Artículo publicado por VICE Argentina
Hay algo irrefutable: el de El Palomar no parece un aeropuerto. Para lo bueno y lo malo. No hay que enroscarse pensando de qué terminal sale el vuelo, si hay mucha gente en la fila del check in o demás cuestiones tan bancarias, tan burocráticas que tenemos que cumplir antes de viajar. Es imposible perderse. Mostradores, asientos para esperar, máquinas expendedoras de golosinas o snacks, un food truck para un café o para comer algo. Todo convive en un espacio muy reducido.
Videos by VICE
En este aeropuerto que no parece tal y que funcionaba como base aérea hasta el año pasado opera una sola empresa, Flybondi, la primera low cost de Argentina. Los precios son irresistibles: en una agresiva campaña la aerolínea ofreció este segundo semestre vuelos casi tan baratos como pedir un café con leche o incluso más económicos que tomar un taxi desde cualquier parte de Buenos Aires hasta el aeropuerto internacional de Ezeiza. Pedí un café con leche y dos medialunas en el único lugar posible antes de embarcar: 155 pesos. Si iba acompañado el desayuno me salía más caro que un pasaje a Córdoba.
Relacionados: ¿Por qué se hunden los barcos en Argentina?
Angela y Walter tienen unos 50 años. Cuando quisimos saber qué opinaban sobre el aeropuerto nos encontramos con la pareja soñada por el equipo de marketing de Flybondi, el slogan perfecto de quienes impulsan la llegada de las low cost a la Argentina: es la primera vez que se suben a un avión. Por cuestiones económicas Angela y Walter sólo habían viajado en micro y hoy en Argentina es más caro viajar en micro que en avión. Volar desde El Palomar les resulta muy cómodo por precio y ubicación, pero reconocen que no le gustaría vivir cerca de un aeropuerto. “Aunque esté acá, entiendo y apoyo el reclamo de los vecinos. Es difícil. Me gustaría que esto se ordene, que sea legal”, nos dice Walter. Angela también habla de legalidad a pesar de que, reclamos mediante, volar desde El Palomar por Flybondi no constituye un delito. De todas maneras, el argumento de la pareja obliga al paralelismo con Uber. “Es ilegal pero lo uso”, “sé que los taxistas pagan impuestos, pero es más barato”.
Cuando Flybondi anunció sus intenciones de empezar a volar desde El Palomar llegaron los primeros reclamos. Para graficar una de los tantas quejas no hay más que decir que a 500 metros de la pista de aterrizaje y despegue hay un colegio. El avión de Flybondi como fondo de un grupo de chicos jugando al fútbol es una suerte de bandera del reclamo de vecinos de los cinco partidos de la provincia de Buenos Aires que quieren que El Palomar deje de funcionar como aeropuerto. Juran que no hay ninguna animosidad contra la compañía. No quiere una compensación económica ni mudarse a otro lugar, sólo buscan que desde ahí no haya más aviones comerciales. Que se vayan. Así de simple.
Relacionados: Salimos a explorar edificios abandonados en Buenos Aires
Claudia Sambro Merlo es abogada y vive cerca de la flamante terminal aérea. Su casa tiene 43 años y el ruido de los motores de los aviones de Flybondi invade toda la vivienda. Es una de las caras visibles del reclamo por el impacto ambiental del aeropuerto. “Vivíamos en un ambiente tranquilo, en contacto con la naturaleza, un lugar intermedio entre una zona rural y la Capital”, nos cuenta Claudia. Hoy —asegura— el ruido es permanente. Y la fauna también sufre la actividad del aeropuerto: “Han cambiado las especies de pájaros”. Durante el día es el sonido de los vuelos que aterrizan y despegan, por la noche el de los motores.
Bety vive en Villa Alemania, en Hurlingham, a unas 30 cuadras del aeropuerto, en una casa que ya tiene 56 años. Es una típica casa de la zona: un patio adelante y un jardín en el fondo. Una vivienda construida por su propia familia. Su casa de toda la vida. Vive con su esposo y dos perros. Bety nos recibe muy contenta, pero antes nos jura que los perros no muerden. Que los medios hablen sobre el problema que les trajo el aeropuerto les da esperanzas. No quieren que el tema se olvide. Villa Alemania es el lugar que más sufre las operaciones de Flybondi. Se encuentra en la ruta de aproximación del aeropuerto.
Bety recuerda que cuando El Palomar era base aérea escuchaba un despegue a la mañana y otro a la noche. Hoy las operaciones de Flybondi la despiertan temprano y le impiden descansar a la tarde y noche. No se le cruza por la cabeza mudarse a otro lugar. Como si fuera una experta ya sabe horarios de los vuelos y modelos de aviones: “Hay dos que suenan más fuerte”. Otra vecina, Patricia, se suma a la charla. “Alteraron nuestra calidad de vida, este era un barrio tranquilo. No hay ningún beneficio, ni lo queremos. Lo único que buscamos es que se vayan, a Ezeiza, a Aeroparque, no sé, a otro lado”, nos dice.
Relacionados: En Argentina quedan sólo nueve elefantes viviendo en cautiverio
Por una cuestión de visibilidad, con lluvia y neblina en El Palomar no hay vuelos. Según el abogado Lucas Marisi —quien está al frente del reclamo de un grupo de vecinos de cinco partidos distintos de la Provincia de Buenos Aires—, cuando el día está soleado no salen al jardín y sólo disfrutan de esa parte de la casa los días de lluvia.
Bety nos lleva hasta el jardín y a los pocos minutos pasa un avión de Flybondi. Sí, pasa cerca y el ruido es molesto, lo suficiente como para despertar a cualquiera. Los perros se alborotan como si fuera Año Nuevo. Las hojas de sus plantas tienen hollín. Bety nos señala dos nidos, hoy vacíos, y rajaduras en su vivienda. “Vine acá cuando esto era un baldío, no había nada. Se tienen que ir. Hace 56 años que estoy acá, pago mis cosas y quiero vivir mis últimos años tranquila ”, reclama. “¿No ves la tranquilidad que hay acá?”, plantea. Tiene razón. Villa Alemania es un barrio muy tranquilo. Durante la charla que tenemos con Bety, sus perros se alteran en contadas ocasiones: cuando aplaudimos para avisarle que estamos en la puerta, con la visita de una vecina, con el grito un muchacho del barrio que vende pan casero con esa “o” final sostenida y con los vuelos de Flybondi. El problema es que cada vez son más.
La aerolínea sólo opera vuelos de cabotaje, pero ya adelantó que tiene intenciones de empezar a ofrecer pasajes a destinos fuera de la Argentina. Los vecinos avisan al resto de las low cost que quieran operar ahí que los esperan con una demanda. Al día de la fecha, Flybondi es la única que trabaja en El Palomar.
Sigue a Agustín Gutierrez en Twitter