Visitamos la fábrica de banderas más grande de España

Sin ser un ayuntamiento ni un edificio oficial, en la fachada ondean orgullosas las banderas de Europa, España y la Comunidad de Madrid. La empresa Sosa-Días planta cara con estos colores al sepia predominante de este polígono de Colmenar Viejo, al norte de Madrid. Expuestas al viento, estas enseñas ubican el lugar donde se encuentra la mayor compañía nacional de este tipo de productos. Y la tercera de Europa por volumen de ventas. Decidimos rodearnos de textil español con motivo del Mundial de fútbol.

fabrica de banderas de España

La fábrica ocupa 7.400 metros cuadrados y en ella trabajan 52 personas. A lo largo de estas naves se suceden máquinas para imprimir el diseño, planchas para estamparlo, cortadoras industriales, mesas de costura y, sobre todo, muchos rollos de tela. Blancos, rojigualdas o de cualquier otro tono. “Aquí reposan todos en estanterías, en paz, sin hacerse daño”, comenta con sorna José Luis Sosa-Días, el dueño de semejante imperio.

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fabrica de banderas de España

Las palabras del propietario suenan inocentes, pero no ocultan la bronca que esconden estas telas en la actualidad. Vivimos en los días del Mundial de Rusia y eso se traduce en proliferación de camisetas deportivas, en ser “español, español, español” y en demostrar apoyo a tu equipo en miles de balcones de nuestras ciudades. Además, empuja feroz un verano de playas con lazo, de mástiles enhiestos y gritones como vuvuzelas o de terrazas que han forrado la balaustrada con guiños patrióticos.

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Por eso José Luis Sosa-Días habla así de sus “trapos” en un guiño a las circunstancias actuales. El enfrentamiento entre comunidades autónomas o al forofismo de taberna a él, dice, le pueden venir mejor o peor para el negocio, pero no le quita el sueño, es una cuestión emocional. “No puedo entrar en eso. No pienso en quién las pide ni en qué llevan. Son siglas con colores. No sé ni lo que hago”, responde a una posible duda a la hora de enfrascarse en un pedido de —por ejemplo— esteladas, ikurriñas o motivos preconstitucionales.

Ni siquiera se inmutaría, dice, ante un encargo del ISIS. “¿Eso qué es?”, inquiere, “ves: me da igual. Para mí no son mensajes, son telas estampadas”, contesta. “Nos piden de Alemania, Noruega o Finlandia y no sé ni lo que significa. Aunque no soy apolítico, en el trabajo no puedes cerrarte a una idea”, reflexiona.

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Movimientos como el Nunca Mais, creado en Galicia 2002 tras la catástrofe del Prestige, o el movimiento independentista de Cataluña sí que le han otorgado cierto rédito. “Para el Nunca Mais hicimos un montón de banderas. Y con el 1 de octubre catalán hemos tenido que hacer muchas, casi todas españolas”, sonríe. En esos días, de hecho, la Policía se pasó por el inmueble, avisando de que, con la ejecución del artículo 155, podrían tener problemas en el pago, pues las cuentas estaban controladas. “Han venido algunas veces más, pero no hemos tenido problemas”.

Su versatilidad en modelos incluye banderas republicanas, provinciales y hasta del Orgullo Gay. En la planta donde unas enormes placas esperan a ser convertidas en tela se pueden ver rodando metros de clubes náuticos, anuncios o vírgenes andaluzas. “No se ha notado mucho el Mundial. El de hace dos convocatorias, de 2010, sí. La gente perdió la vergüenza de ir con la bandera de España, como pasa en Estados Unidos, que todo el mundo la tiene en la puerta de casa”, analiza.

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En este torneo y con el furor nacionalista de Cataluña, el gato al agua se lo están llevando los chinos. “No valen tanto y son de peor calidad. En las nuestras se nota [la calidad], pesan más. Pero para el fútbol y las manifestaciones esas se compran más”, matiza Sosa-Días, que señala a la Casa Real o a los consistorios de todo el territorio español entre sus clientes. “Decoramos la boda del rey. Y a lo mejor nos piden para desfiles o actos”, afirma. La famosa bandera de la plaza de Colón, que se causó polémica en su momento por las dimensiones y el dinero empeñado, también es obra de esta compañía.

“Pusieron dos antes, y no duraron ni 15 días. Yo llamaba al encargado (a quien conozco) para bromear y decirle que al final tendría que recurrir a mí”. Le hizo caso y ahora ese enorme asta sostiene una de sus creaciones, de 21 metros por 14. “La gente habló mucho. Dieron cifras de hasta dos millones de euros y de que no se levantaba. Ahora, con una mínima brisa está en pie”. ¿Y el coste? “No lo voy a desvelar”. Según publicaron algunos medios, su precio fue de 378.000 euros.

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Cada día, la empresa recibe entre 25 y 30 pedidos. Factura en torno a unos cuatro millones de euros al año y tiene una cartera de entregas internacional. Pero no fue siempre así. Los inicios de José Luis Sosa-Dias pasan por una llegada a Barcelona desde su Montevideo natal, hace 39 años cuando tenía 21. Con su exmujer, decidió fabricar banderas pequeñas, de las que adornan mesas. “Me dieron una en Uruguay y dije ‘algún día las haré yo’ y eso que sabía lo mismo de banderas que de pelo postizo”, rememora. Un encargo potente de El Corte Inglés les dio un impulso. Ampliaron de tamaño todo: las telas, las oficinas, la cuenta corriente.

En 1992 participaron en los Juegos Olímpicos de Barcelona y en la EXPO de Sevilla. Y mantuvieron una curva de ganancias ascendiente hasta 2009. “Justo antes de la crisis manejábamos un millón de metros de tejido y teníamos a 92 empleados. Alcanzamos siete millones de facturación y pasamos, de repente, a 2,9 millones de euros”, relata. Se llegó a proceder a un concurso de acreedores.

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Redujeron plantilla, capearon “gracias a la fidelidad de algunos clientes” y paralizaron una fábrica de mástiles de fibra de vidrio que iniciaron en Marruecos. “El hundimiento económico y China no hicieron mucho daño”, añade, matizando que —en cualquier caso— las banderas como tales solo le suponen un 15 por ciento del total de ventas. El resto, promociones de automóviles o incluso de “todos” los partidos políticos.

Reconoce Sosa-Días que, a pesar de lo que mueve el fútbol u otros deportes, no hay una relación tan estrecha con sus curvas de crecimiento. Hay flujos repetitivos, expresa, pero no son matemáticos. Ejemplos: unas elecciones repentinas, un campeonato de cualquier disciplina, el lanzamiento de una nueva marca. Lo más curioso que recuerda Sosa-Dias es un pedido de un equipo de fútbol de Dubái, que cargó directamente al avión del jeque con 15.000 banderas. O un cliente de Guinea Ecuatorial que en cada convención internacional o reunión de países les acribilla a encomiendas que deben estar en 48 horas. “Se suele tardar una semana, y al comprender varios tipos es como si fueran muchos pedidos”, suspira.

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Pero a pesar de todo, la preferida de José Luis es una bandera de la discoteca Snoopy’s, en Salou, con el marco plagado del dibujo animado practicando varias posturas del kamasutra. “Es la única que guardo”, asegura, sacándola del cajón de su despacho y posando con ella. Fiel a una tecnología tradicional efectiva, José Luis Sosa-Días pasea por las dependencias destacando esa tranquilidad con la que se acurrucan unas con otras. “No me caso con nadie. No sé si lo que me dan es de facha o de izquierdas. Para mí son telas. Y me parece muy bien que la gente las saque al balcón”, concluye.

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