidad y atraer un público fiel, que se mueva más por el sonido que representan, que por sus invitados internacionales. En cuanto a los DJs, esperar, con ilusión, que surjan muchos Larry’s, David’s, Frankie’s y Craig’s que se la jueguen por desarrollar su escena, porque mientras los invitados pueden ir y venir, el residente siempre estará ahí.
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