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La Gran Fuerza de México: el tamaño sí importa para los niños

Si hay algo peor que soportar una creciente resaca en domingo, seguro es sumarle a ésta un montón de niños con la cara pintada jugando a ser militares. En el campo militar 1-H Los Leones se lleva a cabo cada año, desde el 18 de febrero hasta el 18 de marzo, la exposición “La Gran Fuerza de México”, donde la gente puede tener mayor cercanía con el Ejército mexicano, convivir con soldados e incluso subirse a vehículos exclusivos para uso militar.

Al llegar caminé hasta un par de filas bastante largas, donde después de esperar unos 20 minutos, podías subirte a un Jeep de combate que te transportaba desde la entrada de la zona militar hasta el inicio de la exposición. Eran, máximo, 300 metros de distancia de un lado a otro. Con la cabeza a punto de estallar, no esperé y decidí caminar.

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Armas, vehículos, soldados y largas filas de niños, resumen el trayecto de principio a fin. Padres y madres hacían de fotógrafos improvisados mientras los niños posaban felices. El largo de la fila que hacían para tomarse una foto sobre un vehículo era proporcional al tamaño de éste. No importaba esperar algunos minutos, lo importante era congelar para siempre el momento en que el niño simulaba manejar o disparar un arma.

Al acercarme a la zona en la que estaban las aeronaves y algunas lanchas, vi un grupo de gente que reía y gritaba. Me acerqué y vi a un soldado de dos metros de alto, con ojos negros y un enorme bigote, bailando sobre el techo de un vehículo militar. Después de tomarse un par de fotos con niños, mujeres y uno que otro señor, huyó de la escena. Parecía tener mucha prisa o sólo estaba huyendo de la gente, no lo supe, pero corrí para alcanzarlo y le hice unas cuántas preguntas mientras caminábamos.

VICE: ¿Qué pedo? Eres como un tipo rockstar, ¿quién eres?

Sargento Juancho: El sargento Juancho. Soy un soldado interactivo (lo que sea que signifique esto), amigo de los niños. Les enseño a preservar la ecología y cuido a mi país.

Órale, y con el desmadre que se vive en México por el crimen organizado y todo este pedo, ¿no te da miedo ser militar?

No, ¡al contrario! Para mí es un orgullo. Me gusta cuidar a la gente y al país junto a mis compañeros.

Te vi bailando hace rato, ¿cuál es tu música favorita?

Me gusta de toda: la salsa, cumbia, banda, norteño y la balada.

Si pudieras mandar un mensaje a todos los criminales que se empeñan en hacer del país un cagadero, ¿qué les dirías?

Que ya se estén en paz, deberían hacer cosas de provecho. Ojalá y ya dejen de estar dando lata.

Caminé junto a él hasta que llegamos a un escenario improvisado bajo un toldo, donde había una tarima y un grupo de mariachis militares, tocando la música que le gusta a Juancho. Los espectadores, tímidos, difícilmente bailaban, pero en cuanto llegó el enorme soldado, le gritaron y aplaudieron para que él lo hiciera. La rueda que formaron a su alrededor fue inmediata y el sargento aprovechó para jalar a un par de personas a bailar con él dentro del círculo.

Después de moverse durante algunas canciones, Juancho se tropezo y cayó boca abajo. Rápidamente, sus compañeros lo levantaron y le acomodaron la gorra que había perdido debido a la caída. Su cara estaba llena de pasto, sus botas sucias y dejó de bailar. Tomó asiento en el filo de la tarima e hizo evidente su cansancio sólo con su lenguaje corporal. Los niños no entendían y le brincaban encima. Con el calor en aumento, decidí que el recorrido había sido suficiente para mí y caminé hacia la salida.