Música

Exilio y emigración en el rap venezolano como excusa para conquistar Latinoamérica

Este artículo forma parte de nuestra Semana del Hip Hop. Reportajes, entrevistas, conteos, tutoriales y más, en un especial sobre el hip hop latinoamericano.


Pongo en contexto para quien no lo sea: ninguna persona de nacionalidad venezolana es ajena al desastre económico, político y social del país. Desde las clases sociales más altas que importan los productos de su canasta básica de algún Walmart miamero, hasta las personas que hacen una fila kilométrica todo el día para comprar harina de maíz pre cocida (para poder hacer las arepas del desayuno y la cena). Los músicos venezolanos, obviamente también han pasado por estas penurias.

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La música alternativa venezolana (aunque no entiendo muy bien el significado de ese término en la actualidad) vivió años dorados en la primera década de los dosmiles. El rock venezolano se llenó de premios internacionales y reconocimiento mundial, el rap venezolano se empezó a figurar a nivel Hispanoamérica.

Desde hace mucho creo que el rap venezolano ha estado dos o tres niveles por encima de cualquier otro género musical hecho en tierras venezolanas. Hice música en mi país y produje el festival de música alternativa más importante mi ciudad, Maracaibo, por cinco años. Cada vez que convocaba a un artista de rap, la diferencia en la convocatoria era ridícula. Un rapero aseguraba un lleno total, mucho más que la banda de indie de moda del momento.

El rap venezolano ha tenido siempre el mismo problema: costaba muchísimo a los artistas salir del país, y pocos se atrevían a dar el salto para medirse contra los demás raperos del continente. Tres Dueños, Cuarto Poder, Vagos y Maleantes, Guerrilla Seca y La Corte. Se podría decir que entre ellos dieron los primeros pasos del hip hop veneco. Hacían carrera en Venezuela y con eso lograron ser artistas importantes que de a ratos penetraron en el maInsteam de los medios. Venezuela era un país vivible, la época pre Hugo Chávez o sus dos primeros años de gobierno. El quiebre sucedió luego del paro petrolero del 2002: ahí todos los empezamos a ver las primeras pruebas del quiebre que vendría después.

El rap venezolano empezó a sonar más internacionalmente, al mismo tiempo que la situación política venezolana también lo hacía. Akapellah, Mcklopedia, Lil Supa’ Apache y Canserbero son nombres que conquistaron la cima del rap en español. Y le siguen en la nueva escuela Big Soto, Trainer, y el cara blurreada de Jack Russell.

McKlopedia en La Casa del Lago UNAM. Foto: David Barajas, via

Ramsés Meneses (Mcklopedia) fue uno de los primeros MCs que empezó a darse a notar, después de la ola de grupos. Y también de los que se atrevieron a viajar. Ramsés empezó a ser reconocido mucho antes de esta ola de rap venezolano actual, aunque de algún modo forme parte de ella, porque participó en la Red Bull Batallas de Gallos y viajó a México en 2008, y su proceso migratorio fue distinto al de los demás. Él vino más por una decisión propia de poder montar su propuesta en otro lado que empujado solo por la crisis del país.

“El proceso en el que partí de Venezuela es uno a medias. Podríamos decir que no soy una persona que me considero exiliada de Venezuela ni ida de Venezuela. Tomé como base México desde hace cuatro años, por un tema estratégico buscando mejores oportunidades para mí como músico. Y buscando también expandir mis horizontes”, me dice Ramsés. “La situación política y económica de Venezuela de alguna manera también afectó para irme; sin embargo, no es igual que a la mayoría de las personas. A mí me afectó de otra forma. Yo no tenía oportunidades de tocar aquí, mi música era muy ecléctica, poco común para ese momento en Venezuela, no tenía un nicho de público. Entonces preferí aventurarme desde México”, concluye.

Fat Joe y Akapellah en el set de “Los Gordos“. Foto vía

Akapellah es un caso de éxito digno de estudiar. No lleva mucho tiempo en el juego, apenas en el 2014 estrenó Como antes, su primer disco. Y a día de hoy, ha vivido en varios países, viajado por América y Europa, colaborado con DJ Khaled, Fat Joe y Akon y se coló a la conversación de cuáles son los mejores MCs actualmente. Incluso, los que repiten que el rap venezolano es “el mejor en español” defienden esta teoría con el de Turmero como protagonista. “Depende mucho de gustos. No sé si [el rap venezolano] es el mejor. A mí me gusta mucho el rap chileno, por ejemplo. Si yo no fuera venezolano, de igual forma, sí creo que mi movida favorita de rap en español sería la venezolana. Ya de ahí a decir que es la mejor, no lo sé. Pero sí tiene demasiada proyección, todos los venezolanos están saliendo y los de otro país no tanto. El rap venezolano tiene algo que se vende. Creo que es el más internacional y con más proyección”, me dice Pedro Elías Aquino alias Akapellah.

Con la terrible situación del país, a casi todos los venezolanos les toca un momento de introspección y análisis de su futuro personal. A mí me pasaba todos los días. Comparaba cómo era vivir afuera con que en mi hogar se fuese la electricidad y agua 4 horas al día. Ahí me harté y decidí salir de Venezuela. A Akapellah le tocó parecido: “Eso sucedió en el 2015 cuando me fui a Santiago de Chile. Duré un año ahí. Gracias a la música empecé a salir, y cada vez que viajaba y regresaba, más me chocaba la realidad del país. ‘¡No entiendo por qué ayer estaba en un lugar donde podía comprar todo y había agua y luz y ya estoy acá y no hay nada!’ le decía a mi mamá y a mi esposa. ‘Incluso hasta los árboles eran de otro color y cosas así’. Además, las limitaciones operativas que existen en Venezuela me hacían arrechar muchísimo: que si el Internet y otras cosas. Caí en una especie de encrucijada y decidí irme. Pero sé que hay otros raperos que les va mejor quedándose en Venezuela y teniéndolo como centro de operaciones”, me cuenta Akapellah.

Y en cuanto a raperos que siguen en Venezuela, cabe destacar al que tal vez sea el más grande de todos. Marlon Morales alias Lil Supa’, una de las inspiraciones protagónicas para toda persona que quiera hacer percusión con sus rimas en español en 2018. Hasta para Akapellah: “Yo rapeo por Lil Supa’. Sin pelos en la lengua lo digo”.

Lil’ Supa’ sigue en Venezuela. No se ha ido por razones personales y familiares. “Para mí, seguir en Venezuela es un orgullo tal vez indescriptible. Que yo pueda proyectar mi voz desde Venezuela, en lo personal, tiene un valor extra. Mi mayor razón es mi familia, la mayor parte de ellos sigue en Venezuela”. Lil Supa’ puede hacerlo. Tiene nombre y voz de sobra para tomar de centro de operaciones cualquier lugar de Latinoamérica y, además, es quizás la punta del árbol de navidad que ha labrado el camino para que la generación nueva (los Big Soto, Trainer y más) estén sonando tan duro en otros países.

Lil Supa’ sabe esto: “El hecho de que esta generación (en la cual me incluyo) haya de una u otra forma labrado un camino y por esto sea más fácil el canal de comunicación entre el público extranjero y el hip hop venezolano; hace que los ojos estén puestos en lo que sucede con los raperos venezolanos. Incluso los nuevos. Ese camino no lo teníamos antes, tuvimos que ganarlo a pulso. Puede ser nuestra bandera y legado para los talentos que vienen”, concluye.

Lou Fresco. Foto vía

El rap venezolano es mucho más que rimas y beats de alta manufactura. Además de todo lo que ya sabemos sobre él, hay gente detrás que no precisamente hace música. El Dojo es un colectivo de arte, diseño, moda y visual que ha ayudado a dar una estética a algunos de los actos más importantes del rap venezolano. Su líder y creador es Willie DeVille, antiguo 12inchNinjazz, radicado en Guadalajara. “El Dojo surge de una reunión de amigos con mismos gustos en comunicación visual en general. Ríal Guawankó o Willie Deville, compartimos un montón de gustos estéticos visuales y diseño gráfico. Esto de alguna u otra forma nos hizo una especie de familia, dice Lil’ Supa.

“El Dojo es una institución, un crew con personas demasiado talentosas y creativas mucho más allá de la música: modistas, productores de video. Lo llevan a otro nivel. Son influencia. En el rap venezolano hace 5 años nos vestíamos con playeras anchas y ahora nos vestimos distinto gracias a ellos. Muchas personas se influencian de ellos a nivel musical y conceptual. Y eso están causando en Guadalajara, trabajando de la mano con Santa Suerte. Su pedo es algo mucho más cultural y estética, es mucho más allá de la música. Son la vanguardia”; opina Akapellah sobre la influencia del Dojo en el rap venezolano.

Willie DeVille sí tuvo una historia de emigración más parecida a la de muchos venezolanos, y esto no necesariamente es positivo. “Llegué a la conclusión de que debía irme como todo venezolano, asumo yo. Con un profundo pesar y la terrible premonición que nunca conseguiría un lugar como el mío: el que sentiría mío por derecho de nacimiento. Tuve problemas de persecución política de los cuales prefiero no opinar, pero estos solo aceleraron la decisión. Conociendo gran parte de Latinoamérica, decidirme por un destino no sería sencillo. Venía trabajando muy de cerca con el proyecto de Chamitos Locos (Big Soto & Trainer) y Serio de Lil Supa’ y quería mantenerme físicamente cerca para los proyectos que ya estaban en el cronograma (disco del Dojo, Akapellah) y fue cuando recibí una llamada de Pellah que parecía urgente. Me estaba proponiendo venir a trabajar a Guadalajara, casa de la sede principal de Santa Suerte como director creativo y productor audiovisual del Jamgle, un colectivo de MCs, beatmakers, productores y otros artistas, que desde la Perla Tapatía se han convertido en una de las nuevas y más relevantes escucelas de rap latino.

“La travesía estuvo dramática: habíamos acordado con Santa Suerte que ellos facilitarían el pasaje desde Bogotá, para lo que debía llegarme a la capital colombiana. Con el previamente mencionado problema de la persecución, decidí que lo más inteligente sería atravesar la frontera a pie. Para lo que partí de Caracas a Barquisimeto, donde aproveché de afinar detalles con K12 (manager de Pellah, que me recibiría en su casa en GDL). Grabé un video de Big Soto que nunca se publicaría. De ahí subí a Maracaibo, donde había agendado con un ex-militar que me llevaría hasta el puesto fronterizo de Maicao. Una vez cruzarda la frontera, iría a Barranquilla, donde tras un par de semanas de estadía partiría finalmente a Bogotá, desde donde llegaría a Guadalajara vía CDMX”, me cuenta DeVille.

También está Jack Russell, parte de la nueva camada. Comenzó a ser costilla del rap venezolano desde OBG, un sello discográfico y Rela4Life, una marca de ropa. No vivió en Venezuela mucho tiempo. Creció en Alabama, más cerca a Gucci Mane que a Canserbero, y esto se nota en la estética de su música.

“Yo no pasé tanto tiempo en Venezuela; ya que estuve entre Estados Unidos. Pero decidí llegar a México por la movida que estaba sucediendo entre la familia de Santa Suerte, El Dojo y los demás raperos venezolanos. Actualmente estoy en Puebla pero pronto emigro a Medellín. Puedo decir que no tengo un lugar de operaciones fijo. Estoy moviéndome por muchos lados haciendo música y viendo mercados nuevos”, me dice Jack. “Creo que la emigración venezolana está logrando que nos reconozcan en muchísimos países del mundo. ¿Cuándo íbamos a pensar que tendríamos shows en París o Murcia? Nunca. Es un momento histórico que debemos aprovechar”, concluye.

Jack Russell en el video de “Popeye”. Screenshot vía

La diáspora venezolana ha hecho que la música venezolana sea más conocida que nunca en el resto del mundo. Con excepción de Los Amigos Invisibles y Desorden Público, probablemente las bandas más famosas y exitosas de la música alternativa (otra vez) venezolana, casi ningún otro músico o grupo tricolor había logrado un éxito tan masivo y rotundo como ellos. Antes era una utopía pensar que una banda o artista venezolano podría girar Europa o Latino América. Hoy, gracias a la emigración más importante de la historia de Venezuela, es mucho más sencillo girar en cualquier capital de países donde hay una comunidad venezolana importante. El exilio ha ayudado a que los artistas venezolanos puedan girar por todo el mundo, por más contradictorio que suene.

Lil Supa’ comulga con esta idea. Mientras más cercanos estén los músicos venezolanos a capitales latinas claves como CDMX o Bogotá, más sencillo será la masificación internacional de la música tricolor. “Bueno, esta diáspora de los últimos 10 años ha hecho que los exponentes más importantes estén haciendo carrera en el extranjero. Por exposición más que todo, ya que desde Venezuela no es una plataforma tan importante como CDMX o Bogotá”.

“El exilio ha hecho que se nos reconozca mucho más, como raperos y potencia dentro del mercado latinoamericano. Cuando estás fuera del país participas en festivales, eventos o lugares donde te encuentras con gente que quizás te interese trabajar. Y como el nivel del hip hop venezolano está tan bien posicionado, facilita la unión entre los raperos venezolanos y artistas que estén mejor colocados en el mainstream. Y esto, sucede porque están en el extranjero, quizás en Venezuela no sucedía esta interconexión”, continuó Lil Supa’.

El rap venezolano está en el mejor momento de su historia y, quizás de una forma utópica e irónica; la crisis política, social y humanitaria del país ha empujado a sus mejores exponentes a vivir en distintas países del mundo y a medir sus talentos con lo mejor que tienen los demás países para ofrecer, haciendo alianzas de poder con otros artistas de muchos lugares, y construyendo un conocimiento colectivo que permitirá al rap de la región continuar si siguiente paso en la conquista del mercado.

Y esta situación hace que surja una pregunta obligada: ¿sin la crisis venezolana estaríamos viviendo este boom de rap venezolano en el mundo? No soy adivino para responder esta pregunta, pero es más bien el ejercicio de análisis que esta circunstancia conlleva, lo que es una de las historias protagónicas del género en esta década, que es, por cierto, la de mayor exposición y calidad en el rap latino.

¿Serán necesarias estas crisis, migraciones, para conocer el máximo potencial del talento del país? ¿Serán las crisis los detonantes perfectos que necesita el arte para poder lograr su cometido y que su mensaje llegue a la mayor cantidad de personas posibles? Al parecer, en el rap venezolano, la respuesta es sí.

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