Se ha acabado el bipartidismo ¿y ahora qué?

La gente se ha tomado estas elecciones MUY en serio. Tan en serio que hasta en el mísmisimo Forocoches no se toleró ningún hilo sobre política durante la jornada de reflexión. Será que de verdad han sido unas elecciones históricas y no solamente uno más de tantos ‘momentos históricos’ que hemos vivido en los últimos meses y que realmente lo que pase en los próximos días marcará el futuro próximo del país. Pero realmente ¿qué es lo que ha pasado?

Con los resultados en la mano tenemos lo siguiente: el PP ganó de calle aunque perdió muchísimos diputados – aunque estos pueden estar tranquilos, hay pensiones vitalicias para todos -, lo mismo que el PSOE, que se quedó con 90, los peores resultados de la historia reciente de los dos grandes partidos de la democracia surgida de la constitución del 78. A pesar de eso, aún representan más del 50% de los votos, muy poco más, solo unas décimas, pero suficiente para demostrar que aunque el bipartidismo sea ya simplemente un cadáver andante, sigue teniendo fuerza para aguantar el envite de los nuevos partidos gracias a ese núcleo duro de votantes que no van a votar otra cosa ni aunque su vida les vaya en ello y que son quienes los han mantenido no solo a flote sino aún como primeras fuerzas políticas. Por otro lado encontramos que esos nuevos partidos – Podemos y Ciudadanos – han entrado con fuerza, han demostrado que hay millones de personas que están a favor de reformar total o parcialmente el actual sistema político español, pero siguen siendo minoría – una minoría de más de 100 diputados, que se dice pronto, pero minoría al fin y al cabo – y por lo tanto aunque entren en las instituciones, parece que seguirán alejados del poder.

Videos by VICE

Da igual que Podemos haya sacado en sus primeras elecciones generales unas cifras que ya Izquierda Unida hubiese firmado sin pensárselo dos veces o que se hayan convertido en la primera fuerza en comunidades tan importantes como Cataluña y el País Vasco porque no han conseguido superar ni en votos ni en escaños al PSOE, un partido que ya todo el mundo daba por muerto. Por no hablar de la hostia en los dientes que le han pegado a Ciudadanos, que aunque han obtenido unos resultados muy positivos se han quedado muy lejos de ese segundo puesto – y primero incluso – que les daban las encuestas hasta hace un par de semanas. Es lo que tiene creer que los masajes con final feliz que te hace la prensa reflejan la voluntad de los votantes; por suerte no todo se reduce a una paja a dos manos de Pablo Motos en prime time. A su lado, para complicarlo aún más todo, hay una pequeña constelación de fuerzas minoritarias formadas por nacionalistas, independentistas e Izquierda Unida que van a influir substancialmente en los pactos. Porque claro, pactar habrá que pactar y ya han dejado todos muy claro con quién les gustaría darse la manita y cuáles son las líneas rojas que no van a cruzar: Pablo Iglesias en su discurso de anoche repitió hasta la saciedad eso de que España es un estado plurinacional para ver si así podía conseguir el apoyo los nacionalistas de izquieras, C’s que no pactaría con quien deja que la unidad de España se rompa, ERC que a ellos lo que les importa es construir un país nuevo y España se la trae al pairo… y así uno tras otro.

De nuevo nos encontramos con un escenario como el que había en España a la muerte de Franco: un poder que se resignaba a morir a pesar de que ya era incapaz de aguantarse por sí mismo frente a una oposición que no tenía la fuerza suficiente para cambiar las cosas por sí sola. Hay multitud de escenarios posibles como nos dejó claro Ferreras jugando con su ‘pactómetro’, aunque quizás el más obvio – porque ya pasó dos veces en Cataluña – sería la formación de un tripartito de izquierdas compuesto por el PSOE, Podemos e Izquierda Unida, que tendría casi el mismo número de diputados que el otro posible combo que lo formarían Ciudadanos y el PP. A pesar de que la ‘nueva política’ se ha pasado media campaña diciendo que no iba a pactar con los viejos partidos del bipartidismo, parece obvio que para gobernar este país va a hacer falta pasar por el aro. Y eso es precisamente lo que ambos pretendían evitar. Para entrar en el juego tendrán que bajarse los pantalones, moderar su discurso – claro, no puedes llamar ladrón y corrupto a tu compañero de gobierno si quieres hacer que la cosa funcione – convertir al enemigo, a la casta, en amigo, en compañero en el proyecto de regeneración.

Pero la nueva política tiene mucho que perder si entra en relación con los viejos partidos, si entra en su engranje y se convierten en las muletas del sistema. Los votantes del PP y del PSOE, ese núcleo duro del que hablaba antes, prefieren no arriesgar, saben lo que hay, saben lo que pueden esperar y saben – más o menos – como van a ir las cosas porque será – más o menos – como han sido hasta ahora; pero el votante de C’s o Podemos es un votante muy diferente. Es un votante emocional, que se mueve más por las sensaciones y los sentimientos que por motivaciones ideológicas; quiere mandar la vieja política a casa, se ha creído eso de la regeneración democrática y se ha movilizado para hacerlo posible. Pero tan rápido como se ha movilizado puede volver a quedarse en casa si se desilusiona si siente que esas alternativas le han traicionado como ya hicieron en su momento los políticos del PP y el PSOE, si vuelve a sentir que, al fin y al cabo, todos los políticos vuelven a ser iguales; algo que tanto el PP y como el PSOE saben que juega a su favor. Los viejos partidos saben que si consiguen aguantar bien estos primeros golpes pueden conseguir que esas posibles alternativas se desinflen solas: eso fue lo que le pasó, por ejemplo, al teóricamente todopoderoso PCE de los años finales de la dictadura. En España el sistema electoral está montado para que un partido alejado de los primeros puestos no dure mucho y que sus votantes al final se acomoden a una de las dos grandes opciones que propone el mismo sistema, solo es cuestión de esperar.



Imagen vía.

Aunque siendo sinceros, que gobierne la nueva política no tiene porque significar que las cosas cambien radicalmente. Si miramos a Grecia vemos como a pesar de que gobierna una coalición formada por los dos principales partidos de la ‘nueva política’ griega – Syriza y los Griegos Independientes , un partido que se podría colocar en las mismas coordenadas en las que en España encontraríamos a Vox – a priori parece que todo va a seguir igual ya que el gobierno heleno se acabó plegando a las exigencias de la UE . A pesar del supuesto cambio de lo nuevo por lo viejo todo sigue más o menos igual y el mango de la sartén sigue en las mismas manos ¿Alguien pensaba realmente que iban a dejar que partidos realmente rupturistas tuviesen opciones de gobierno?

En España parece que va a pasar algo similar: la partitocracia se va a regenerar con un poco de sangre nueva naranja y morada, una diálisis política que hará algo de limpieza pero que no conseguirá acabar con el problema de fondo. Cuando escribí el artículo sobre porque dejé de votar hablé de los partidos que endulzan nuestra agonía, el chute final que nos hace olvidar que el cáncer ya se ha extendido por todo el cuerpo y que la metástasis es intratable. Parece que eso es lo que nos espera durante los próximos cuatro años porque los que nos gobiernan van a esperar a poner su mejor cara a la espera de que pase la tormenta y puedan volver a las andadas; esperemos que se nos pase el colocón antes de que sea demasiado tarde y que esto no sea – como dicen por todos lados – una segunda transición.